sábado, 30 de abril de 2022

AMOR SE FUE














MIENTRAS DURÓ
 
Vivamus, atque amemus
 
Los mil y cien besos
y cien mil más,
besos sin cuenta
de Catulo y Lesbia,
o el único, prolongado
beso de Paolo y Francesca
persisten, nos buscan,
son nuestros,
más sin cuenta
y más sin fin.
 
 
Estás en mí
 
Estás en mí como una luz
que no se apaga nunca.
Bueno, no exageremos,
no un sol
ni un faro,
apenas un candil
en el cuarto del niño temeroso,
un pabilo nadando en aceite
en el sagrario de la oscura catedral
o un incesante cigarrillo
que alguien alienta
detrás de un vidrio
al fondo de una sala nocturna de hospital.
 
 
CUANDO SE FUE
 
Como Cleopatra
 
Sucesores herederos
de los testigos que vieran
al áspid trepar
desde la mano
que abrió la tapa
y se introdujo en el canasto,
los orfebres desde hace siglos
hacen de las serpientes
largos enroscados brazaletes
rematados
en una cabecita de platino
con ojos de esmeralda
y lengua de oro
dirigida hacia el corazón.
Así mis manos te buscaron
y quedaron quietas
mientras las tuyas
treparon por mis brazos
y cuando terminaron de subir
y se deslizaron
por mi pecho
yo ya estaba muerto.
 
(Del libro: Antífonas -Amor se fue-
Apuntes sobre Proust; Editorial
Palabrava, 2019)
 
Enrique Butti (Santa Fe, Argentina, 1949)


IMAGEN: Paolo y Francesca, pintura de Gustave Doré.
 


jueves, 28 de abril de 2022

APUNTES SOBRE PROUST


 








Glosa a Las intermitencias de la Gran Comedia
 
Dice así:
“Si fuéramos a Marte y a Venus
conservando los mismos sentidos
todo lo que pudiésemos llegar a percibir
estaría revestido
con los mismos atributos de la Tierra.
El único viaje verdadero,
el único baño en la fuente de la Eterna Juventud
no sería ir hacia nuevos paisajes
sino tener otros ojos
ver el universo con los ojos de otro
de cien otros
ver los cien universos que cada uno de ellos ve
que cada uno de ellos es".
Y esto, concluye,
es posible gracias
a los grandes artistas
que nos permiten volar
de estrella en estrella.
 
 

La otra ciudad
 
Envejecemos y poco a poco a nuestro
                                                     [alrededor
se multiplica la muerte
y se hace incierta.
Nos encontramos repitiendo:
“Hace años que no aparecía;
creí que había muerto",
olvidando que antes del cementerio
existe otra ciudad silenciosa,
esa oculta cerrada sociedad de ancianos
con sus lámparas
siempre encendidas en la bruma.
 


 
El retrato oval
 
Todo amante deforma el retrato
de su ser amado.
Con muchos pentimentos
los necios pintan y corrigen
estudiando el deseo o el rechazo
que el modelo despierta en las miradas ajenas.
Pero los verdaderos artistas de la pasión
pintan lo que nadie ve,
esos labios que nadie ha conocido,
esa forma de andar insospechada.
Trabajan sin descanso hasta el último brillo
y ocultan el cuadro.
 
  
Apuntes sobre Proust; Editorial
Palabrava, 2019)
 
Enrique Butti (Santa Fe, Argentina, 1949)
 
 


IMAGEN: Fotografía de Marcel Proust.




miércoles, 27 de abril de 2022

UN BOSQUE DE FLORES + OH!

 











Coronitas de novia
 
Las coronitas de novia son mis flores favoritas
aunque son poco funcionales
porque comienzan a perder pétalos
enseguida que uno las arranca de la planta
y esa actitud ya debe encerrar una metáfora,
los copitos blancos desparramados sobre el mantel
como una evidencia de la muerte
 
son mis flores favoritas porque en el hogar de mi niñez
crecían inmensos matorrales de coronitas de novia
o porque eran las flores favoritas de mamá
o porque encerraban una promesa en su nombre
como si pintaran un cuadro
el de una joven hermosa
caminando a un altar en medio del bosque
con un tocado exquisito de florcitas blancas
que dejaban caer
cada tanto
pétalos sobre el rostro aún soltero
pecas blancas bajo las sombras de los álamos
no sé
imagino eso
 
quizás también me gustan porque son flores de septiembre
y uno siempre ama aquello que existe
en la época del año en que nació,
quizás junto a mi cuna había ramos de coronitas de novia
no creo
pero déjenme imaginar
un bebé negrito en medio de una nube de flores blancas
como si fuera un bebé nacido en el Olimpo
o una de esas habitaciones de hospital de película
donde todos aman a la persona enferma
y se lo hacen saber rodeándola de flores muertas
porque todos están ocupados en estar presentes
no sé
 
no sé por qué me gustan las coronitas de novia
pero ya es septiembre
y es el momento de ir hasta la plaza a la siesta
y robarme manojos de flores blancas
que dejarán caer sus pétalos sobre el mantel
como un reloj de arena
como una clepsidra
como metáfora de la muerte
de todo lo que ya no existe ni volverá.
 
