Para esta magia sencilla, casera,
basta con los seres queridos moviendose
en la oscuridad del living.
Para esta felicidad alcanza
con los hombres bebiendo y hablando
alrededor de las mujeres
que bailan solas como si ya supieran
exactamente todo lo que va a pasar
y no hubiera nada malo en lodo eso.
Daniel Durand (Argentina, Entre Ríos, Concordia, 1964)
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