domingo, 30 de agosto de 2020

PARÍS SITUACIÓN IRREGULAR (1977)
















QUÉ SERIA DE MÍ SIN MIS PALABRAS...


Qué sería de mí sin mis palabras,
sin mis pequeños signos de impotencia,
yo a quien ni tan siquiera la impaciencia
de una espera es posible. Mientras labras

tu ausencia, aquí a mi lado, sordamente
mudo a lo menos yo no estoy: te escribo
y en el morir de la palabra arribo
al pasivo delirio en que demente

voy llenando este hueco que me haces
en carne propia con la tuya, el cuerpo
de una escritura que se te parece

y no se te parece, escrita yaces
hecha de nada en un cuaderno muerto
en el que mi palabra desfallece.

(De la Antología poética:
“Sólo sé que seremos destruidos”,
compilada por José Villa,
Ed. Gog y Magog, 2019)

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)



IMAGEN: Desnudo; fotografía de Annemarie Heinrich.





viernes, 28 de agosto de 2020

UNA NOTA ESTRIDENTE (1968-1972)


























ESTA BELLEZA CON QUE EL CIELO Y EL MAR HACEN HORRORES

Esta belleza con que el cielo y el mar hacen horrores
a la caída del sol envuelto en su espectáculo,
en realidad irreprochable.
Esto que es como el fin de todos los siglos: la belleza
—y yo me aflojo en su honor el nudo de la corbata-
viene a poner en el corazón música de ésa, sublime.
No, un silencio rayano en el gran poema
un disco rayado
que por iguales partes es dolor y es somnífero.


UNA NOTA ESTRIDENTE

La primavera se esfuerza por reiterar sus encantos como si nada hubiera sucedido
desde la última vez que los inventariaste
en el lenguaje de la juventud, retoñado de arcaísmos,
cuando la poesía era aún, en la vieja casa del idioma, una maestra de escuela.
Y no hay cómo expulsar a los gorriones
de las ruinas del templo en que el sueño enjaulado,
león de circo pobre que atormentan las moscas
se da vueltas y vueltas rumiándose a sí mismo:
extranjero en los suburbios de Nápoles, arrojado allí por una ola de equívocos.
A esos cantos miserables debieras adaptar
estas palabras en que oscila tu historia
entre el silencio justo o el abundar en ellas
al modo de los pájaros: una nota estridente,
una sola: estoy vivo.
   
(De la Antología poética:
“Sólo sé que seremos destruidos”,
compilada por José Villa,
Ed. Gog y Magog, 2019)

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)




IMAGEN: "El último viaje", pintura de Turner.





miércoles, 26 de agosto de 2020

LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS (1969)





















Pueda que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar, “a lo divino”,
mal si no pasas todas las fronteras.

¿Nunca fue la palabra un instrumento?
Digan, al fin y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos
con un poco de todo en la cabeza;
y el poeta más loco que sagrado
pero con una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría,
capaz de darle cuerda a la tristeza.

No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.

Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla el viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.

Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.


“Sólo sé que seremos destruidos”,
compilada por José Villa,
Ed. Gog y Magog, 2019)

Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)




IMAGEN: Vector geométrico símbolo de la alquimia con el ojo, luna, muestra oculto y místico abstracto del sol. Logo lineal y diseño Ilustración espiritual del cielo esfera y el espacio exterior. Concepto de la magia, la ciencia, la astrología.




lunes, 24 de agosto de 2020

LA PIEZA OSCURA (1963)


















JONÁS

Todo lo podría condenar igualmente, no se me pregunte en nombre de qué.
En nombre de Isaías, el profeta, pero con el grotesco gesto
                     inconcluso de su colega Jonás
que nunca llegó a cumplir su pequeña comisión sujeto a los altos y bajos
del bien y del mal, a las variables circunstancias históricas
que lo hundieron en la incertidumbre de un vientre de ballena.
Como Jonás, el bufón del cielo, siempre obstinado en cumplir su pequeña
                     comisión, el porta-documentos incendiario bajo la axila
                     sudorosa, el paraguas raído a modo de pararrayos.
Y la incertidumbre de Jehová sobre él, indeciso entre el perdón y la cólera,
                     tomándolo y arrojándolo, a ese viejo instrumento de utilidad dudosa
caído, por fin, en definitivo desuso.

