Thales imaginó la tierra
como
un plato flotando
sobre
el océano
y
dijo que todas las cosas,
agua
en su origen,
estaban
llenas de dioses.
"Animadas"
interpretó
luego
la
hermenéutica,
pero
él lo decía
mientras
frotaba
un
trozo de ámbar
y
briznas de pasto
se
le adherían
sin explicación;
mientras
apoyaba un imán
contra
el metal
de
una armadura
y
la piedra se detenía
como
sus ojos atentos;
mientras
alcanzaba
la
altura de Keops
midiendo
en la arena
la
sombra proyectada.
Causas,
ese más allá,
perseguía Thales,
en
su universo
atravesado
por ríos
y
oscuridad
de
dioses enérgicos.
Causas,
cuando
el Delta del Nilo
hacía brotar en las mareas
los
papiros, el loto,
y
el sol de Mileto
caía desarmado
sobre
el mar Egeo.
Anaxímenes propuso el aire
y
Heráclíto el fuego,
pero
el agua
fue
para Thales el principio,
la
omnipresencia ordenadora.
Un
ojo de agua
se
abría en todas
y
en cada una de las cosas
hasta
volverlas físicas
y maleables.
Ningún filósofo aún
había separado el agua
de
la idea del agua,
ni
existían
mundos
paralelos,
ni
especulaciones
que
el agua
no pudiese atravesar.
Atravesar
a nado
muchos
kilómetros,
una
pelea
por
regular el aire,
contra
el cansancio
que
borra la costa
y
ennegrece las aguas.
Tan
fácil perderse
en
un círculo agotador
no
hallar
la
corriente propicia.
Cruzar
aguas abiertas,
reconocer
sus sales,
sus
sedimentos, sus capas frías
y
la oleada
que
trae al cuerpo,
lo
llevado,
la
marea que devuelve
el
camino sin límites.
Un
poema, otra vez,
de
largo aliento
me
mide las fuerzas,
me
pierde entre desvíos
y
rupturas,
hace
emerger
la
rosa diurna
el
coral impensado.
Las
aguas del poema
exigen
más que pericia.
Abrir
el pecho
empujando
en círculos
los brazos. Las piernas
en ángulo de rana
y echar hacia atrás
lo que no acompaña;
acostumbrarse
a perder,
avanzar
la
única ganancia,
en
el trecho ganado
lo
que reconocerás,
mantener
el pulso
y el calor.
Un
río puede
amurallarse
legalmente
una
playa ser parte
de
una propiedad privada
y
el agua solo un horizonte
para
mirar.
En
un viaje costa a costa
mil
vueltas para entrar
a
un lago
avistado
desde la ruta.
No
hubo manera,
todo
postes y alambres;
un
camino constante
por
el borde
como
la sed no saciada,
como
la postergación.
¿Qué hacer con lo que no
se
obtiene?
¿dejar que se asiente
en
la resaca del resentimiento?
¿minimizarlo en el transformador
de
la ironía?
¿convertirlo en virtud?
pruebo
me
despierto con la boca seca
el
agua
como contraveneno.
Me dejo estar en la ducha,
hago la plancha, floto
en el verano del río.
En diálogo con el agua tomo
las mejores decisiones.
En el agua pienso
en el agua descanso
encuentro
la boca blanda
hacia todas las cosas.
En tu memoria, agua, quedarme
en tus cristales donde la música
se piensa armónica
y se deshace;
en el ensimismamiento
que produce tu venida
en ese rocío de la introspección
que me horada
en el vapor donde la metafísica
es materia y sueña
en la niebla que desafió
la cámara nocturna de Brassaï
en el manto de gotas microscópicas, en la bruma
donde se vuelve a mirar la luz
en las corrientes, en esa curiosidad
dilatada que rodea las piedras
en las mareas que avanzan
sobre los pilotes de mi casa
en la furia impenetrable, en su docilidad
como una concedida magnificencia.
Por vos, sean, las poco pronunciadas
palabras de perdón y, otra vez,
el riego soterrado en la semilla
que necesitó su noche de abajo
la caída,
el ablandamiento
de nuevo las canoas inmóviles
desencalladas por los sueños
y, otra vez, el grito
de mojadura bajo los chaparrones
el avance por el drenaje del corazón,
y la lluvia dulce sobre lo seco.
Alicia Genovese
Alicia Genovese. Poeta y ensayista argentina, nació en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, en 1953. Integró el taller literario Mario Jorge De Lellis y comenzó a publicar a fines de los años 70. Egresó como Profesora en Letras de la Universidad de Buenos Aires y viajó a Estados Unidos, donde vivió durante cinco años, en Boston y en Gainesville, Florida. Obtuvo el título de Master of Arts y se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Florida. Trabajó como docente y periodista. Durante varios años fue asidua colaboradora de los suplementos culturales de los diarios Clarín y El Cronista Comercial, con notas y reseñas literarias. Actualmente, dirige el Departamento de Literatura de la Universidad Kennedy. Coordina talleres de escritura y supervisa proyectos individuales especializados en poesía, desde principios de los 90. Obtuvo la beca a la creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, en 1999 y en el 2002 recibió la beca John S.Guggenheim. Libros de poesía: El cielo posible, Buenos Aires, El Escarabajo de Oro, 1977; El mundo encima, Buenos Aires, Rayuela, 1982; Anónima, Buenos Aires, Ultimo Reino, 1992; El borde es un río, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1997; Puentes, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2000; La ville des ponts/ La ciudad de los puentes, Québec, Canadá: Écrits des Forges, 2001; Química diurna, Córdoba, Alción, 2004; Aguas, Ed. del Dock, 2013 y La Hybris, que permanece inédito. Ensayos:La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas, Buenos Aires, Biblos, 1998 y Leer poesía- Lo leve, lo grave, lo opaco, FCE, 2011.
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