llevo
a mi mamá a controles de rutina,
mientras
manejo por la ciudad esquivando colectivos,
esquivando
mi propia ira, idiotas, mujeres
con
chicos en brazos, me habla
acomodándome
en
recuerdos que no me pertenecen: ¿te acordás,
Negra,
del gordo Campetella? ¿te acordás
del ahorcadito?
no sé, marni, de quién
los
vidrios, no se aguanta
el
calor, ¿dónde están
tus
otros hijos, Negra? bajá los vidrios,
marni, ¿dónde
me estás llevando? abro
de
perder, la ansiedad me lleva
por
pasajes cerrados, a ella
la
desmemoria la deja
en
un lugar que no se toca
con
la calle por la que ahora paso
con
su cuerpo somos
dos
gotas de un chaparrón
estallando
cercanas, círculos
familiares
en un vacío proyectados en
otro
vacío, la miro: es una nena vieja
que
me sonríe, ¿vine yo
de
ese cuerpo? ¿de un cuerpo
que
no conocí, irremediablemente
consumido
por las horas? y esta
mujer,
que ahora llamo mamá,
¿quién
es? ¿por qué me habla?
¿para
qué me sonríe?
¿adonde
vamos?
¿cuál
es el nombre
de
esta ciudad?
un dolor
moderado, una fiebre, la caída
el
silencio está tensado, dispuesto a saltar
sobre
las cosas, eso es lo que parece pero
las
cosas están irremediablemente clausuradas
y
todo lo que construyas, lo que digas,
la
fe que pongas en el sonido, no es
lo
verdadero
corre,
la palabra, por sobre
las
cosas, como un viento
sobre
tu cara
si
dirigís tu cara al viento,
si
abrís la boca, allí, donde el aire tiene
su
nacimiento, ¿llega el espíritu
de
la materia?
¿oís
cómo trepa, cómo se abre para vos
la
mínima puerta del reino desaparecido?
¿o
ves un pajarito? ¿o escuchás el silbido
del
hambre? la voz
del
ánima
dirigí
tu cara al viento
dirigí
tu cara al viento
(De: El viaje, Pez Ediciones, 2021)
María Elena
Anníbali (Oncativo, Córdoba, 1978)
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