1
Criaturas menudas, inmundas, insinuantes, están trepando
por mi columna, enroscándose (trayéndome el mensaje),
diciendo, chico, estás tú escribiendo ese gran poema
que el mundo está esperando: es que no sabes
que aún te queda por cumplir una misión que cumplir;
quizás en este preciso instante alguien esté en alguna parte
muriendo por la falta de lo que W. C. Williams dice
que tú podrías (o alguien podría) estar dando: ¿a que sí?
entonces, dicen estos menudos mensajeros, tú qué
pretendes al enseñar en la escuela (al enseñar «poesía» y
«escritura de poesía» y malgastar el tiempo pintando
cuadros menudos, sobrios, orgánicos y significativos)
cuando valores que se creían perdidos (pero tan solo estaban
revueltos y desavenidos) se hallan tirados, demolidos
y carentes de centro porque tú (o sea, yo, chico)
no lo has elaborado todo en la cara de todo
el mundo todavía: por otro lado (me digo, mientras voy
recibiendo a los mensajeros y acabando con ellos),
quién ha hecho algo o acaso cabe esperar que haga yo
algo sin lo que el mundo vaya a dejar de dar vueltas: y
ya que la SS da suficiente dinero (espero) para vivir
de ahora en adelante con elegancia y sencillez
–o, tal vez, solo con sencillez–, por qué no habría yo,
a mis 63 años de edad, de concentrarme en quitarme
de promociones y ensayar las delicias del ocio,
la despreocupación y los modestos caminos vecinales: hace
un par de meses, por ejemplo, recorrí todo el camino
desde los copos de soja (vienen tostados y prensados
y si se hierven a fuego lento están listos
en una hora) hasta los mismos brotes de soja, nada
menos que puras perlas doradas, 65 cent. la
libra en seco: se dejan toda la noche a remojo y luego
seis horas más cociendo lentamente; pero son tan baratas
que basta el paro para pagarlas, son una proteína completa,
más proteína que la carne del mismo peso, más
calcio que la leche, más lecitina que los huevos,
y en algún sitio ahí dentro el aceite que suaviza las
deposiciones, una gran virtud: me faltan tiempo y brío
para enterarme, ahora, de la asistencia a mayores y necesitados,
la semana nacional de la osteoporosis, los tours para andariegos,
la pérdida de oído, los programas de vivienda compartida, y decidir
alimentarme bien: eso para empezar… ¿por qué habría yo
de intentar escribir ahora mi poema más plano?, ¿y para
quién?, ¿para mí no?, ¿para otros?, vaya pijada, y yo
jamás he dicho eso: la Seguridad Social puede proporcionar
brotes y soja suficientes: mi casa, ya pagada después
de veinte años, está pagada ya: ya tengo a mi chaval
criado: nada de lo que pueda uno pagar al contado
parece bien valioso: esto alcanza una cota
bastante alta para mí, tan alta que no sabría
qué hacer con nada a partir de ahí, ni de ningún
lugar donde alojarlo, aparcarlo, atracarlo o dejarlo caer
de cualquier modo: elegancia y sencillez: me pregunto
si nos son necesarios esos celestiales sistemas de guía
que dan con cimas de montaña o si necesitamos los fallidos
razonamientos abstrusos de la filosofía difusa: es que no
es suficientemente sencillo y elegante creer en
cualidades –la sencillez y la elegancia– y echarle un
poco de valentía y generosidad, un punto de
responsabilidad, el ascetismo suficiente para evitar
engordar: moderación: elegante y sencilla
moderación: los árboles se definieron (hasta abarcar
definiciones varias) mediante una dinámica de
luchas (oye, ¿es que toca ya palabrería o qué?),
y así es, como si hubiera un reconocimiento
genético por el que un árbol joven se elevase y abriera
paso pasando tan solo por un espacio tomado (el parental
tampoco cedería ninguno), y, aún más:
así, los troncos, acomodados a alzarse, a alcanzar
la luz más alta y el agua más profunda, eran delgados
y se movían veloces, y esto valía porque
lo bueno de esta apretada competencia es que,
si uno triunfa en ella, cuenta con el apoyo de
toda una masa de competidores; o sea, había poco
espacio para ramas, y nada más que una mata verde
