sábado, 10 de mayo de 2014

AGUAS




















Thales imaginó la tierra
como un plato flotando
sobre el océano
y dijo que todas las cosas,
agua en su origen,
estaban llenas de dioses.
"Animadas" interpretó luego
la hermenéutica,
pero él lo decía
mientras frotaba
un trozo de ámbar
y briznas de pasto
se le adherían sin explicación;
mientras apoyaba un imán
contra el metal
de una armadura
y la piedra se detenía
como sus ojos atentos;
mientras alcanzaba
la altura de Keops
midiendo en la arena
la sombra proyectada.
Causas, ese más allá,
perseguía Thales,
en su universo
atravesado por ríos
y oscuridad
de dioses enérgicos.
Causas,
cuando el Delta del Nilo
hacía brotar en las mareas
los papiros, el loto,
y el sol de Mileto
caía desarmado
sobre el mar Egeo.
Anaxímenes propuso el aire
y Heráclíto el fuego,
pero el agua
fue para Thales el principio,
la omnipresencia ordenadora.
Un ojo de agua
se abría en todas
y en cada una de las cosas
hasta volverlas físicas
y maleables.
Ningún filósofo aún
había separado el agua
de la idea del agua,
ni existían
mundos paralelos,
ni especulaciones
que el agua
no pudiese atravesar.




Atravesar a nado
muchos kilómetros,
una pelea
por regular el aire,
contra el cansancio
que borra la costa
y ennegrece las aguas.
Tan fácil perderse
en un círculo agotador
no hallar
la corriente propicia.

Cruzar aguas abiertas,
reconocer sus sales,
sus sedimentos, sus capas frías
y la oleada
que trae al cuerpo,
lo llevado,
la marea que devuelve
el camino sin límites.

Un poema, otra vez,
de largo aliento
me mide las fuerzas,
me pierde entre desvíos
y rupturas,
hace emerger
la rosa diurna
el coral impensado.

Las aguas del poema
exigen más que pericia.
Abrir el pecho
empujando en círculos
los brazos. Las piernas
en ángulo de rana
y echar hacia atrás
lo que no acompaña;

acostumbrarse a perder,
avanzar
la única ganancia,
en el trecho ganado
lo que reconocerás,
mantener el pulso
y el calor.




Un río puede
amurallarse legalmente
una playa ser parte
de una propiedad privada
y el agua solo un horizonte
para mirar.
En un viaje costa a costa
mil vueltas para entrar
a un lago
avistado desde la ruta.
No hubo manera,
todo postes y alambres;
un camino constante
por el borde
como la sed no saciada,
como la postergación.

¿Qué hacer con lo que no
se obtiene?
¿dejar que se asiente
en la resaca del resentimiento?
¿minimizarlo en el transformador
de la ironía?
¿convertirlo en virtud?

pruebo

me despierto con la boca seca

el agua

como contraveneno.




Me dejo estar en la ducha,
hago la plancha, floto
en el verano del río.
En diálogo con el agua tomo
las mejores decisiones.
En el agua pienso 
en el agua descanso
encuentro 
la boca blanda
hacia todas las cosas.




En tu memoria, agua, quedarme 
en tus cristales donde la música

se piensa armónica 
y se deshace;

en el ensimismamiento 
que produce tu venida

en ese rocío de la introspección 
que me horada

en el vapor donde la metafísica 
es materia y sueña

en la niebla que desafió
la cámara nocturna de Brassaï

en el manto de gotas microscópicas, en la bruma 
donde se vuelve a mirar la luz

en las corrientes, en esa curiosidad 
dilatada que rodea las piedras

en las mareas que avanzan 
sobre los pilotes de mi casa

en la furia impenetrable, en su docilidad 
como una concedida magnificencia.

Por vos, sean, las poco pronunciadas 
palabras de perdón y, otra vez,

el riego soterrado en la semilla 
que necesitó su noche de abajo

la caída,
el ablandamiento

de nuevo las canoas inmóviles 
desencalladas por los sueños

y, otra vez, el grito
de mojadura bajo los chaparrones

el avance por el drenaje del corazón, 
y la lluvia dulce sobre lo seco.



Alicia Genovese




Alicia Genovese. Poeta y ensayista argentina, nació en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires, en 1953. Integró el taller literario Mario Jorge De Lellis y comenzó a publicar a fines de los años 70. Egresó como Profesora en Letras de la Universidad de Buenos Aires y viajó a Estados Unidos, donde vivió durante cinco años, en Boston y en Gainesville, Florida. Obtuvo el título de Master of Arts y se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Florida. Trabajó como docente y periodista. Durante varios años fue asidua colaboradora de los suplementos culturales de los diarios Clarín y El Cronista Comercial, con notas y reseñas literarias. Actualmente, dirige el Departamento de Literatura de la Universidad Kennedy. Coordina talleres de escritura y supervisa proyectos individuales especializados en poesía, desde principios de los 90. Obtuvo la beca a la creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, en 1999 y en el 2002 recibió la beca John S.Guggenheim. Libros de poesía: El cielo posible, Buenos Aires, El Escarabajo de Oro, 1977; El mundo encima, Buenos Aires, Rayuela, 1982; Anónima, Buenos Aires, Ultimo Reino, 1992; El borde es un río, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1997; Puentes, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 2000; La ville des ponts/ La ciudad de los puentes, Québec, Canadá: Écrits des Forges, 2001; Química diurna, Córdoba, Alción, 2004; Aguas, Ed. del Dock, 2013 y La Hybris, que permanece inédito. Ensayos:La doble voz. Poetas argentinas contemporáneas, Buenos Aires, Biblos, 1998 y Leer poesía- Lo leve, lo grave, lo opaco, FCE, 2011. 





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