Revista Ñ, Clarín, 31-05-2021
Cancelación. El notable filósofo
Peter Singer acaba de lanzar una revista académica como respuesta a los límites
cada vez mayores que se imponen a las discusiones, y los pedidos de censura
cuando un pensamiento incomoda y no es tolerado.
Peter Singer
En abril se publicó el primer
número de la Revista de Ideas Polémicas (Journal of Controversial Ideas), de la
cual soy coeditor. La revista surgió en respuesta a los límites cada vez
mayores, incluso en las democracias liberales, que se imponen a las discusiones
para considerarlas aceptables. Fue diseñada específicamente para brindar un
foro donde los autores pueden, si lo desean, usar un seudónimo para evitar
maltratos –entre ellos, amenazas de muerte– o perjudicar irrevocablemente sus
carreras.
Hubo una época en la que las
amenazas a la libertad académica en los países democráticos provenían
principalmente de la derecha. Un caso muy famoso a principios del siglo XX en
Estados Unidos fue el de Scott Nearing, un economista con tendencias de izquierda
de la universidad de Pensilvania, quien fue despedido porque su activismo a
favor de la justicia social no les cayó bien a los banqueros y líderes
corporativos del consejo de administración de la universidad.
Cincuenta años más tarde, en la
época de McCarty, mucha gente fue puesta en listas negras o despedida por
apoyar ideas de izquierda. Cuando llegué a Princeton en 1999, Steve Forbes
(quien por entonces hacía campaña para convertirse en candidato republicano a
la presidencia) pidió que se rescindiera mi nombramiento porque no le gustó mi
crítica a la doctrina tradicional de la sacralidad de la vida humana.
Actualmente, sin embargo, la
mayor oposición a la libertad de pensamiento y discusión proviene de la
izquierda. Un caso ejemplar se dio en 2017, cuando Rebecca Tuvel publicó “En
defensa del transracialismo” (In Defense of Transracialism) en Hypatia, una
revista de filosofía feminista. El artículo de Tuvel preguntaba por qué quienes
apoyan decididamente el derecho a elegir el propio género niegan el derecho
similar a elegir la propia raza. Más de 800 personas –en su mayoría,
académicos– firmaron una carta exigiendo que Hypatia retirara el artículo.
También hubo quienes pidieron que Tuvel, una joven académica sin puesto
permanente, fuera despedida.
Shannon Winnubst, una filósofa
feminista y miembro del colectivo que escribió la carta, explicó que lo hizo
porque sabía “el daño que este tipo de estudios causa a los grupos marginados,
especialmente los académicos negros y trans”. Winnubst no intenta refutar el
argumento de Tuvel, solo busca demostrar que puede ser perjudicial para algunos
(aunque sin especificar la naturaleza ni la gravedad del daño).
Cuesta imaginar un contraste más
claro con la defensa clásica de la libertad del pensamiento y la discusión que planteó John
Stuart Mill en Sobre la libertad. Mill tiene en cuenta que
permitir la libertad de expresión puede causar ofensas. “Pero no hay paridad
alguna –responde– entre el sentimiento de una persona hacia su propia opinión y
el de otra que se sienta ofendida de que tal opinión sea profesada; como
tampoco la hay entre el deseo de un ladrón de poseer una bolsa y el deseo que
su poseedor legítimo tiene de guardarla”.
Aceptemos o no el paralelo que
plantea Mill, como mínimo no resulta obvio que, porque una opinión pueda
ofender a algunos, sea ese un motivo suficiente para suprimirla. Considerar
seriamente esa postura limitaría de manera drástica el alcance de la libertad
de expresión en una amplia gama de cuestiones éticas, políticas y
religiosas.
La Journal of
Controversial Ideas es una revista académica interdisciplinaria con
revisión de pares. Las presentaciones deben superar un control inicial que
excluye aquellos artículos que, a criterio de un editor, no tienen probabilidad
alguna de recibir recomendaciones favorables de los revisores. Los que no son
rechazados en forma sumaria se envían a expertos en el tema para que los
revisen.
Los revisores consideran entonces
si la presentación discute una idea polémica y, en ese caso, la solidez de la
evidencia o el rigor del argumento. Solo las presentaciones que argumenten
adecuadamente la justificación de sus conclusiones serán aceptadas. Otros
criterios de publicación son que los artículos no deben ser polémicos en
su carácter y solo deben criticar ideas y argumentos, no a las personas que los
proponen.
Todo esto, más allá del foco
especial en las ideas controvertidas, es una característica de la mayoría de
las revistas académicas. Lo que distingue a la Journal of Controversial
Ideas, sin embargo, es la opción que tienen los autores de usar un
seudónimo para protegerse de los distintos tipos de intimidación que podrían
preocuparlos si proponen ideas controvertidas. Si, más adelante, desean ser
reconocidos como autores de sus artículos, es posible confirmar sus identidades.
Tres de los diez artículos del primer número fueron publicados con seudónimos.
Otro aspecto importante de la
revista es que cualquiera con una conexión a Internet puede leerla en forma
gratuita, sin publicidad paga. Los editores se comprometieron a no doblegarse
ante la presión pública para retirar un artículo, a menos que se demuestre que
contiene datos falsos o plagio. Debido a que la revista solo se publica en
línea, los editores no estamos en deuda con ninguna institución o editorial.
Recibimos apoyo financiero de una amplia gama de donantes que comparten nuestra
preocupación por las restricciones a la libertad de expresión, por lo que no
dependemos del favor de ninguna persona o grupo particular.
Cuando protegemos a los autores
de los obstáculos a la libertad de pensamiento que mencionamos no debemos
olvidar que en gran parte del mundo expresar ideas controvertidas,
especialmente las que critican a gobiernos o una religión dominante, tiene un
costo aún mayor. El Proyecto para el Monitoreo de la Libertad Académica (Academic
Freedom Monitoring Project) de la Red de Académicos en Riesgo (Scholars at Risk
Network) informó que durante los 12 meses previos al 10 de mayo de 2021, hubo
259 ataques a académicos, estudiantes y universidades (entre ellos, 66
asesinatos, actos de violencia o desapariciones y 92 encarcelamientos). China,
Rusia, Turquía, Irán y Birmania (después del golpe) son los responsables de la
mayoría de sus casos.
Sin embargo, expresar ideas puede
llevar a prolongadas sentencias de cárcel, incluso en países que no
consideramos dictaduras represivas. En Tailandia, a principios de este
año, una mujer a la que solo se conoce como Anchan fue sentenciada a 43 años de
prisión por publicar en las redes sociales grabaciones de audio de un podcast
que criticaba a la monarquía.
Invitamos a quienes corren el
riesgo de ser encarcelados, amenazados, hostigados o intimidados, o cuyas
carreras pueden verse perjudicadas si publican ideas en su nombre, a que nos
las envíen con un seudónimo. Las ideas bien argumentadas se sostienen y pueden
ser juzgadas por sí mismas, sin necesidad del verdadero nombre del autor.
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