de posibilidad en la techumbre del bosque: ahora, en cambio,
de veras, fíjate en el arce de mi jardín: medró en libertad,
al descubierto, y ha crecido de más, tiene el tronco
hendido por una horqueta alta y el viento le ha
torcido y desgajado la rama más grande y más baja: ahí,
en realidad, no había apenas masificación y competencia,
y el árbol, grueso, incapaz de detener tanto ímpetu,
se alimentó de más, creció de más, y ahora tiene otra vez
la piel rota y abierta, y pueden dar con él enfermedades,
taladros de uno u otro tipo, y hongos: queda
con esto demostrado: mejor moderación impuesta
que nada de moderación: nos vinculamos a la
vida de quienes queremos y nos va entonces la vida
como les va la suya a ellos; de su dolor no nos zafamos;
sus decisiones, perjudiciales a menudo para ellos,
calan nuestro agitado dormir, se arremolinan, rebosan como
nones en nuestros sueños; nos levantamos varias veces
en una misma noche para deambular; nos levantamos por la mañana
en un mundo iracundo rumbo a ninguna parte, sin puerta:
nos arde el pecho de ansiedad y un río de
angustia nos define rápidos y estrechos en la boca misma
del estómago: cómo podemos interceder sin llegar a
interferir: cómo puede conmover nuestro amor más envolvente,
más convincentemente que nuestro premonitorio consejo.
2
Basura tiene que ser el poema de nuestra época porque
la basura es lo bastante espiritual y creíble como para
embargarnos la atención, estorbando, poniéndose por medio,
amontonándose, apestando, manchando los arroyos
de marrón y de blanco cremoso: qué otra cosa nos aparta
de los errores de nuestros ilusorios usos, no la tentación
de carecer de porquería, eso resulta remoto, y,
en cualquier caso, inimaginable, poco realista: yo nos soy un
abreboquetes o tapaboquetes: métele el dedo
a la dama (qué digo, mierda, al dique), que no derrame
el fluir de la cratividad, lo que viene aflorando, futurista,
los orígenes que fomentan la porquería: junto a la I-95, en
Florida, donde es raso el terreno como son rasos océano
y golfo, surgen montones de desechos (porque si sacas una
cosa para hacer sitio y meter otra dentro, qué ocurre con
la cosa que has sacado: lo mismo pasa con las tumbas),
se arrastran los camiones de basura como con reverencia,
como si ascendieran por zigurats hacia las altas aras
que conservan con vida gaviotas y basura, ofrendas
a los dioses de la basura, la represalia, la expectativa
realista, las deidades de ingratas necesidades:
jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas
por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven
en día y pico blancas de humedad, redondas motas
con aspecto de esputo o cremonísismos moluscos,
crudos y machacados: si este poema no es el mejor
del siglo, acaso puede tratar del peor poema
del siglo: al menos aparece hacia el final,
y así debajo de su medida puede cundir un
largo reguero de bazofia: pero arriba, en las alturas,
un humo mínimo emana día y noche la munificencia
sacrificial hasta entoldar el cielo de marrón y encerrarnos
como en una tetera bien tapada, la sempiterna llama
alimentada por esta intendencia de acres de profundidad:
la oferta gratuita de una silla de plástico paticoja:
un harapiento atuendo deportivo: la impresión de un
mainá pringada de gelatina: cómo escribir
este poema; debería ser corto, una pequeña explosión de
dúplex, o largo, pieza que caza sin veda, llega a casa
tarde, pierde la pista y la vuelve a encontrar;
debería actuar, representarse, dar ejemplos,
ilustraciones, colores, atuendos, o intensificarse
y quedar reducido a proclama, osamenta que un corpus
cualquiera alcanzaría a rodear, o acaso no debería ser nada
de nada a menos que se encuentre a sí mismo: el poema,
que trata de la idea presocrática del
eje disposicional que va de piedra a viento y de viento
a piedra (junto con elaboraciones mías, si alguna cabe),
está completo antes de comenzar, así que no es preciso
