PIEDRITAS
Busco piedras lisas
para vos en la orilla del lago,
las busco con la vista
y estiro la mano hasta alcanzarlas
a través de la distancia
engañosa del agua.
De a ratos parece
que voy a descubrir el secreto
de la erosión y el moldeado:
las que necesito son verdes o esas
rojas que fueron ladrillos
o estas blancas de arcilla porosa,
piedritas iguales
a las que había cerca de casa.
Aparecen solas,
simples en su cama de arena
o en un montón variado, el borde
trabado bajo una roca grande.
A veces una lleva a otra, el color
empieza a repetirse
y no puedo detenerme
si no las alzo a todas, hago
movimientos rápidos
porque los dedos no toleran
la temperatura del agua,
pero sólo cuando la giro al sol
puedo saber si ésta
que brilla en mi palma
es la que buscaba,
una piedra tan lisa, tan plana
que pueda volar
desde tu mano chiquita,
rebotar una, dos, cinco veces
y volver a perderse
en el fondo del lago.
PIEDRITAS 2
Sólo ese día hizo calor,
el primero, después
se terminó el verano.
El lago brillaba
y nos sentamos a tirar piedritas
y a imaginar una vida nueva
en la que bastaría
con girar la cara
para que nos diera el sol.
Vos elegías las tuyas
cuidadosamente
y las arrojabas
con ese movimiento preciso
que me lleva siempre
directo a tu infancia.
Entonces, las veíamos saltar
dos, tres, cinco veces,
livianas, casi sin quebrar
la superficie del agua.
Yo, en cambio,
habituada a mi torpeza
dejaba que las mías cayeran
no importa dónde
que golpearan
lo mismo el agua o la tierra
como quien habla solamente
para decir estoy acá.
APRENDEMOS DE LOS PADRES
Él te acaba de explicar:
el único secreto es ir siempre
a la misma velocidad.
No sé ahora, pero puedo asegurar
que a esa edad no sentías miedo,
a alguien como vos el miedo
le lleva años
y muchas reflexiones.
Cambios, frenos, luces
ya sabemos, el hombre
crea máquinas complejas,
las maneja
pero si sólo se trata
de llegar de un punto a otro
para qué entretenernos
en ostentar habilidades.
Entonces, papá,
¡a la misma velocidad
hasta la tumba! le decís
y no porque te gusten
las frases grandilocuentes
pero acaban
de pasar el cementerio.
Los dos se ríen, él sigue
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PRIMERO
LA SEQUÍA. Isabel
Dice que su hermana se enfurece
si escucha que a alguien
le gusta el campo.
¡Le gusta el campo! ¡que se joda!
Que se joda como ese año las vacas
mugiendo de hambre toda la noche
como la gallina degollada
antes de tiempo, como nosotras
como papá, Angel y yo
usando palos de palanca
para levantar los animales
que se joda como esos palos
como los brazos
doloridos, como la lengua seca
de las vacas y el pasto muerto
como las mulas llevando el agua
y esos años de trabajo perdidos.
Dice que entiende
el enojo de su hermana,
ella en cambio era muy chica,
su primer recuerdo
son los insectos zumbando
en la penumbra de la casa
y afuera la noche
interrumpida por la queja
de los animales.
VELOCIDAD .Eduardo
Cuando yo vi esa foto
fue volver en el tiempo a escribir con tiza
mi nombre en esa puerta de chapa:
“Corredor de autos, Eduardo Gatica”. No sé
cómo pueden seguir
treinta años más tarde esas palabras azules
en una chapa oxidada. La puerta
me acuerdo, daba a una caldera
de entrada prohibida, calor y negrura.
En esta parte del mundo, tan lejos de casa
la foto de mi nombre con tiza
abre una pregunta.
Yo contesto que sí, soy el mismo.
El nombre es idéntico, la velocidad
me gusta igual que de chico.
Claudia Prado
Claudia Prado nació en Puerto Madryn, Biedma, Chubut, Argentina, en 1972. Escribió los libros El interior de la ballena (Nusud 2000); Viajar de noche (Limón 2008) y Aprendemos de los padres, un libro de collages y poemas, junto al artista plástico Víctor Florido (Rijkasakademie van Beeldende Kunsten, 2002). Codirigió los documentales Oro nestas piedras, sobre el poeta Jorge Leonidas Escudero (2008) y El jardín secreto, sobre la poeta Diana Bellessi (2012). Coordina talleres de poesía y narrativa para adultos y adolescentes. Actualmente trabaja en un libro cuyo posible título es "Primero", del que presentamos dos poemas.
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