Durante dos días aliméntate con agua. La tercera mañana
bebe agua y come, unos veinte minutos después,
la primera de tus uvas. En tantas semanas como necesites
estarás curado. Lo que ocurre, sencillamente,
es una purgación, la inanición, no de tí, sino de lo que
se nutre de tí, cuelga como un cangrejo de tu corazón.
Los primeros días tienen cierto sabor; en una copa de hueso,
miel silvestre, langostas, el almuerzo del grácil ermitaño,
y porrones enfriándose entre paredes; el verbo
de Handel en un estrellado desván haciendo sonar
la pregunta acerca de cuánto necesita uno,
lo cual es una gran travesura para un hombre serio.
Y el rubicundo coloso que te había custodiado
se mueve hasta una columna sobre tales serpenteantes arenas
donde su ausencia planta el resplandor arrancado
de ese lugar por tardíos visitantes. Y sólo entonces,
con la postrera ilusión de que cualquier cosa importa,
perdida como una moneda falsa, sobrevienen tal languideces
que tironeado en dos sentidos a la vez por la distante estrella llamada Plenitud y el desnudo planeta Menguante, tu cuerpo aprende cómo está encadenado al miedo. Aprendes que necesitas una sola cosa que, comprimida contra tu paladar, todavía no es deleite, ni siquiera la esperanza de ello. Tu cuerpo es como una costa
al anochecer, en cuyos mórbidos bajíos, negros y mendigos
dispersos con sus guaridas a cuestas.
arden como las ciudades de la antigüedad sorprendida
por una vez sin la pátina del tiempo;
y en la marea alta, aunque atractivas, sospechosas aún,
aduladas, pero (aunque sospechosas) apreciadas
por miedo de que todo fracase: por miedo de que cuando Handel
cese
las atentas bestias no se hayan apaciguado:
o miedo de que, mañana por la mañana, cuando el sol
cruce de un tranco las viñas, un hombre enfermo pretenda
de algún modo que de ese aire cristalino
el oro no pueda ser compasión, ni el marfil caridad.
James Merrill (E.E.U.U., New York, 1926, Tucson, Arizona, 1995)
(Traducción de Alberto Girri)
2 comentarios:
La cura de uvas, me pareció impresionante. ¿Qué más puedo decir?
Gracias.
Susana.
Vuelvo a comentar. Qué bueno! pude encontrar en su blog más poemas de James Merrill.
Susana.
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