que me apresure a abreviar, aunque cualquier lector cansado
podría concluir en breve: el eje quedará bastante
claro si se embadurna aquí y allá con un poco de tinta
o está bien afinado en toda forma o tonalidad
de su revelación: este es un poema científico,
y afirma que la naturaleza modela valores, que nosotros
inventar hemos inventado poco (hemos copiado), reflejos
de posibilidades que ya estaban aquí, donde vinimos
a parar y la forma de venir: un director sacerdotal tras el
buldózer que echa negros bufidos ladea las cosechas y
lee las aves, millones de solitarias que van circundando
una cumbre común, cayendo sobre las vetas carnosas
y los inflados panecillos (¿frailecillos?): hay un montón,
además, en la mente del poeta hasta donde se remolca
la lengua muerta para que arda entera, la energía se conserva
y cobra hechura de giros y conjuntos nuevos, y la mente
se fortalece con lo que ella misma fortalece, y es que
dónde sino en el culo mismo de una caída está
la redención, dónde sino en el rebajamiento, dónde
sino en el dolor del fracaso, la pérdida y el error discernimos
nosotros las feroces aflicciones que nos hacen girarnos,
dónde sino en los arreglos a los que el amor nos arrastra
del todo, donde no queda ni un resto de nuestros alardes
sin humillar, hallamos dulce semilla de nuevas
rutas; pero somos naturales: fue la naturaleza, no
nosotros, quien nos dio pie: aun así no estamos, aun siendo
naturales, divorciados de más altas y más finas configuraciones:
tejidos y hologramas de energía circulan en
nosotros, y buscan y encuentran representaciones de sí mismo
fuera de nosotros, de forma que podemos participar en
altas celebraciones y conocer alcances de sentimiento
y vista y pensamiento tales que penetran (realmente
penetran) lejos, más lejos que estas húmedas células nuestras,
y van alzándose y pasando nuestras historias, los planetas,
las lunas y demás cuerpos localmente hasta llegar al otro lado
del polo, odnde las formas de la materia se difunden
y la energía pierde todo medio para expresarse excepto
en cuanto espíritu: ah, sí: allí, en lo que dura, donde
dura la mente y nada más, lo eterno,
hasta que pasa a ser otra pera o pez sol,
ese destello pasajero en el ojo del pez que hace
tanto que está allí, yendo y viniendo: es el
destello de la eternidad: todo se vuelve a desenvolver,
cobra forma y la pierde, palpable e impalpable,
y en una sola fase, la misma del dolor y del amor,
nosotros conocemos al otro, donde lo perdurable viene a
prevalecer, bien y sin trabas: ese cielo que mayormente
queremos es, sin embargo, este infernal fondo infestado
por reacción, el sobrecogedor culo del cielo: hay que escribir y
reescribir hasta que bien rescrito esté: si estoy en
contacto, dijo ella, entonces llevo delantera: qué
infernal forma de hablar es esa: no me puedo creer
que yo ya sea un simple viejo, cuya madre está muerta,
cuyo padre ha fallecido y muchos de cuyos
amigos y colegas se han ido para terminar bajo
tierra, que solo es viento con peso, o convertidos
en polvo, brisa más leve: pero es que, francamente, todo
esto era de esperar y no de desear: incluso
viejos árboles, recuerdo algunos de ellos, el lugar
donde se alzaban: las fotos tomadas junto a algunos:
y viejos perros, sobre todo uno negro, uno imperial,
los cuatrillizos con sus jerarquías (arquías como en Archie)
sucediéndose unos a otros, ladridos y retozos van pasando
hasta perderse como transparencias en un proyector: qué
eran entonces ellos que son ahora lo que son:
Archie Randolph Ammons (E.E.U.U., Carolina del Norte,1926-2001)
(Versión: Daniel Aguirre y Marcelo Cohen)
Creepy little creepers are insinuatingly
curling up my spine (bringing the message)
saying, Boy!, are you writing that great poem
the world’s waiting for: don’t you know you
have an unaccomplished mission unaccomplished;
someone somewhere may be at this very moment
dying for the lack of what W. C. Williams says
you could (or somebody could) be giving: yeah?
