Ninguém me ama
ninguém me quer
ninguém me chama de Baudelaire
Isabel Câmara
I
¿Habrá una poesía femenina distinta, en su
naturaleza, de la poesía masculina? Y en el caso de que esa poesía especial
exista, ¿habría que buscar en ella características como una sinceridad llevada
al extremo del exhibicionismo, una sexualidad que no es sino el deseo de
hacerse amar por los lectores? ¿Podría decirse que el hombre es más intelectual
o que, por lo menos, profundiza más? ¿Será necesario vincular el sentido de la
experiencia interior a un carácter esencialmente femenino? ¿Podría decirse que
el apego a lo real es una de las características del hombre, en oposición a la
mujer?1
II
Haga una encuesta tipo Globo Repórter
[noticiero]. Salga a la calle y pregunte a los que pasan: ¿qué es poesía?; ¿qué
es mujer?; ¿de qué habla la mujer que hace poesía? Las respuestas establecerán
el sentido común de lo poético y de lo femenino.
Surgirán ciertas imágenes, a las que por convención llamamos naturaleza y
consideramos bellas. El cancionero popular. Perfume, perla, flor, madrugada,
mar, estrella, rocío, polen, corazón. Tibio, blando, sensible. Y, en aparente
contradicción: inalcanzable, inefable, profundo. La vieja contradicción que
los románticos no lograron resolver. La mujer es inalcanzable y sensual al
mismo tiempo. Carne y luz. Poesía también. Lo poético y lo femenino se
identifican.
Vayamos ahora al terreno erudito. Estoy
escribiendo acerca de dos libros de mujeres famosas: Flor de poemas, de Cecilia
Meireles, y Miradouro
e outros poemas, de Henriqueta Lisboa. Los dos han sido
publicados por Nova Fronteira, y, a juzgar por la cantidad de ediciones, se
venden muy bien. Son libros de escritoras consagradas; antologías anotadas, con
prefacios de profesores universitarios, biografías y bibliografías. El
prefacio de la antología de Cecilia se titula: “Poesía de lo sensible y lo
imaginario”. El prefacio de Henriqueta “De lo real a lo inefable”.
El titulo de los prefacios ya orienta la lectura
de estas poetisas: imágenes estetizantes, puras, líquidas. Todo aquí es limpio,
y tenue, y etéreo. El discurso y los temas deben ser Bellos: ovejas y nubes.
Hablando de, o mejor, insinuando el secreto de las cosas ocultas. Intimidad,
don mágico, pudor, semitonos, sordina, velos, matices. Lo ocluido, lo velado,
lo inviolado. La tentativa de “aprehender la esencia inaprehensible” de las
cosas. La función tradicional de la poesía (¿de mujeres?). elevación por
encima de lo real. Tonos esfumados. Nebulosas. Reflejos crepusculares. Luz
mortecina, penumbra. Bellezas mansas, dulzura. Formalmente una poesía siempre
ortodoxa, que pasó de largo del modernismo. Con un temario siempre erudito y
fino. Cecilia es considerada “la única figura universalizadora del movimiento
modernista” porque se aparta de los “vicios expresivos, de lo anecdótico y del
nacionalismo que subsistían en casi todos los poetas de entonces. Henriqueta
insiste en una poesía metonímica, de interiorización, profundización,
abstracción, en la que la naturaleza es rebaños, restos, gotas de rocío,
claros de luna, lluvias tristes, espuma entre los dedos, pájaro esquivo,
burbujas que se evaporan. Movimiento: elidir lo visible. Disolver. Abstraer.
La apreciación académica de la poesía de estas
dos mujeres, curiosamente, se asemeja a la del sentido común acerca de lo
poético y de lo femenino. Es indudable que se trata de poesía, y de poesía de
mujeres. No quiero ponerme panfletaria, ¿pero no les parece que existe una
cierta identidad entre ese universo de aprehensión de lo literario y el ideario
tradicional vinculado a la mujer? ¿El conjunto de imágenes y tonos son
obviamente poéticos, y por lo tanto “femeninos”? Subo la apuesta: ¿no habría
detrás de esa concepción líquida de la poesía un callar sintomático de los
temas relacionados con la mujer o de una posible poesía moderna de mujeres,
violenta, peleadora, vulgar, omnipotente? La crítica oficial se divide en
relación con las poetisas: unos ven en la nobleza y en la delicadeza de su
poesía algo de femenino; otros silencian toda referencia al hecho de que se
trata de poetas mujeres, como si mencionarlo fuera irrelevante frente a la
realidad mayor de la Poesía. ¿Será posible superar estas actitudes críticas?
