domingo, 4 de enero de 2015

VUELTERO





















Me miró de otro modo
(más allá de mi cara
la simetría
un cuerpo
una sonrisa
lo delicada)
cuando dije algo
sobre lo que para mí es
teoría de calle.
Un ejemplo
de agresividad pasiva.
El día a día
de una mujer
bien vestida y arreglada
que pasa
frente a un montón
de monos expectantes.

Me llamó dos días después.
La charla con los otros tres
había sido muy agradable.

Quería mandarme flores.
Me pareció anticuado
(aunque no reprochable).
Se hizo una cirugía de nariz.
Aunque le guste el skate
la bici o el fútbol
lo noté cuando hablamos.

Estaba feliz, si.
me invitó a salir.
Caminé con él varias cuadras.
Caminamos sin darnos cuenta.
Me daba lo mismo
cualquier lugar
donde pudiéramos charlar
contarnos cosas
dispersarme.

Mientras charlábamos
me dió a entender
que era muy linda.
Casi que me obligó a comer.
Me pidió un plato
porque él (ay)
no podía hacerlo solo.
Yo no entendí por qué.
Quería tomar un trago
pero no fué.

No sé que quiso poner a prueba
Si mis gustos
mi solidez
mi ignorancia
mis defectos
o mis conocimientos y divagues.
Parecíamos coincidir
pero se sentía incómodo.
Fue falluto
¿un poco cínico?
¿irónico?
petulante.
Yo estaba con zapatillas
en el medio de Palermo Puto.

Del Conurbano a Capital.
De humanólogo a martillero
curador de arte
¡Peronista!
(Pero nunca obrero).
De facturas con manteca
o pizza, pan, pastas
bien hechas.

Yo estuve verborrágica
no entendí si era interés
exámen de gourmet
psicoanálisis
o física cuántica.

Me pareció una estupidez
que a su edad no supiera decir no.
Ir a un cumpleaños sin ganas
y aguantar el aliento
hasta las tres de la mañana.

Yo fuí pedante
agrandada.
No pensé nunca
si era mejor
no decir nada.
El fue un histérico
arrogante.
No me importaba tanto su título.
Ni si leyó
todo Freud
y mucha literatura
antes.
Me gusta tanto la biología
como la psicología del  levante.
Yo esperaba un beso
y otras cosas
más intensas e interesantes.
El bostezó, se fué
me subió a un taxi
prometió
que repetiría.
¡Protocolo de porquería!
Me quedé pensando:
¿para qué carajo me llamaste?

A vos, vueltero, ni olvido ni perdón: masturbación perpetua.


Ana Paolini 





Ana Paolini (Buenos Aires, 1979). Estudia en la Facultad de Filosofía y letras de la UBA. Es Co-directora de la Revista Aglaura. Todavía permanece inédita. Escribe en un blog: http://placebosyliteratura.blogspot.com.ar/.







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