martes, 19 de marzo de 2013

En el 504 de mi abuelo




Introducción a la memoria
A la memoria de Pipo, mi abuelo

De carga en carga va.
Lustrando atardeceres pierde el día.
Nadie ha visto su boina
torcida por un rayo, dando lo que no tuvo.

Su corazón es un galpón
donde la siesta pasa y pasan carros
y el trigo se descuelga de su espalda
y nadie quiere verlo.

Es demasiado abrirse al horizonte,
dejar la mano en el temblor y cerrar los pulmones.
Romper con la costumbre
de estar siempre esperando.
Él lo sabía, por eso es que lo nombro.
Ahora: los álamos vuelven sobre sus ojos
y sé que está más lejos.  Allá en el campo.





En el 504 de mi abuelo


Aún puedo ver desde la ventanilla
todo el horizonte
las nubes anunciando el nuevo día,
digo que puedo ver
los rastros de un pasado reciente,
la estrella de aquel pueblo
que tanto visité.
Aún puedo ver el horizonte limpio
surgiendo de los campos
que dan al sur,
apreciar desde el auto la ternura del viento
mientras mi abuelo viaja junto a mí
mostrándome el arroyo
y sus secretos
enseñándome a ser la palabra no dicha.
Los rastros del camino nos acercan,
nos ponen mano a mano buscando el sol.
Vamos los dos en esta travesía
juntos como entonces.
El cielo no es el mismo desde la ventanilla,
mi abuelo se sonríe
y estira la mano para acariciarme.
Nuestra distancia viaja en un 504






Martín Carlomagno (Argentina, Entre Ríos, Concepción del Uruguay, 1978)






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