En el mes de los fastos del Imperio perdimos las
sensaciones táctiles, el olor a tierra mojada y una
canción de Belafonte que alertaba sobre el peligro
de las mujeres pelirrojas
Cuando los Jacarandás desparramaban sobre la tierra
fragmentarias veladuras liláceas, ya no pudimos
distinguir entre lento y presto, pero nos reconfortó
comprobar que las tonalidades mayores y
menores permanecían en su sitio
A medida que se acercaba el verano hubo otras pérdidas:
algunas ambigüedades de Theodor W. Adorno,
una sábana que guardaba el perfume de la
más amada, casi todas las rimas en ia (menos la
palabra todavía) y una calle cortada donde era
domingo todo el año
Después le tocó el turno a un gato llamado Rodrigo;
poco más tarde desapareció el catálogo razonado
de argumentos en pro y en contra de Marcelino
Menéndez y Pelayo
Cuando el año enloqueció y comenzó a marcar nuevamente
el otoño, perdimos algunos trenes y la oportunidad
de dormir juntos
Hacia el final del año habíamos perdido tanto, que
extraviamos también la capacidad de evocar lo perdido
Por fin se constituyó la Nueva Cronología, que no
computa pérdidas sino abandonos, y según la cual
está prohibido imaginar lo que se tuvo y
registrarlo en poemas
David Lagmanovich
David Lagmanovich. Nació en Nicolás Bruzzone, provincia de Córdoba, en 1927, pero residió en Tucumán. Obra poética: Circunstancias, 1961; Ocasiones, 1962; Contingencias, 1976; Fluctuaciones, 1977; Vaivenes, 1982; Variaciones y contrastes, 1986; Memorias del imperio, 1994; De cinco en cinco, 1997; No hay adiós, 1998; Las músicas 1999; 54 poemas, 2000; Álbum de postales, 2000; Cuaderno del 2001; Potencias de la música, 2003; Oficio de palabras, 2003; Contraescrituras, 2006; Construcciones, 2009. Es crítico literario, investigador de vasta trayectoria académica. Es narrador. Murió en octubre de 2010.
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