(Del poemario Un bosque de flores 
Ed. Bicéfalo, Paraná,2020).


 
Polvo somos
 
8g Slam de Poesía Oral de Entre Ríos (Copa ATR) Casa de la Cultura - Paraná – 2017.
 

Vaya uno a saber quién habrá sido el hijo de yuta
al que se le ocurrió nomenclar al sexo como "polvo"
porque cualquier persona sabe que el polvo
es la mugre superficial
la suciedad volátil, ligera
y coger no es eso
o quizás sí
si es que a usted le gusta lo sucio, volátil y ligero
yo por mi parte…
depende el día...
el llamar a todo acto carnal "polvo” desató versos célebres
cómo aquel de Góngora que decía:
del polvo venimos y al polvo vamos
y entre polvo y polvo que bien que la pasamos
y sin embargo hay algo que me sigue haciendo ruido
que no puedo terminar de explicar
porque a mí no me seduce la propuesta de
"vamos a echarnos un polvo"
ahora si me decís que vamos a garchar, coger, unir nuestros
cuerpos en una trascendencia post estructuralista que lleve
nuestras potencialidades cárnicas hacia nuevos horizontes

eso sí
solo eso
porque acá no estamos hablando de aquello que bien escri­biera
Don Miguel de Cervantes Saavedra en su célebre libro
Madame Bovary:
le hace falta un beso, que le dé una rosa, sueña con que vuelen en su vientre mariposas, ella tiene frío en su corazón,
le hace falta un beso, le hace falta amor
NO
qué mariposas en el vientre ni qué mierda
acá hablamos del simple mundanismo
del garche por el garche mismo
de le garch pour le garch
de ese momento de (por lo menos) dos cuerpos consensua­dos
sin la necesidad de nada más
y si a alguien en algún momento se le dio por vincular este sa­cro

santo momento con la suciedad, con el polvo,
debe ser que quien lo pensó era bastante sucio de por sí
sucio y enredado en las telarañas de alguna iglesia
porque antes de que cualquiera se indigne ante la mención
eclesiástica
lo invito a recorrer los siglos de censura sobre cuerpos.
 
El idioma no es inocente
y usted tampoco puede serlo
cada cuerpo es una decisión
cada cuerpo es una pancarta que proclama un mensaje
que para alguien
es eterno.
 (Del poemario “Oh!” Ed.
Bicéfalo, Paraná, 2020)
 
Ferny Kosiak



Ferny Kosiak nació en Libertador San Martín, Diamante, Entre Ríos, Argentina. Es Profesor en Lengua y Literatura (UADER) y Técnico en Comunicación Social (UNER). Desde 2005 coordina talleres y capacitaciones en Literatura en Paraná, donde trabaja como profesor, en prensa, en corrección y publicación de libros independientes. Publicó los libros de cuentos Soy tu monstruo (Supervisión, 2008), Sentido raro (Supervisión, 2011), Tuit (Bicéfalo, 2012), El crimen es una fiesta (Bicéfalo, 2015); los libros de poesía Morite Lacia (La gota, 2016), El final de los paisajes (Bicéfalo, 2017); la obra teatral La bondad de los extraños (Editorial de Entre Ríos, 2018) ganadora del premio Fray Mocho 2016, la nouvelle Cerca del fuego (Baldíos en la Lengua, 2018), Otro (De parado, 2020).




martes, 26 de abril de 2022

CAYÓ DEL AZUL

 










Árbol de la vida
 
1
 
Un árbol de la vida ornamenta el parque
de una abadía centenaria.
 
2
 

Y en una colina de Entre Ríos 
cien años se van en un atardecer.

 
3
 
El amor que corona
es el que crucifica,
mientras las hojas de este árbol de la vida
                                  comienzan a caer.
 
 
 
Cayó del azul
 
En un vidrio rajado
se refleja un jardín
una imagen de la semejanza perdida
entre el niño y el adulto
(esa distancia entre la tierra y la ceniza
                           que es todo humano).
Una luz lejana
se concentra en la rajadura del vidrio
y mi mano palpa lo absoluto del frío.
Este invierno de la purificación
es un ir a una segunda inocencia
donde el camino hacia lo cercano
               es el más largo
y conserva el enigma de lo íntimo.
El cielo está aquí
se pierde y se recupera: un rayo de sol
                                       cayó del azul.
 
