jueves, 26 de septiembre de 2019

CRÓNICA DE LA MUERTE DE MI MADRE






















Fui a despedirme de mi madre,
ya no nos veríamos más
estaba preparado para decirle muchas cosas
a manera de consuelo.
Uno quiere dejar algo
en el velo de la partida
pero ella a los noventa
no tenía tiempo para actuaciones.
Caminaba por el pasillo
entre su departamento
y el de la vecina
y volvía,
iba y volvía,
quien sabe que rostros
poblaban esa caminata
en la oscuridad del pasillo.
Se agarraba de las paredes
para no perder la dirección.
Guardé las actuaciones
para mis propios rostros.
Uno quiere dejar algo
cuando se queda,
agarrándome de las paredes
sin dirección:
no había nadie detrás.



Mi madre desgrana la historia
de la hija preferida
quien huye del dolor insoportable de la separación.
Estas mujeres tratan de transmitirme algo importante
de la relación entre la madre y el hijo,
algo sobre la gentileza
que siempre me faltó,
a lo que no tuve acceso porque soy varón.
Es una historia heroica donde se mezclan las virtudes del alma
con grandes pasiones sociales,
mi madre insignificante entre sus hermanos,
ignorada por sus padres
se suma a la epopeya ficticia
que ha vivido estos años,
donde repite sus historias
saltando la frontera prohibida
entre la cordura y la locura,
en un ejercicio íntimo y placentero.
Pero la historia se vacía,
se nutre de su propia debilidad,
ahogada en el abismo de la muerte.
Ella quiere que le haga la corte,
que la peine, que la saque a pasear;
la vieja sueña que es una novia,
recibo el almizcle de sus ardores juveniles,
es primavera
y el sol arde en mis mejillas,
me cuenta que salvó a un niño que no conozco
de los golpes de su madre celosa,
cuando quiso matarlo.
Me habla de mi hermano muerto
cuando lo arrancaron de sus entrañas:
tenía un gato dentro,
un gatito
que jamás se movió.
No es fácil la muerte del ser humano,
tristeza
plena presencia
en esta primavera ardiente.
  
                                                                                                                                        Gentileza del autor)

Enrique Meler



Enrique Meler nació en Buenos Aires en 1951.  Es un autor muy prolífico. Tra­bajó como profesor en la cátedra León Rozitchner en la facultad de Ciencias Sociales. Ha dado múltiples conferencias. Actualmente vive y tra­baja en Buenos Aires. Sus publicaciones:  Los hijos; poesía, Tierra firme, 1999;  El legado de la ilustración (Del Signo, [ 2009); Perplejidades acerca de la conciencia desventurada (Del Signo, 2010); El Camino del cisne (Del Signo, 2010);  Diápora estado y decadencia (Del  Signo, 2009); Errática (Del Signo 2011); El caballo de Wagner (Del Signo 2010) y La lealtad de la traición (Del Signo 2014).






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