La poesía está debajo,
siempre está abajo.
Ella se agacha para buscar
alguna antología de nacionales,
bien abajo, en sitios olvidados.
La gente pasa y mira
mira por arriba,
a la altura de su ego.
Ella se esfuerza
rasca los estantes
los anaqueles de ofertas
manteniendo el equilibrio
procurando que no se baje
o se suba demasiado su short.
Y el pajarón del librero
sigue la línea sinuosa
hasta su trasero
fijándolo en su mente.
La poesía sólo existe
para los que bajan
la mirada, se agachan,
se arrodillan
y encuentran ese poema
que finalmente les dice
quiénes son.
MI MADRE tenía la piel como rociada por el abeto rojo, ese que se encontraba en el patio de la casa de mi abuela; de él brotaban cuatro ramas muy grandes, la más delgada tenía la forma del cuerpo de mi madre, sentada, a la sombra de aquel árbol; remendando alguna prenda vieja. Era una mujer muy llamativa; cuando iba al almacén del barrio, por el camino la saludaban y la miraban mucho; más no era por sus pecas en cantidad, yo creo que sobresalía su alma pura; su blusa se volaba con el viento, dibujando en el aire algo parecido a una rosa china, eso la completaba; era por cierto la mujer más bella que jamás haya visto.
DE UNA PLAZA
Somos dos en una cama
me pedís que seamos tres
- la cama es muy angosta- digo
No quisiera ser yo la que resbale en la noche
y caiga como saco roto.
CUANDO ME ENAMORÉ DE UNA CHICA
Las olas movían gelatinosamente sus piernas
Tenía que esperar la arena frotando sus pies.
Cada minuto era interminable.
No iba a soportar otro día más,
verla llegar a la misma hora de siempre,
aguantarme el ritual de la espuma en sus piernas.
Quince, veinte, sesenta minutos? Cuanto?
Pasé todo el verano adorando su pelo rizado,
sus ojos de monedas de un peso.
Dos brazos se acercan para abrazarla,
aunque dos nubes oscuras pasan
y bastan para escabullirse en la noche.
DESPEDAZADO
El jueves paseaba por la peatonal
Me encontré:
Dos piernas pegadas a dos pies
Dos nalgas
Un pene
Dos brazos
Dos manos
Dos orejas
Dos ojos
Una cabeza
Una naríz
Una boca
Una lengua larga
Un torso
Eras vos!
Te pregunté qué hacías
Me respondiste:
Voy al doctor!
Pensé:
va a preguntar por qué nació sin huevos.
Ana Herrera (Guaymallén, Mendoza, Argentina, 1985)
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