 
 
 
Salto
 
1
 
Cae el sol sobre tus ojos
y el nacer del otoño nos llama a la caída,
 
la de encontrarnos humanos en finitud hacia el
cielo.
 
2
 
Desde la orilla nos contemplamos raíz
siendo la ausencia
de lo que creció y nos olvidó.
 
La luz en el río y nuestra tierra del otro lado
                       destierro en el horizonte azul.
 
3
 
Algo de la belleza de tu nombre
sabe a partida:
                         la de aprender a volver a morir.
 
 

 Gonzalo Acosta Tito

 

Gonzalo Acosta Tito nació en Entre Ríos en 1982. Estudió Ciencias de la Comunicación de Ciencias Sociales de la UBA, e hizo su formación inicial en el Colegio Capuchinos de Concordia. Publicó los ensayos: Los góticos en la Argentina y Caminar la caída. Génesis y sentido cristiano, y el poemario El mendigo de ojos celezul  (Primer premio del Certamen Juventud y poesía 2009, Paraná). Realizó retiros espirituales en abadías de los monjes trapenses. Considera al poeta Hugo Mujica como uno de sus maestros.
 


domingo, 24 de abril de 2022

HAIGA RÉQUIEM


Fragmentos iniciales
 
Mueres despacio a las cuatro de la tarde inmóvil.
Comprendo que me estoy quedando solo.”
Del poema “La amiga” de Alfonso Sola González.
 
Hoy los hijos dejaron de nacerme.
 
La luz regresa,
hace viento
el camino.
 
La primera
tuvo nombre
 de hada.
De ventanal al cielo,
sin tormenta.
 
Después,
llegó el segundo,
su corazón
de árbol
supo apartarlo
de las multitudes.
 
El tercero
fue un viaje
hacia la noche.
 
Sólo que no había luna
ni había cielo.
 
Llanto desgarrador.
 
Herida que sucumbe
es otra herida.
Llanto herido,
después:
la sepultura.
 
Mi mujer viste luto
hace diez años.
Ya no me quiere hablar.
 
No me perdona.
La casa
se ha poblado
de silencio.
 
El sacerdote
ocupa
el centro
de la mesa.
Habla de resurrección,
de hacer el bien
por el bien mismo.
 
Nadie
puede mirarnos a la cara.
 
La casa es de los otros.
De los que hacen el pan
en vez
de perder hijos.
 
Nadie puede vivirse
hasta
la muerte.
 
Sólo aguardan
dos llaves.
 
El sacerdote asiente.
 
Las palabras
no existen.
 
Hay sólo renacer.
 
Remordimiento.
 
Nada de lo que voy a darte
nos hará regresar.
 
Desdecirse
es un estado ambiguo.
 
Inventario de flores
cada día,
para llegarme a vos.
 
Hueso que cala
sangre
 
en la desolación
de tu camino.
 
De sabermos
a muerte
hasta morir.
 
Hijo que no pudiste ser
frente al dolor.
Cuando enfrentabas
el dolor
y eras el todo poderoso.
 
Quiero poblar
tu muerte
para que no me calles.
Para que cuentes mil
aunque haya diez.
 
Quiero dejarte
abandonado
por la espalda.
Por esta lejanía
de sentirte.
 
Tu madre se ha callado.
Aguarda arrodillada
en las esquinas.
 
Su corazón no late.
 
Sólo derrama noches.
 
En siete cantos
viste el amanecer
su desconcierto.
 
Mi madre
ya no sabe de mí.
No sabe
de mis hijos
más que el nombre.
 
Los años han pasado.
Ha pasado
el adiós
y no ha dado
repuestas.
 
Morir el hijo estoy
cada semana.
Se derraman
los días
en el viento.
 
Ha pasado un caballo
con modo imperativo.
 
No hay perdón.
 
Ya no queda paisaje
al recorrer
tu luz,
aunque la sombra habite
cada rincón de vos
que no te sé.
 
Ya no puedo inventar
tantas señales.
Tantas nubes
que andan cielos
de abajo
hasta tus ojos.
 
Siete días
por siete
al nacer
otra estrella.
 
Resplandor
que anochece
y olvida
tardecitas.
 
Mi mujer
ha cambiado
de nombre.
 
No sé cómo llamarla.
 
Sus ojos
no responden
a este cielo.
 
Su mirada
es de rojo sacrificio.
 
Morir cuando no hay muerte.
Tan sólo una señal.
 