Yo también terminaré mis días bajo un árbol
pero como esos viejos vagabundos ebrios que abominan de todo
                    por igual, no me pregunten
nada, yo sólo sé que seremos destruidos.
Veo a ciegas la mano del señor cuyo nombre no recuerdo,
los frágiles dedos torpemente crispados. Otra cosa, de nuevo, que
                    nada tiene que ver. Recuerdo algo así como...
no, no era más que eso. Una ocurrencia, lo mismo da. Ya no sé a dónde voy otra vez,
Asísteme señor en tu abandono.




LOS AMIGOS DE LA CASA

No hemos nacido para el canto sino para el acopio
de las palabras en el rechinar de los dientes.
La música fue toda bondad. No hemos nacido
sino para la sedicente murmuración, silenciosos
del ruido en que envolvemos nuestras voces
al caer de la tarde como a un pozo sin fondo
—toda ciega bondad— en el patio
constelado de viejos enfermos apacibles.

Nuestra es la fiebre que declina y no amaina, impenetrable
al sol de la locura, el calentarse de los huesos
en la ceguera del patio lluvioso.
Se encerró a los dementes sobre nuestras cabezas que recalienta y pudre
la imagen latente del sol y por sí solas se nos abrieron las verjas
             transfundidos el hierro y la herrumbre, llegado que fue el tiempo
en que ni aun la tierra permanece. Sólo el vaho
y la siembra del musgo en los jardines eriáceos.

No hemos nacido para el amor, hemos nacido para el coito que embadurna la sangre
de la maceración de su semilla, para el débil soplar sobre el rescoldo
como si el aliento fuera ceniza y la carne el erial en que se recalienta,
al calor de las piedras, un guiso sangriento.
La última cena de la tribu cuando todo es arena
—la noche misma— en la extensión de la noche
y el viento seca un paraíso disperso:
el alforfón y la escanda silvestre.
Imposible distinguir entre el sudor y las lágrimas
que se disputan dos bocas resecas.

Y viejos vecinos de pieza de la muerte seguiremos plegándonos
a los caprichos de la dueña de casa, persistentes y dóciles
al igual que la impronta de la humedad en los muros,
                  como la pasiva infiltración de las larvas
en los zócalos pringados de lavazas.
La confianza sabrá dispensarnos
a los amigos de la casa de los dolores del pánico.

(De la Antología poética:
“Sólo sé que seremos destruidos”,
compilada por José Villa,
Ed. Gog y Magog, 2019)
Enrique Lihn (Santiago de Chile, 1929-1988)



IMAGEN: Jonás y la ballena (1621); pintura de Pieter Lastman.





sábado, 22 de agosto de 2020

EL AMOR DE CHILE (1987)







































Del amor de Chile, del amor de todas las                             
cosas que de norte a sur, de este                           
a oeste se abren y hablan                           
Los torrentes y los nevados que se tocan                            
y hablan amándose porque en este mundo                       
todas las cosas hablan de amor;                              
las piedras con las piedras y los pastos                 
con los pastos                  
Porque así se aman las cosas, las playas,                             
los desiertos, las cordilleras, los               
bosques de más al sur, los glaciares y                    
todas las aguas que se abren tocándose                              
Para que tú las veas se abren                    
Sólo para que tú lo escuches Chile se                    
levanta               
Sólo para que tú y yo no miremos                          
por todo el horizonte, si mira                    
se levantan