Pensar en la recepción de la poesía consagrada escrita por mujeres como
instancia organizadora de un universo naturamente femenino,
suave. Lo natural: donde las imágenes estetizantes son eco del sentido común de
lo poético y de lo femenino.2
III
En esta poesía todo resbala, fluye y camina. Y en
todo esto hay una delicadeza femenina, que aflora en las cosas, en los seres,
con dedos fugitivos que hechizan al tocar. Pero ya desde ahí la poesía se da a
la fuga. Esos dedos no agarran: intuyen, para luego transfigurar. Las manos a
las que pertenecen son manos de hada. La sensualidad se volatiliza o se hunde
en golfos de afectividad tan aguda y dilatada que conduce a la intelección del mundo. Como los oídos del ciego que llegan a
sustituir la vista, el sentimiento de Cecilia Meireles adquiere ojos que
traspasan los fenómenos hasta llegar a la esencia.3
IV
Cecilia
levita como puro espíritu... Por eso se mueve, “viaja, sueña con navíos, con
nubes, con cosas errantes y etéreas, móviles y espectrales, transformando ese
itinerario en poesía pura.4
V
Veamos
ahora otra de las muchas excepcionalidades de C. M.: la construcción,
rectifico, la composición de una poesía densamente femenina; no solo poesía
hecha por alguien que es mujer, sino poesía que es obra de mujer, un sinnúmero
de perspectivas sobre las cosas que los hombres jamás tendrían, una de cuyas
grandes fuerzas es la delicadeza, delicadeza de poeta que transfigura la vida
en canto...5
VI
No dejo de
reconocer que hay elementos comunes en Cecilia Meireles y en Henriqueta
Lisboa. Sin embargo, muchos de esos elementos son producto del azar... En
Cecilia Meireles todo es océano, la tierra, la vida, todo es una ola que viene y
va, sin dirección y sin velas, el poeta. El mar es antes que nada la imagen de
un sentimiento, de una experiencia psíquica. Pero también encuentro ese
sentimiento en los novelistas fenomenológicos, de Kafka a Camus, y por eso no
puedo considerarlo un elemento puramente femenino.
Esto sucede
porque lo femenino solo existe en la sexualidad. En todos los otros aspectos
de la vida, el elemento dominante es lo social, y el ser construido por la
cultura propia del medio y de la época. Por lo tanto, cada vez que nos alejamos
de la pura sexualidad resulta difícil distinguir lo femenino de lo masculino, a
no ser por ciertos detalles complejos de definir: el gusto por la música
opuesto al gusto por la plástica, una cierta prolijidad opuesta a la rigidez de
la forma. Pero aun así, todavía estamos
en medio de lo social, y una prueba de eso es que, según las épocas, el pudor o
el exhibicionismo, son indistintamente considerados atributos de la
sensibilidad femenina. Por otra parte, nos encontramos de nuevo con la ley del
límite y del nivel, tanto en el terreno de la oposición sexual como en el de la
oposición de clases, y con la mujer que quiere penetrar en el dominio masculino
para ponerse en el mismo nivel del hombre.
En el
fondo, la idea de buscar una poesía femenina es una idea de los hombres, la
manifestación, en algunos críticos, de un complejo de superioridad masculino.
Necesitamos abandonar esa idea, ya que la sociología nos enseña que las diferencias
entre los sexos son diferencias culturales, de educación, antes que
diferencias físicas. Si tenemos en las manos un libro de versos, no nos fijemos
quién lo escribió, abandonémonos al placer.6
VII
¿Cecilia
Meireles y Henriqueta Lisboa? Hablamos de mujeres, y me parece imprescindible
tenerlo en cuenta. Considerarlas poetas es hacer crítica literaria tout
court, y puede incluso ser machista. Condescendiente. No ayuda
mucho. Las mujeres escritoras son escasas, y el hecho de que sean mujeres
importa. Las mujeres fueron una parte importante del público lector de
literatura, pero raramente integraron el grupo de los productores de
literatura. En Brasil, las escritoras se cuentan con los dedos, y cuando se
piensa en poesía, el primer nombre que aparece es el de Cecilia Meireles. Y es
exactamente por eso que Cecilia define el lugar que las mujeres ocupan en el
mundo de la poesía. Cecilia sirve para establecer parámetros: del discurso
noble, del buen decir, del lirismo distinguido, de la delicada perfección.
