Todo lo que sonó en las habitaciones contiguas
no solamente los sonidos que hicimos
gran disco hicieron.
No sólo el recuerdo de un primer plano de
dientes,
la lentitud compartida, mirar figuritas, un arco.
Deseábamos
los paquetes vacíos,
la boca, los hombros, el nombre del héroe.
Conseguíamos, seguíamos
con planes mudos para la mañana,
era la misma canción con estribillo de horno.
Con estribillo de todo lo que suena alrededor
quema.
De este brasero para la memoria
sólo podría sacarse algo empuñando una firme
tenaza,
tenaza nunca vista.
Era hermoso ir a su casa, ver
la parte de atrás de su pieza,
esas cajas oír, conocer el lugar.
esas cajas oír, conocer el lugar.
Ahora que ya no lo visito y
nadie vive en esa,
imagino su pieza, quién la camina,
la veo con la luz apagada.
imagino su pieza, quién la camina,
la veo con la luz apagada.
Peso un colchón, una
bandeja,
peso las camperas con la luz apagada.
peso las camperas con la luz apagada.
Sin estar adentro
imagino,
la oigo y no sé
si en la vida real su música es mejor.
la oigo y no sé
si en la vida real su música es mejor.
¿Habrá alguna música mía en su
cabeza?
Siento
la novedad blanca y negra.
El espacio de la pieza
donde tocamos y él dormía.
Cuadro por cuadro desarmo.
La novedad blanca y roja.
No hay una idea de lo que es
algo en otra persona.
Es imposible medir en otra
persona;
con qué sonidos se excita, con
qué calor se retrae o dilata.
Si construyo el espacio de la
pieza
me da un presentimiento de
abismo.
Se despliega de los ojos a la
panza
un hilo de llama que no se
desenvuelve.
La primera vez que oí música en
su pieza
pasó lo del hilo de fuego:
pensé que me iba a quedar
tomando de su cuerpo contra la
pared,
que me iba a quedar en al tiempo
en la pieza y pasó.
En el recuerdo
una conversación al pasar puede
ser agua estancada,
basura quemada de la conversación
en un pozo.
Desde el fondo del pozo, ese
olor vuela,
hacia otros lugares se esparce,
hacia el resto de las casas
donde la gente está por dormir.
…Ahí empezaba a prenderse el
silencio
y un aislante se infló alrededor
nuestro
conservándonos al vacío,
separándonos para el futuro.
Las partes desmembradas ofrecen
una canción extraña.
Arman una secuencia de
movimientos,
imágenes en primer plano y, de
fondo,
un misterio derruido de máquina
humana.
Derruido ese fondo permite
deshacer, subir y bajar.
Por los oídos me entra
y desde la boca al cerebro y del
cerebro a los ojos
se queda y se hamaca un
recuerdo.
Paula Peyseré
Paula Peyseré. Nació en Buenos Aires en 1981. Integró los
colectivos artísticos lamarencoche y MareMagnuM. Publicó La racha (2003), Llorona
(2004), ¡España, qué hermosa eres! (2005) y Palpito (2007) en Guacha Editora; Las afueras (2007), bajo el sello editorial
Siesta; Predicciones en Ediciones Presente, 2012; y Telepatía, 2012, en
Determinado Rumor.
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