No sé tu sexo sino el desliz
Sino
perdidizo no sé tu eco
Si no
es tu eco será el rocío
El
ocio minucioso del minúsculo
trastorno
intercambiar en carne
propia
la pulpa recién despierta
Postrimerías
de la jugosa noche
Pronto
albor no abolirás la máquina
de
filtrar este parloteo de gotas
Ser
el gotero el recipiente pendiente
de tu
lóbulo ola del ardor la bocamaga
No sé
mirarte ni confiarte estas secretas
Adonde
cicatrizan dibujos más que ajustar
Dama
de lotos del códice pasajero me inclino
en la
veranda del vermut donde se junan lobos
Sin
espaldas en lodo cada recodo de bobera triza
el
ocular globo oculta ahúma suma confitura al recoveco
Cada
eco que inclínase hace nacer al abismo
Transparencia
don de la estrella
Al remontar
a Venus por el lomo
Pendiente
de tu hombro de cruda
(De: Olla de grillos)
NO
ERA NECESARIO DOBLEGAR EL DOLOR,
apagarlo como a un fósforo —efímera
eficiencia de los frotes— contra el
pavimento
o la impavidez del contacto prisionero
de un esmerado amor por el cero,
por el afeite del gesto, por las dunas
que adensa la mano con su gasto,
cuando tocar no encuentra salida
sino en todo entrada y troca su
canción
con la oración del espejismo,
la entrañada luz de los azotes
veloces,
roces se dirían abismo, porque no da
descanso la calma diminuta que rocía
con las simientes del vuelo, con el
celo
del azoro y el ardid y desnudez
continua
que es esta vez y siempre una
corriente
lunar mezclándose al semen, allá
en las cosas o acá en la serie
del cemento: tras de la agitación
palpita de traje la pulpa de un latir,
Vía
Láctea, branquia, pepita, célula
del nadir, brazada del nadar
sin océano en el fondo y sin mirada.
(De Sangrado,
Bajo la luna, 2006)
Reynaldo
Jiménez (Lima, Perú, 1959- Vive en Buenos Aires desde 1963)
No hay comentarios:
Publicar un comentario