Cuando las mujeres comienzan a producir literatura, se encarrilan en esas vías.
Nótese que no estoy criticando a Cecilia, sino examinando la recepción de su
poesía y el lugar que ella inaugura. Cecilia es una buena escritora, en el
sentido que posee técnica literaria y sabe hacer poesía; pero, como es sabido,
no representa ninguna intervención renovadora dentro de la poesía brasileña.
La modernidad jamás tocó a estas poetisas, que jamás abandonaron el buen decir
y el discurso estetizante. Baudelaire ya había trastornado la rígida relación
entre poesía, buen decir y asunto elevado, provocando el escándalo que instauró
la modernidad poética. El modernismo brasileño se abrió a la modernidad, y
Cecilia y Henriqueta continuaron con su tono eternamente aristocrático,
elevado, perfecto.
Lo que importa aquí es que Cecilia, y Henriqueta
después de ella, terminaron por definir la “poesía de mujeres” en Brasil. Y en
esas aguas se embarcaron las otras mujeres que vinieron después. Resulta
curioso que ninguna mujer haya producido poesía modernista: irreverente,
cuestionadora, imperfecta como no debería serlo... Cecilia es virtuosa, tiene
bellos poemas, y est toujours une femme bien élevée. Ambas son figuras
consagradas que nunca causaron demasiada inquietud. Pero no es la consagración
lo que critico, ni tampoco la marca aristocratizante. Simplemente, me parece
importante considerar la impronta femenina que ellas dejaron, aunque por su
parte jamás se posicionaran como mujeres. Marcaron, no una presencia de mujer,
sino el discurso que debe tener una mujer, la nobleza, el lirismo y el pudor
que deben caracterizar la escritura de las mujeres. Sabemos que existen hombres
que hacen poesía de esta manera. El propio Drummond terminó por aristocratizarse
para nunca más volver. Lo que a mí me gustaría saber es por qué las poetisas
brasileñas optaron por esa vía y no por otra. ¿Por qué las mujeres, cuando
escriben, se limitan a este tipo de producción?
Digo más: no pretendo defender la poesía de lo
cotidiano, ni lo prosaico, ni el realismo contra las “abstracciones” en general
y la poesía del 45 en particular. Percibo en la crítica brasileña una cierta
confusión entre aristocratismo y universalismo, o entre local y nacional.
Desde la óptica del país colonizado y dependiente, “universal” y “local son
conceptos no tan sencillos, como han mostrado Schwarz y Candido: son elementos
de la dura dialéctica de la dependencia y de la tentativa de “construcción de
la nacionalidad”. Lo universal puede ser un elemento de esa construcción. Y lo
local puede vaciarla, como ocurre con ciertas formas del regionalismo. Pero,
en fin, esa es harina de otro costal. En todo caso, no le encuentro sentido a
valorizar a Cecilia porque su poesía es “universal”, por oposición al
modernismo, que es tan “local”. O, al contrario, acusarla de aristocratizante y
desnacionalizante por oposición a un modernismo prosaico y nacional.
Indiscutiblemente, estamos frente a escritoras
mujeres. E incluso, aunque no lo digamos, la crítica así las agrupa y las
juzga. Estamos ante una determinada lectura que “feminiza” la producción
femenina. Propongo hacer un relevamiento de la crítica sobre esas poetisas,
especialmente sobre Cecilia, para delinear un bello retrato de (literatura de)
mujer.7
VIII
Sé que hay jóvenes que venden su cuerpo, única
posesión real, a cambio de una buena cena en vez de un sándwich de mortadela.
