sábado, 28 de septiembre de 2019

TODO EL TIEMPO DE CERO *





















Todo lo que sonó en las habitaciones contiguas
no solamente los sonidos que hicimos
gran disco hicieron.

No sólo el recuerdo de un primer plano de dientes,
la lentitud compartida, mirar figuritas, un arco.
Deseábamos
los paquetes vacíos,
la boca, los hombros, el nombre del héroe.



Conseguíamos, seguíamos
con planes mudos para la mañana,
era la misma canción con estribillo de horno.
Con estribillo de todo lo que suena alrededor quema.

De este brasero para la memoria
sólo podría sacarse algo empuñando una firme tenaza,
tenaza nunca vista.


Era hermoso ir a su casa, ver la parte de atrás de su pieza,
esas cajas oír, conocer el lugar.
Ahora que ya no lo visito y nadie vive en esa,
imagino su pieza, quién la camina,
la veo con la luz apagada.
Peso un colchón, una bandeja,
peso las camperas con la luz apagada.
Sin estar adentro imagino,
la oigo y no sé
si en la vida real su música es mejor.
¿Habrá alguna música mía en su cabeza?


Siento la novedad blanca y negra.
El espacio de la pieza
donde tocamos y él dormía.
Cuadro por cuadro desarmo.

La novedad blanca y roja.



No hay una idea de lo que es algo en otra persona.
Es imposible medir en otra persona;
con qué sonidos se excita, con qué calor se retrae o dilata.


Si construyo el espacio de la pieza
me da un presentimiento de abismo.
Se despliega de los ojos a la panza
un hilo de llama que no se desenvuelve.



La primera vez que oí música en su pieza
pasó lo del hilo de fuego:

pensé que me iba a quedar
tomando de su cuerpo contra la pared,
que me iba a quedar en al tiempo en la pieza y pasó.




En el recuerdo
una conversación al pasar puede ser agua estancada,
basura quemada de la conversación en un pozo.

Desde el fondo del pozo, ese olor vuela,
hacia otros lugares se esparce,
hacia el resto de las casas donde la gente está por dormir.


…Ahí empezaba a prenderse el silencio
y un aislante se infló alrededor nuestro
conservándonos al vacío, separándonos para el futuro.


Las partes desmembradas ofrecen una canción extraña.
Arman una secuencia de movimientos,

imágenes en primer plano y, de fondo,
un misterio derruido de máquina humana.
Derruido ese fondo permite deshacer, subir y bajar.

Por los oídos me entra
y desde la boca al cerebro y del cerebro a los ojos
se queda y se hamaca un recuerdo.




Paula Peyseré


*Todo el tiempo de Cero, (Ed. Club Hem, 2015) es un solo poema largo dividido por espacios en blanco; a este libro pertenecen los fragmentos que presentamos.  



Paula Peyseré. Nació en Buenos Aires en 1981. Integró los colectivos artísticos lamarencoche y MareMagnuM. Publicó La racha (2003), Llorona (2004), ¡España, qué hermosa eres! (2005) y Palpito (2007) en Guacha Editora;  Las afueras (2007), bajo el sello editorial Siesta; Predicciones en Ediciones Presente, 2012; y Telepatía, 2012, en Determinado Rumor.





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