lunes, 1 de abril de 2013

El trompo




Cuando jugaba a los trompos con mi padre
siempre me ganaba.
Yo ponía todo mi empeño
pero era muy corto de vista, y él
siempre me ganaba.
Mi trompo giraba plácidamente en la mano de mi padre
y su trompo se escapaba por entre mis dedos.
Yo ponía todo mi empeño pero quien ganaba era él.
Y reía, no burlándose
reía como a la espera de algo que no llegaba,
una explicación,
una deducción 
que estaba al alcance de  mis ojos
pero yo era muy corto de vista.
"Hay que mirar detenidamente"
me decía.
"Hay que mirar y sacar conclusiones"
mientras mi trompo bailaba en la palma de su mano
y él reía con sus dientes chiquitos
gastados de tanto masticar, supongo
y también por el tiempo.
Un día
tras una inolvidable clase de Física en el colegio
volví a casa y le pedí  que enrollara el trompo.
Hacía casi diez años que no jugábamos a eso
y mi padre me miró de una manera difícil de describir,
con cariño,
con satisfacción,
pero  más que todo con alivio,
como diciendo "Ha llegado el momento".
Mi padre era zurdo
(siempre lo supe, pero no deduje)
y enrollaba en sentido contrario a las agujas del reloj,
por eso el trompo que él preparaba
se escapaba de mi mano torpemente diestra,
y no de la suya, astutamente siniestra.
La infancia es un despiadado campo de aprendizaje
donde las clases prácticas
se dictan fuera de horario.



LA PALABRA COMO MISIÓN

Hablaste y callé. El silencio te desquiciaba.
Yo sé que cerrar la boca a veces es necesario
pero no siempre es una virtud,
a veces es como un cuchillo que escarba,
hasta despojarte de todo.
Pero igual insististe. Lo tuyo era una misión:
"Hablemos. Para algo están las palabras."

Y te ahogaste en tu propio tumulto de voces
mientras yo me ahogaba con mi torpe silencio.
Eternos calamares en nuestra propia tinta. 



Rogelio Ramos Signes




Rogelio Ramos Signes. Escritor argentino. Nació en 1950, en San Juan donde pasó su infancia; su adolescencia la vivió en Rosario. Reside en Tucuman desde 1972. Ha publicado "Las escamas del senor Crisolaras" (cuentos, 1983); "Diario del tiempo en la nieve" (nouvelle, 1985); "En los límites del aire, de Heraldo Cuevas"; (Premio Mas allá a la mejor novela de ficción,1986); "Soledad del mono en compañía" (poesía 1994). Ensayos: Polvo de ladrillos (Libros del Hangar, San Miguel de Tucumán, 1995), El ombligo de piedra (2000) y Un erizo en el andamio (2006); y la novela En busca de los vestuarios (Ediciones del Eclipse, Buenos Aires, 2005), a la que se le concedió el Premio Alija al mejor libro ilustrado. Colabora en revistas de la Argentina, México, Colombia, Venezuela y España.






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