Pero la persona a la que me referiré no tiene un cuerpo para vender, nadie la
quiere, es virgen e inocua, y
nadie la necesita. Por otra parte
—descubro ahora— yo tampoco hago la menor falta, y hasta lo que escribo podría
escribirlo otro. Otro escritor, sí, pero tendría que ser hombre, porque una
escritora mujer podría ponerse demasiado sentimental.8
IX
Étrange occupation que celle à laquelle nous allons
attacher ici: dépoétiser. Supprimer la magie évoquée par cette faulté qu’on appelle aussi (aussi trompeur que les
autres) el dont sixiènne sens hommes parlent avec un sourire attendri et
condescendent.9
X
En cuanto a Drummond: ¡qué alter ego! Henriqueta Lisboa incluye en Miradouro un ''Saludo a Drummond” que comienza así: “Yo te saludo, Hermano
Mayor”. Es una loa cargada de envidia incestuosa, rematada con pimpollos de
rosa y las más puras margaritas. Veo en este poema un movimiento sumamente femenino, en el que la pureza, la delicadeza y la buena educación se entienden
como femeninas. Un movimiento de evitar conflictos, de adorar al Hermano que
escribe la poesía que nos gustaría escribir, o de leer en ella aquello que
leemos en nosotras: las dimensiones trascendentales, la creciente purificación
del estilo, el clasicismo fiel, la inigualable elegancia. Hubo un día en que
esa poesía nos encantó superlativamente. Su música entonaba lo Bello. Todas le
escribimos poemas a Carlos Drummond de Andrade, sobre todo desde Claro
enigma en adelante.
Mientras se
ponía el vestido azul con margaritas amarillas
y se
peinaba el cabello hacia atrás, la mujer dijo en voz alta:
“Envidia
es esto, yo
tengo envidia de Carlos Drummond de Andrade,
a pesar de
nuestras extraordinarias semejanzas”.
Y descifró
la incomodidad de su existencia junto a... [...]
Un día
hicimos un verso tan perfecto
que la
gente se echó a reír. Desde entonces persiste
en mí la
rabia incontenible
cada vez
que citan su nombre o le dedican poemas.
Y así completo mi cuaderno de versos,
que es una
sola pregunta, y ni siquiera original;
“¿por qué
no nací como una simple luciérnaga?”.
Solo a
punta fina de cuchillo, al quiste de mi envidia
se le
quitan las partes malas, como a la papaya madura.
¿Soy yo el
poeta? ¿Soy yo?
Si hay una
respuesta verdadera,
zpodré amarlo.10
Los versos son de Adélia Prado. Adélia es
un raro y buen ejemplo de otra vía, de una producción de mujer alternativa a
la vía de Cecília/Henriqueta, entre las que no pertenecen a la nueva
generación. Adélia es una de las pocas que no siguen los pasos de la Hermana
Mayor. Hipótesis: Adélia supera la feminización del universo de las imágenes
mediante la feminización temática. Ser mujer es el tema y motivo de su
producción, que con artificios narrativos atravesará la ineludible envidia
hacia el Hermano. Envidia explicitada, tematizada, literariamente producida.
Nótese que este poema narra la envidia de un
personaje: mujer. Las margaritas son las del vestido del personaje, desmetaforizadas,
una información útil para contar una historia. Y no las margaritas puras de
Henriqueta, imagen codificada que la mujer escritora irá desentrañando, señal
de su elevación hacia lo sublime.
XI
Por supuesto que, como todo escritor, siento la
tentación de usar términos suculentos; conozco adjetivos esplendorosos,
sustantivos carnosos y verbos tan delgados que atraviesan agudos el aire en
busca de acción... Puesto que la palabra es acción, ¿o no están de acuerdo?11
ERRATA
Y de repente, dos años después, en contacto con
cierta producción poética que hoy escriben las mujeres brasileñas, todo este
debate sobre la poesía escrita por mujeres me parece rápidamente anacrónico. La
nueva producción y el feminismo militante se dan la mano y mutuamente se
conminan a despoetizar, a desmontar el código que define lo femenino y lo
poético. Cecilia y Henriqueta no serían más que dos ejemplos típicos de un
viejo y remanido retrato del lugar (la posición) de la mujer. Pero las niñas
buenas ya no están a la orden del día. La militancia instrumenta con furia una
pirueta circense, una dialéctica del conflicto, una errata diabólica. Donde
antes se leía flor, claro de luna, delicadeza y fluidez ahora se lee sequía,
rispidez, violencia sin pelos en la lengua. Entran a escena la chica libre de
malas costumbres, la prostituta, la lesbiana, la masturbación, la cogida, el
orgasmo, la palabrota, la protesta, la marginalidad. Toda la operación me
parece una manera inocua de dar vuelta la taba, una proeza militante de
trueque en la que los poemas en sí mismos importan menos que cierta poética de
la nueva “poesía de mujeres”: la salpicadura de barro en el pantalón blanco, la
trompada en plena cara, el cuerpo a cuerpo con la vida y otras joyas de la
ideología de esa literatura que defiende una causa y refleja una realidad. La
nueva (?) poética invirtió los presupuestos bien comportados del linaje
femenino e hizo, de esa inversión, su bandera. La mujer ya no se pone
sentimental: escupe a los cuatro vientos que ayer se masturbó en la cama y es
desafiante, chispeante, perniabierta. ¿La escritura de las mujeres enarbola
hoy la bandera feminista, después de haber cosido el viejo código a contrapelo?
