El sol me calienta la nuca, el reflejo de un rayo en el papel, hace que el comando superior se equivoque. Stop. Me gusta la vida detenida.
Cuando comprendas que puede ser tu último día en la tierra, pasa por mi casa. Antes, no vale la pena.
No me beses todavía. La respiración es el fuego. Tengo deseos de ser aire.
Lidiar con la bombachita por un rato me ponía irreflexiva hasta obligarlo a desplegar las alas y vapulear lo divino. Esa imagen permaneció en la boca del hombre que miraba desde abajo.
Ahora que lees; sugiero que te pegues a mi espalda, con el libro en una mano y con la otra empezá a bajarte el cierre del pantalón. Las disociaciones me inspiran. Pero cuidado, no te desconcentres.
Si me decís que soy una cereza, un plato de ravioles, porción irresistible de Pasta Frola y hasta un trago de licor de chocolate ¿por qué no me probas arriba de la mesa? Dice mi abuela, que en la cama no se come.
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