Todas las cosas cantan bajo el cielo

Querido cielo de mi país

Cantan las cumbres de los Andes, los pastos,                    
el desierto de Atacama, los grandes ríos,                            
canales y aguas del sur, Pacífico, nevados                          
y glaciares                          
cantan y cantan
Las aves, las bandadas y nieves de las cimas,                     
garzas, loicas                    
y las aves más lóbregas de los pequeños de                      
alma cantan                      
Canta el día radiante y el día nublado, el                             
vuelo de las inmaculadas praderas, de las                           
montañas y los archipiélagos del amor                 
más helado cantan                        
Como todas las cosas cantan y cantan                  
Sólo porque están vivas cantan                
cantan y cantan                              
bajo el cielo de mi país



Las parejas reunidas largan su amor frente a las aguas
  
Señor, ante el torrente de las almas que aquí
van pasando
nosotros dos, boteros de estos ríos, te pedimos
que sostengas nuestro amor
tal como sostienes estas aguas corriendo
Y que cuando mi alma y la tuya
se desvanezcan entre los sueños y los mundos
que nuestro abrazo siga creciendo
más vasto que las mareas y más lento
Y que cuando al fin todo se vaya
tras las corrientes, cauces y ríos
que todavía
que todavía se escuchen los gritos de nuestro amor
acompañando el pulso de los remos sobre el agua.



Guárdame en ti

Amor mío: guárdame entonces en ti
en los torrentes más secretos que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo quede algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación de las aguas
que se marchan
Y luego, cuando las grandes aves se derrumben
y las nubes nos indiquen
que se nos fue la vida entre los dedos
guárdame todavía en ti
tenme en ti, en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende

 De La vida nueva, 1994



Raúl Zurita



Raúl Zurita. Poeta chileno. Nació en Santiago, en 1950 . Hijo de madre italiana, el italiano fue prácticamente su primera lengua y nutrió su propia obra. Estudió en el Liceo Lastarria, ingresando posteriormente a Ingeniería Civil en la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso. Obtuvo la Beca Guggenheim y se desempeño como Profesor de Literatura en la California State University. Después del golpe militar estuvo preso en un barco de la Armada, experiencia que también se refleja en su obra, donde concibe la literatura como la posibilidad de hablar y crear después del dolor y la tortura, donde la palabra no es posible. En la década del 70 realizó varios actos que provocaron polémica, como quemarse el rostro e intentar cegarse, con lo cual quería expresar la impotencia frente a la realidad y la necesidad de decir sin palabras. Ha realizado numerosas "acciones de arte”, como escribir poemas en el cielo de Nueva York con humo lanzado por aviones; en el desierto de Chile grabó el verso "ni pena ni miedo", que puede ser leído desde el cielo. Fue Agregado Cultural de Chile en Italia, durante el gobierno de don Patricio Aylwin, y actualmente reside en Chile. Gracias a una beca de la Fundación Andes estuvo dos años en el sur, entre Temuco y Coyhaique; allí escribió otra obra, donde los protagonistas son los ríos de Chile. Se relacionó también con poetas mapuches y su cultura; reconoce como uno de sus maestros al poeta chileno Juan Luis Martínez. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, entre ellos al ingles, francés, alemán, ruso, sueco, griego, árabe y se le considera uno de los grandes poetas chilenos de su generación. Poesía publicada: El sermón de la montaña -1971- Áreas verdes -1974. - Purgatorio - 1982 - Anteparaíso- 1983-Canto a su amor desaparecido (1985), El amor de Chile -1994, La vida nueva (1994), Canto de los ríos que se aman (1995), Poemas militantes (2000), entre otras obras. Ha obtenido las becas Guggenheim y Andes, el Premio Pablo Neruda y, en 2000, el Premio Nacional de Literatura, entre muchas otras distinciones. INRI fue editado por Mansalva, en 2013; año en el que también publicó:   Nuevas ficciones, relatos, LOM Ediciones, Santiago. Otras obras:  Tu vida rompiéndose, antología personal, Editorial Lumen, Santiago / Barcelona, 2015;  Obra poética 1979-1994. Edición de Benoit Santini, 2 t. Colección Archivos de la Universidad de Poitiers., 2017; y en el mismo año:  Verás, antología, selección y prólogo del poeta Héctor Hernández Montecinos, Ediciones Biblioteca Nacional y  La vida nueva, versión final, Editorial Lumen, Santiago / Barcelona, 2018.