¿La poesía femenina es la que hoy nos grita en la cara todo lo que jamás
podríamos esperar de una dama? La producción de las mujeres vuelve a ser
problemática. Marcada por la ideología decontracté
y por la aflicción hiteana de decirlo
todo, sin ahorrar los “detalles más chocantes”.
Me parece que este dar vuelta la taba es más de
lo mismo: nuevamente recorta, con precisión cierta, el espacio y el tono
exactos en que la mujer (ahora moderna) debe hacer literatura. Es ahí, en ese
dar vuelta la taba, donde debe reconocerse la “verdadera posición de la mujer”.
Y una vez más se establece el lugar preciso que la mujer debe ocupar para
reconocerse como mujer. Se cerró el ciclo de reaprehensión de la literatura
femenina. Volvimos al punto de partida. No, todo este debate no se vuelve
anacrónico tan rápidamente.12
(Publicado en 1979, en la revista Almanaque
10, Cadernos de Literatura e Ensaio)
(De: ”El Método
documental”,
Libro obsequio de la
poeta
Valeria Cervero)
Ana Cristina Cesar
(Traducción: Teresa Arijón
y Bárbara Belloc)
[1] Preguntas retóricas tomadas del artículo de Roger Bastide “Poesia masculina e poesia femmina”, en O Jornal, Río de Janeiro, 29 de
diciembre de 1949.
2 Referencia a los prefaciones de Darcy Damasceno y Maria José de Queiroz, publicados respectivamente en: Cecilia
Meireles, Flor de poemas, Río de Janeiro, Nova Fronteira, 1972: y Henrique- ta
Lisboa, Miradouro e outros pormas, Río de Janeiro, Nova Fronteira, 1976.
3 Cunha
Leäo, “Um caso de poesia absoluta”, en Cecilia Meireles. Obra poética, Río de Janeiro, José Aguilar, 1958.
4 Menotti
del Picchia, “Sobre Vaga
música'”, ibidem.
5 José Paulo Moreira da Fonseca, “Cançôes de
Cecilia Meireles”, ibidem.
6 Fragmentos
del artículo de Roger Bastide ya citado.
7 Tomado de una entrevista concedida por Sylvia
Riverrun en mayo de 1977.
8 Clarice Lispector, A hora da estrela, Río de Janeiro, José Olympio, 1977.
9 De un panfleto feminista de IDAC (Institut d’Action Culturelle, en Ginebra,
Suiza).
[1]0 Poema de Adélia Prado del libro Bagagem, Río de Janeiro, Imago, 1976.
1[1] Clarice Lispector, A hora da estrela, Río de
Janeiro, Rocco, 1977.
[1]2 Adenda a la entrevista mencionada, enviada
por Sylvia Riverrun desde Texas en marzo de 1979, después de haber entrado en
contacto con la reciente producción poética de las mujeres en Brasil.
Ana Cristina Cesar nació en Río de Janeiro en 1952 y murió en
la misma ciudad, en 1983. Fue licenciada en letras, periodista y lingüista
especializada en inglés. Como traductora, estudió en Inglaterra, donde se
graduó como Master of Arts (M. A.), en el área de Teoría y Práctica de
Literatura y Traducción Literaria. Tradujo al portugués con especial felicidad
textos de Katherine Mansfield y de Emily Dickinson. En el año 1978 publicó
Escenas de abril y Correspondencia completa. En 1980, se editó en Inglaterra su
obra Guantes de gamuza, y en Río de Janeiro, en 1982, apareció A tus pies, cuya
segunda edición se presentó en 1983. En el año 1985 la Editora Brasiliense
publicó Inéditos y dispersos, recopilación póstuma de su obra realizada por sus
padres, Waldo y María Luiza Cesar, y por el poeta Armando Freitas Filho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario