Plegaria
Santa
madre de las bibliotecas
vos que
podés poco
como yo
rogá por
nosotros
tus
fieles
y por
nuestros hijos
librálos
de todo
mala men
te
protegélos
del fuego
accidental
deliberado
de las
ratas
del sol
el agua
el aire
las
polillas
de
lectores ladrones
maniáticos
coleccionistas
dañinos
de
bibliotecarios aburridos
incompetentes
descuidados
de
mudanzas
reorganizaciones
inventarios
de la
falta de espacio
de
presupuesto
de las
consecuencias del progreso
a veces
torcidas
de los
errores humanos
voluntades
al margen
y más si
son buenas
de tanto
que no sé
ni puedo
prever
rogá por
ellos
señora
hacé que
se multipliquen
sus
ediciones sin erratas
en todas
las lenguas
rogá con
el mazo
señora
para que
no mueran
los lean
otros
despacio
se
acuerden de mí
por siempre jamás
Confesión
La tapa
del escritorio
que fue
de nuestro padre
y hoy
tiene mi hermano
está
vencida
desde
hace años
como
treinta y cinco
y nunca
fue arreglada;
simplemente
uno no se
apoya en ella
y
para
mantenerla cerrada
coloca en
la parte superior
en la
hendija
un pedazo
de papel doblado
que ayuda
a sostenerla.
Si
intento ser preciso
en la
descripción
es porque
soy el culpable;
fui yo
apoyado
en ella
pensando
intensamente
en una
mujer
que me
gustaba
cuyos
ojos y tetas
y piernas
y labios y pelo y risa
—nunca se
lo dije
¿morirá
sin saberlo?—
fui yo el que la rompió
(del libro: CANTOLOGÍA POETICA 1975-2019;
Librería Hernández; gentileza del autor)
Dario Canton (9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1928)
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