jueves, 20 de agosto de 2020

TODO ESTÁ VIVO Y ES INMUNDO (2010)



MIS HERMANAS

ARMAR EL TEATRO ENTONCES


¿Dónde están las actrices?, ¿dónde está la tramoya, el vestuario?, lo que aquí veo son cuerpos truncos de loza, yeso, trapo, piernas rotas, manos con los dedos quebrados, ojos azules desteñidos, ojos de vidrio hundidos... (es que ha pasado el tiempo) ¿qué hacer entonces?, buscar un manual, alguno habrá que nos enseñe a dirigir sus voces, maquillarlas, arreglarles el pelo, cortárselo para que puedan ser a la vez hombre-mujer-niño-niña. ¿Nos servirán estos ojos? Casi todos azules, siempre húmedos. Bueno, así son las actrices, así son las muñecas.

Mira, a esta le levantaron el brazo a la altura del pecho y está mostrando la juntura de sus articulaciones, sus dedos están rígidos y el meñique quebrado, rubio-pajizo el pelo, entreabierta la boca insinuando una lengua aguzada, dientecitos minúsculos, no todo es candor, mira, tiene una cicatriz que baja desde la frente, atraviesa la ceja y sigue mejilla abajo. Alguien quiso curarla pero hizo la hendidura más profunda y el pegamento asoma como un río de lava.

Mira, esta otra tiene la trenza deshecha y la mano con la palma hacia arriba en gesto pedigüeño, sentada así, con las piernas abiertas, el delantal oculta una parte del pecho, por eso no sabemos si es de loza o de trapo. Sus brazos están doblados a la altura del sexo, si es que tuviera sexo, tampoco lo sabemos sólo lo adivinamos, porque ahí a las muñecas las rellenan con una sarga tosca. Las piernas, como dije, abiertas en tijeras.

Esta, la de la esquina izquierda ¿qué la destaca? Nada, solamente que es rubia y se inclina.

Dejémosla.

Aquí hay otra, en la penumbra parece que va a hablar, ¿qué nos dirá si apretamos su pecho?, ¿se quejará?, su canesú anticuado, sus pliegues y la mirada azulosa nos hacen creer que sí, ¿qué es lo que tienes?, ¿por qué lloras?, le decimos, si es sólo eso, el color de tus ojos, el celeste que duele...
Pasemos a la otra.

¡Ah!, nuevamente eres tú, quieres hablar, quieres ahondar, quieres saber por qué. Es el color el que provoca pena, pero hay remedio, mira, te levantaré el vestido, te tocaré estos trapos a los que han cosido tus brazos y te diré: sana sana, potito de rana, sana sana, potito de rana

¿Ves que se pasa? Ahora tú tócate el pecho con tu mano de loza, con tus deditos fríos gastados por el tiempo, tócate el pecho y repite conmigo: ella se acercó a mí, rozó mi boca diciendo que era un juego y me enterró las tijeras, me abrió estos trapos blancos y descubrió el aserrín con el que estoy rellena, repite ahora las palabras y su eco:

hermana           dama
traición              unción

¿qué es hermana? ¿qué es dama?
¿qué es traición? ¿qué es unción?
nada           nada

¿qué son las palabras?
nada
a lo sumo aire cuando uno las pronuncia
cuando uno las escribe son nada nada

bueno, pequeña dama con ojos color de agua, ahí te dejo sobándote
tu pecho.

