ESTA BELLEZA CON QUE EL CIELO Y EL MAR HACEN
HORRORES
Esta belleza con que el cielo y
el mar hacen horrores
a la caída del sol envuelto en
su espectáculo,
en realidad irreprochable.
Esto que es como el fin de todos
los siglos: la belleza
—y yo me aflojo en su honor el
nudo de la corbata-
viene a poner en el corazón
música de ésa, sublime.
No, un silencio rayano en el
gran poema
un disco rayado
que por iguales partes es dolor
y es somnífero.
UNA NOTA ESTRIDENTE
La primavera se esfuerza por
reiterar sus encantos como si nada hubiera sucedido
desde la última vez que los
inventariaste
en el lenguaje de la juventud,
retoñado de arcaísmos,
cuando la poesía era aún, en la
vieja casa del idioma, una maestra de escuela.
Y no hay cómo expulsar a los
gorriones
de las ruinas del templo en que
el sueño enjaulado,
león de circo pobre que
atormentan las moscas
se da vueltas y vueltas
rumiándose a sí mismo:
extranjero en los suburbios de Nápoles, arrojado allí por una ola de equívocos.
A esos cantos miserables
debieras adaptar
estas palabras en que oscila tu
historia
entre el silencio justo o el
abundar en ellas
al modo de los pájaros: una nota
estridente,
una sola: estoy vivo.
(De la Antología poética:
“Sólo sé que seremos
destruidos”,
compilada por José Villa,
Ed. Gog y Magog, 2019)
Enrique Lihn (Santiago de Chile,
1929-1988)
IMAGEN: "El último viaje", pintura de Turner.
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