domingo, 18 de mayo de 2025

THE DRY SALVAGES (de "Los Cuatro Cuartetos")

I

[Las Dry Salvages —es de suponer les trois sauvages— es un pequeño grupo de rocas, con un faro, al largo de la costa N. E. de Cape Ann, Massachusetts.]


Yo no sé mucho de dioses, pero creo que el río 
es un fuerte dios pardo —huraño, sin domar, intratable, 
paciente hasta cierto punto, al principio reconocido como 
      frontera;
útil, poco de fiar, como transportador de comercio; 
después sólo un problema con que se enfrenta el constructor 
      de puentes.
Una vez resuelto el problema, el dios pardo queda casi 
      olvidado
por los que viven en ciudades —siempre, sin embargo, 
      implacable.
Observando sus estaciones y cóleras, destructor, recordador
de lo que los hombres decidieron olvidar. Sin honores, 
      sin propiciación
de los adoradores de la máquina, sino esperando, observando 
      y esperando.
Su ritmo estaba presente en la alcoba de los niños, 
en el rancio ailanto ante la puerta en abril, 
en el olor de uvas en la mesa de otoño, 
y el círculo al anochecer en la luz de gas del invierno.
El río está dentro de nosotros, el mar está alrededor de 
     nosotros;
el mar es también el borde de la tierra, el granito 
a que alcanza, las playas a donde arroja 
sus insinuaciones de una creación anterior y diversa: 
la estrella de mar, el cangrejo de herradura, el espinazo 
     de la ballena;
las pozas donde ofrece a nuestra curiosidad 
las algas más delicadas y la anémona de mar.
Arroja nuestras pérdidas, la red desgarrada, 
la nasa de langostas destrozada, el remo roto 
y las pertenencias de extranjeros muertos. El mar tiene 
     muchas voces,
muchos dioses y muchas voces.
                La sal está en la rosa silvestre, 
la niebla está en los abetos.
                El aullido del mar
y el gañido del mar son diferentes voces 
que a menudo se oyen juntas: el gemido en los aparejos, 
la amenaza y la caricia de la ola que rompe mar adentro, 
el lejano rugir repetido en los dientes de granito, 
y el quejido que avisa del promontorio que se acerca, 
son todas voces del mar, y la sacudida boya con silbato, 
doblada rumbo al puerto, y la gaviota: 
y bajo la opresión de la silenciosa niebla 
el redoble de la campana
mide tiempo, no nuestro tiempo, hecha sonar por la ola 
      de fondo
que se hincha sin prisa, un tiempo 
más viejo que el tiempo de los cronómetros, más viejo 
que el tiempo contado por ansiosas mujeres preocupadas 
despiertas en la cama, calculando el futuro, 
tratando de destejer, desenrollar, desenredar 
y remendar juntos el pasado y el futuro, 
entre medianoche y amanecer, cuando el pasado es todo 
      engaño,
el futuro sin futuro, antes del cuarto de la mañana 
cuando se detiene el tiempo y el tiempo nunca acaba; 
y la ola de fondo, que es y era desde el principio, 
hace sonar 
la campana.

(Del libro "Poesía reunida",
Ediciones Altaya,1995)
Edición no bilingüe)

T. S. Eliot  (E.E.U.U., Saint Louis, 1888 -Inglaterra,  Londres, 1965)

(Traducción: José María Valverde)

Pueden LEER más poemas y ensayos en entradas anteriores del autor.
 

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