Queda lejos Asís,
aunque no tan lejos:
Sobre este jardín,
diseminado sobre este jardín,
hay un espíritu bueno;
hermano de los pobres
¿y quién es más pobre que el
que está enamorado
cuando los pájaros anidan
en la primavera del año?
Vinieron
a comer de su mano
que nada tenía,
y sin embargo
su plenitud
sació a todos,
La humanidad entera
llegó a estarle en deuda,
una historia sencilla.
Es la estación del amor,
En un tiempo así,
tiempo de jacintos
en
el jardín del hospital,
el tiempo
de las floraciones corales
y de los racimos
tempranamente
rosáceos, es también el tiempo de
los nidos abandonados
antes
que los gorriones empiecen
a deshacerlos
pues con el ciclo
de la abundancia
de nuevo los harán.
A su alrededor
en los prados
las parejas jóvenes
se abrazan
como en un cuento
de Boccaccio.
Nada les importa,
amparadas por el mal
que las ha confinado
a este sitio.
San Francisco los perdone
a ellos y a todos los amantes
quienes quiera que sean.
Han visto
una magnífica luz
emanada de sus frentes obscenas
La luz
está atrapada ahí
por el encierro de esos muros.
Están separados
de sus semejantes.
Es el tributo
de un nido del año pasado.
San Francisco,
que amparaste a los pájaros silvestres,
ayuda
a quienes
nada tienen
y viven
por la sagrada luz del amor
que rige
sobre este jardín
ahuyentando la desesperación,
El tiempo pasa.
Ha bajado el ritmo
pero con su
disminución
la escena se ha alterado.
Los amantes dan la cara
a lo que les ha sobrevenido.
Ya es verano.
¡Brilla pleno el
sol!
Cegados por la luz
caminan perplejos
buscando
entre las hojas
un lugar propicio
para mirar
la estación que avanza.
No creen
en su propia cura
y dudan
si escapar
de nuevo a la oscuridad
La escena
ciertamente ha cambiado.
En torno a San Francisco
toda la escena
ha cambiado.
Miran
el cielo circundante
y el paisaje entero.
Llenos de terror
buscan
una flor familiar
que los conforte
pero todo el campo
los reclama.
Esconden los ojos
avergonzados
ante tal abundancia,
espiando tímidamente
entre sus dedos.
El santo los observa,
los ojos llenos de piedad.
El año aún es joven
pero no tanto
como ellos
que encaran los miedos
que
los asaltan.
Despiertos
tras la primera locura de amor
parecen niños
que vinieran de un largo sueño.
El verano está aquí,
es un hecho.
Discretamente
el santo retrocede
¡Una,
audaz,
separando las hojas frente a ella,
se yergue en plena luz del sol
entrecerrando los ojos
sola
mientras su corazón
late salvajemente
y su mente
bebe
el cabal significado
de
todo esto!
William Carlos Williams (E.E.U.U., New Jersey, 1883, Rutherford, 1963)
(Versión: Adriana González Mateos y Myriam Moscona)
The mental hospital garden
It is far to Assissi,
but not too far:
Over this garden,
brooding over this garden,
there is a kindly spirit,
brother to the poor
and who is poorer than he
who is in love
when birds are nesting
in the spring of the year?
They came
to eat from his hand
who had nothing,
and yet
from his plenty
he fed them all.
All mankind
grew to be his debtors,
a simple story.
Love is in season.
At such a time,
hyacinth time
in
the hospital garden,
the time
of the coral-flowered
and early salmon-pink
clusters, it is
the time also of
abandoned birds nests
before
the sparrow starrt
to tear them apart
against the advent of that bounty
from which
they will build anew
All about them
on the lawns
the young couples
embrace
as in a tale
by Boccaccio.
They are careless
under licence of the disease
which has restricted them
to these grounds.
St. Francis forgive them
and all lovers
whoever they may be.
They have seen
a great light, it
springs from their own bawdy foreheads.
The light
is sequestered there
by these enclosing walls.
They are divided
from their fellows
It is a bounty
from a last year's bird's nest.
St. Francis,
who befriended the wild birds,
be their aid,
those who have nothing,
have nothing
and live
by the Holy light of love
that rules,
blocking despair,
over this garden.
Time passes.
The pace has slackened
But with the falling
of of the pace
the scene has altered.
The lovers raise their heads,
at that which has come over them,
It is summer now.
The broad sun
shines!
Blinded by the light
they walk bewildered,
seeking
between the leaves
for a vantage
from which to view
the advancing season.
They are incredulous
of their own cure
and half minded
to escape
into the dark again.
The scene
indeed has changed.
By St. Francis
the whole scene
has changed.
They glimpse
a surrounding sky
and the whole countryside.
Filed with terror
they seek
a familiar flower
at which to warm themselves,
but the whole field
accosts them,
They hide their eyes
ashamed
before that bounty,
peering through their fingers
timidly.
The saint is watching,
his eyes, filled with pity.
The year is still young
but not so young
as they
who face the fears
with which
they are confronted.
Reawakened i
after love's first folly
they resemble children
roused from a long sleep.
Summer is here,
right enough.
The saint
has tactfully withdrawn.
One
emboldened,
parting the leaves before her,
stands in the full sunlinght,
alone
shading her eyes
as her heart
beats wildly
and her mind
drinks up
the full meaning
of it
all!
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