so, these little messengers say, what do you
mean teaching school (teaching poetry and
poetry writing and wasting your time painting
sober little organic, meaningful pictures)
when values thought lost (but only scrambled into
disengagement) lie around demolished
and centerless because you (that’s me, boy)
haven’t elaborated everything in everybody’s
face, yet: on the other hand (I say to myself,
receiving the messengers and cutting them down)
who has done anything or am I likely to do
anything the world won’t twirl without: and
since SS’s enough money (I hope) to live
from now on on in elegance and simplicity–
or, maybe, just simplicity–why shouldn’t I
at my age (63) concentrate on chucking the
advancements and rehearsing the sweetnesses of
leisure, nonchalance, and small-time byways: couple
months ago, for example, I went all the way
from soy fl akes (already roasted and pressed
and in need of an hour’s simmering boil
to be cooked) all the way to soybeans, the
pure golden pearls themselves, 65¢ lb. dry: they
have to be soaked overnight in water and they
have to be boiled slowly for six hours–but
they’re welfare cheap, are a complete protein,
more protein by weight than meat, more
calcium than milk, more lecithin than eggs,
and somewhere in there the oil that smoothes
stools, a great virtue: I need time and verve
to fi nd out, now, about medicare / medicaid,
national osteoporosis week, gadabout tours,
hearing loss, homesharing programs, and choosing
good nutrition! for starters! why should I
be trying to write my fl attest poem, now, for
whom, not for myself, for others?, posh, as I
have never said: Social Security can provide
the beans, soys enough: my house, paid for for
twenty years, is paid for: my young’un
is raised: nothing one can pay cash for seems
very valuable: that reaches a high enough
benchmark for me–high enough that I wouldn’t
know what to do with anything beyond that, no
place to house it, park it, dock it, let it drift
down to: elegance and simplicity: I wonder
if we need those celestial guidance systems
striking mountaintops or if we need fuzzy
philosophy’s abstruse failed reasonings: isn’t
it simple and elegant enough to believe in
qualities, simplicity and elegance, pitch in a
little courage and generosity, a touch of
commitment, enough asceticism to prevent
fattening: moderation: elegant and simple
moderation: trees defi ned themselves (into
various defi nitions) through a dynamics of
struggle (hey, is the palaver rapping, yet?)
and so it is as if there were a genetic
recognition that a young tree would get up and
through only through taken space (parental
space not yielding at all, either) and, further:
so, trunks, accommodated to rising, to reaching
the high light and deep water, were slender
and fast moving, and this was okay because
one good thing about dense competition is that
if one succeeds with it one is buttressed by
crowding competitors; that is, there was little
room for branches, and just a tuft of green
possibility at the forest’s roof: but, now,
I mean, take my yard maple–put out in the free
and open–has overgrown, its trunk
split down from a high fork: wind has
twisted off the biggest, bottom branch: there
was, in fact, hardly any crowding and competition,
and the fat tree, unable to stop pouring it on,
overfed and overgrew and, now, again, its skin’s
broken into and disease may fi nd it and bores
of one kind or another, and fungus: it just
goes to show you: moderation imposed is better
than no moderation at all: we tie into the
lives of those we love and our lives, then, go
as theirs go; their pain we can’t shake off;
their choices, often harming to themselves,
pour through our agitated sleep, swirl up as
no-nos in our dreams; we rise several times
in a night to walk about; we rise in the morning
to a crusty world headed nowhere, doorless:
our chests burn with anxiety and a river of
anguish defi nes rapids and straits in the pit of
our stomachs: how can we intercede and not
interfere: how can our love move more surroundingly,
convincingly than our premonitory advice
GARBAGE has to be the poem of our time because
garbage is spiritual, believable enough
to get our attention, getting in the way, piling
up, stinking, turning brooks brownish and
creamy white: what else defl ects us from the
errors of our illusionary ways, not a temptation
to trashlessness, that is too far off, and,
anyway, unimaginable, unrealistic: I’m a
IMAGEN: Basura de siete días, fotografía de Gregg Segal.
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