Los hombres
y las mujeres de este pueblo
andan
descalzos, pisan desnudo.
Ni el sol
ni la lluvia ni la sombra
los hace
felices o tristes; ellos
pisan
desnudo, sin codicia.
Los hombres
y mujeres de este pueblo
afilan
piedras, engendran, festejan
con vino,
tienen sueños nocturnos, mueren.
En silencio
miran y pisan la tierra desnuda,
la
aprietan, amontonan huesos, los tapan.
La gente de
este pueblo es pobre y no
piensa más
allá, no habla al futuro:
sólo
apisona, ni feliz ni triste, y
con huesos,
piedras, sueños, cubre
y descubre
lo que un día ha de nombrar:
memorias,
involuntarios recuerdos, épicos
asuntos.
EN LA NOCHE
Alzo un vaso
tomo un vaso espeso de vino
tomo y alzo
un pasto
liquido
púrpura
un borravino contra el labio
que va
del vaso que alzo
y tomo
al labio
la garganta
y llega
rugoso o
hecho de ceniza
hasta ese
recuerdo
que fue gesto
o caricia
en algún
impreciso o basto anochecer
ECOS Y
SONIDOS
Como una trama
que se teje y desteje,
entre agujas, es el poema. Allí crece
y se aburre
y en un punto decae.
Entonces
vuelta, hilo con hilo, nudo,
choque de
agujas para mangas desiguales,
largos
desparejos.
El poema no
quiere ajustarse al cuerpo,
repetirlo,
calcar; el poema quiere
coser y
entrelazar, insomne, disonante,
el mundo. Y
yo.
SOLA
Hace que se arrastra, que
camina, que vuela.
Que está sorda ciega y sorda y
muda. Que no está.
Que es otra.
Hace de encerrada en un jardín,
como sombra,
voz sin nadie entre el olor
malsano de las flores
y los silbidos del viento; pero
llama, se muerde,
parte la lengua.
Hace, rota, partida, nuestros
días y noches:
como novia, muerte, niña.
Jorge García Sabal (Balcarce, Provincia de Buenos Aires,
1948; CABA, 1996)
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