¿Qué más tenemos? Ah, la del pelo de paja. Está más alegre ahora, sus brazos se han juntado y parece que aplaudiera, aunque sabemos que eso no lo puede hacer, a lo más mostrar sus dientecitos. Tomada de perfil sus pestañas negras llegan hasta la frente. Es una exageración, pero así son las pestañas así son las muñecas.


Soledad Fariña



Soledad Fariña. Poeta chilena, nació en Antofagasta, en 1943. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad de Chile y Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de Estocolmo, Suecia. Ha publicado los libros de poesía El primer libro (Amaranto, 1985); Albricia (Archivo, 1988); En amarillo oscuro (Surada, 1994); Narciso y los árboles (Cuarto Propio, zooi); Donde comienza el aire (Cuarto Propio, 2006); Se dicen palabras al oído (Torremozas, 2007); Todo está vivo y es inmundo (Cuadro de Tiza, 2010); Pac pac pee pee (Literal, 2012) e Yllu (Lom, 2015). También ha publicado el libro de relatos Otro cuento de pájaros (Las Dos Fridas, 1999); las antologías de poesía La vocal de la tierra (Cuarto Propio, 1999) y El primer libro y otros poemas (udp, 2016); el ensayo Una reflexión mestiza desde la escritura de cuatro mujeres chilenas (Universidad Católica del Norte, 1994); Ahora, mientras danzamos (Pequeños Dios, 2012), un libro de sus versiones sobre poemas de Safo, y el texto dramático ip8y (Das Kapital, 2015). Ha sido coeditora de Una palabra cómplice: encuentro con Gabriela Mistral (La Morada, Cuarto Propio e Isis Internacional, 1992) y de Merodeos en tomo a la obra poética de Juan Luis Martínez (Intemperie, 2000).  Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés y están incluidos en la antología Women’s Writing in Latinamerica, Westview Press, Colorado, 1991. En 1992 se publicó en España una edición bilingüe en catalán y castellano de Albricia, Ed. Derzet y Dagó, Valencia. Sus poemas han aparecido en diversas antologías de poetas chilenos. En el año 2006 obtuvo la beca otorgada por la Fundación John Simon Guggenheim. Durante diez años (2002-2012), dictó un taller de poesía en la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales y, entre el 2005 y el 2010, clases de literatura infantil en la Universidad de Chile.





martes, 18 de agosto de 2020

DONDE COMIENZA EL AIRE (2006)



















                                           FUE ASÍ,

          duro, el amor: blandas y blancas fosas, negras, tormento y golpe
somos, caemos, arrastramos. Tu sueño se hace día, se hace noche tu sueño,
luego con él golpeas. Sangras. Hay grandes cavidades que se acercan. De la
ausencia -dirás- también puede vivirse, letras y resta y queda, amén de la piel
blanca como nicho de luz en un halo de luz, epitafio de letras, ojos, herida
larga abierta sin poder suturar, hubo tantos, tanta montaña como ahora son
nubes, tanto, y el cielo va escalando y se levanta para luego caer, caer, como
cae mi día, como cae tu noche, blanda, blanca


A Raúl Zurita



               ¿ALGUNA VEZ?

Ah, mi vieja cajita de madera
encarcelada, destituida, borrada,
tachada, desterrada, fundida,
deshinchada, desollada



¿alguna vez soñaste
ser un pájaro?


A Juan Luis Martínez



MIRANDO  LA FOTO DE UNA MUJER EN UN SILLÓN

Apoya su mano larga
en el brazo del otro, hunde la
cara en la juntura, un
montecito es el hueso del
hombro, el huso de la espalda
es otro monte agudo como un
volcán del sur, no vemos la
curva del lago de la axila, tan
tensa está la piel; el pezón se
levanta como un caracolito de
mar arrancando del pecho, tan
flaco es; lo mejor de la luz cae
en el anca, en su suave
meseta, árida, eso sí: ni un
pasto ni una hierba; luego la
piel resbala muslo abajo en
cascada; no hay oído ni oreja,
en su lugar, un pie, grande. La
alfombra que recibe la imagen
del sillón, de su piel -el tapiz-,
de la mujer, de su desnuda y
esplendente piel, está
arrugada, opaca y la mirada
vuelve a caer en el anca, en la
planta del pie, en los dedos
que asoman como gajos cortados;
no hay deseo en ese
resplandor, sólo un afán
violento por abrir el misterio
de esa anca suave que deja a
oscuras los pliegues de la
alfombra, el raído sillón, los
contornos del párpado que
                                       mira


Desde una fotografía de Claudio Bertoni


(Poemas tomados de "Pide 
la lengua" (1985-2015), 
Alquimia Ediciones, Chile, 2017


Soledad Fariña (Antofagasta, Chile, 1943)




IMAGEN: Fotografía (de la serie Desnudos 3) de Claudio Bertoni.


domingo, 16 de agosto de 2020

MANTRA DE REMOS



La idea es que la toma se prolongue fuera de la sala de cine,
la idea es quedar en estado de afecto a la realidad,
se trata de una brisa marina
que alguna vez comparé con ciertos trompetistas
demasiado técnicos o refinados,

una brisa como un sonido que empieza
en alguna parte del tiempo:

no la percibimos,
sólo la percibe nuestro inconsciente,
aunque podríamos detectarla
con sofisticados instrumentos tecnológicos;

esa brisa se desvanece
y se va inadvertida por alguna puerta lateral

pero deja el eco de su efecto:

sólo cuando pensamos en esa brisa
somos conscientes de su ausencia.

Ella quiere dejar su efecto en nosotros
y retirarse sin hacer ruido
como cuando te vas en silencio y me dejas
una prenda o una nota en la mano mientras duermo.

En cuanto al corte de cuadros, a veces es brusco
porque la realidad que propone el film
continúa o se prolonga en algún lugar

por eso cada toma es en el fondo un film infinito
por eso cada toma es en el fondo un film infinito
por eso cada toma es en el fondo un film infinito

y cada una de nuestras miradas es una toma
una toma de terreno
por eso hay que cerrar los ojos cada tanto
como recreo a la esclavitud de la mirada.

Ahora que he aprendido a olvidar
puedo hablar de esto con cierta autoridad,
me indemniza pensar en que fui yo el que puso fin
a un par de melodramas
histéricos y mezquinos.

Manguerear la vereda, el dolor: el polvo
se va por los intersticios de las baldosas
con el ritmo sereno de mi respiración.




(del libro: “Mantra de remos”,
Alquimia ediciones, 2015)

Germán Carrasco



Germán Carrasco (Santiago, 1971) es un poeta chileno, perteneciente a la llamada Generación del 90, premiado y reconocido nacional e internacionalmente. Realizó estudios de Humanidades en la Universidad de Chile. En el año 2005 le fue otorgado el premio Pablo Neruda por su trayectoria literaria. Actualmente, además de su oficio escritural en poesía, es traductor, imparte talleres literarios y es columnista de medios de comunicación. Se encuentra radicado en Santiago de Chile. Publicó los siguientes libros de poemas: Brindis, 1994. Universidad de Chile. Santiago, Chile; La insidia del sol sobre las cosas, 1998. Dolmen Ediciones. Santiago, Chile; Calas, 2001. Dolmen Ediciones. Santiago, Chile; Clavados, 2002. JC Sáez Editor. Santiago, Chile; Multicancha, 2005. Editorial El Billar de Lucrecia. Ciudad de México; Ruda, 2010. Editorial Cuarto Propio. Santiago, Chile; Ensayo sobre la mancha, 2012. Ediciones Corriente Alterna. Santiago, Chile; A mano alzada, 2012. Editorial Cuarto Propio. Santiago, Chile y Mantra de remos, 2015, Alquimia ediciones. Fue traducido al alemán, al inglés y al italiano.