El gesto
de algún Dios
olvidado
en la tierra.
 
Te escribo
sobre un diario
sin memoria.
 
Por abolida suerte
de estar solo.
 
Veo barcos
sin puertos
cada día.
 
Veo que no hay lugar
en donde
había lugares.
 
Respiro el aire
confuso
de los años.
 
No se puede vivir
para pensar.
 
 
(Como palimpsestos)
**********
He muerto
en cada libro.
 
He muerto
en mis tres hijos.
 
Ahora, me visita
una voz
desconocida.
 
Pasan siete caballos
y el hombre
es uno solo.
 
Uno aprende a morir
con el ocaso.
 
***********
Esta muerte
es de a dos
y estira
su esqueleto
hacia la nada.
 
***********
 
Por momentos
necesito
un descanso.
 
Necesito saber
que alguna vez
volverás
que sonarán
las campanas
de la iglesia
y será otoño.
 
Compartiremos
lo poco
que nos queda.
 
***********
 
No sé vivir
alterado por puertas
por ventanas
consumiendo el veneno
que mi  luz
incorpora como propio,
en este resurgir
sólo quedan cenizas.
 
Mi padre
me ha pedido
que deje
de dañarme,
que detenga
de una vez por todas
el dolor.
 
Mi madre sueña
con un campo
celeste.
 
Mi mujer reza
con su mano
en mi frente.
***********
 Réquien haiga por todos.


 
 Martín Carlomagno (Concepción del Uruguay; Entre Ríos, Argentina, 1978)
 
Nota bene: Este libro es un solo y largo poema dividido en estrofas. Por lo cual publico unos primeros fragmentos y luego hago una especie de palimpsesto con el resto del libro divididos por asteriscos) Las limitaciones del blog impiden publicar el libro entero.
 
Pueden LEER la biografía completa en una entrada anterior del autor.
 


 

sábado, 23 de abril de 2022

POEMA ECUATORIAL


 







I


Él sabía que era necesario que todos conozcan
la desnudez del hombre. Ella no miente.
(Aproxima y permite estar más cerca
de lo que recibiremos y de lo que podamos dar).
"Sin ropajes ni adornos
vamos a estar más cerca de los hombres".
 
Las palabras como piqueros
oscurecieron aquella tarde de patas azules.
Las rocas también tuvieron el peso
de la inmensidad
o de pelícanos al borde de las olas.
 
Aterrizábamos en Galápagos.
(La Isla Baltra fue un paisaje desértico
iluminado por cactus candelabros
al borde de un mar verde botella o esmeralda
y fragatas en el cielo).
 
Y entre la Isla Baltra y la Isla Santa Cruz
el Canal de Itabaca,
un paso entre cardumen y bandada,
escama y pluma.
Después, ese bordado contraste entre lo árido
y lo tropical y la maravilla.
 
Estábamos en Yawatisuyu,
el “territorio de las tortugas".
 
En puerto Ayora el mar lucía
como una turquesa.
Un cangrejo naranja, una garza azul
y la amarilla flor del algodoncillo
se amontonaron como un arcoíris.
 
Después...,
descubrimos el canto de los pinzones.
 
 


II
 
Arrecifes, acantilados, puntas, cabos,
bahías y extensas playas
extendiéndose como una invitación.
Y el silencio haciéndose entrega
y ésta mojándose la nuca
con un agua de estrellas.
 
Toda isla tiene un náufrago en su corazón
como todo árbol un nido, pluma o pájaro.
Y si nada de eso tiene,
tiene al menos el temblor de un canto
o si se quiere el de un sueño.
 
Se llega a las islas como a la poesía,
sin palabras.
Con ese impulso que nos une desde adentro,
 volcánico; tan parecido al amor y la muerte.
 
Por eso allí nadie se niega a florecer,
a arrastrarse, a nadar, a trepar, a flotar...
 
Exhibiendo lo que uno tiene
también exhibe lo que le falta.
 
A veces es necesario
abrir las palabras para que respiren
colgarlas como se cuelga a la pobreza
de una soga o el alma
o hundirlas para humedecerlas
 


 
III
 
(Sólo en el indio duele íntimamente América.
¿Será porque en su muerte
es donde más vida tiene?)
Testimonios manteños, atacames, coaques
y chimus, además del de los incas...
 
Después será Fray de Berlanga en 1535...
 
Uno se deja llevar por las palabras,
por el temblor de los crisantemos y el agua
y aparece flotando al borde de Isabela,
Santa Cruz, Fernandina, San Salvador,
San Cristóbal, Floreana, Española, Marchena,
Santa Fe, Pinta, Genovesa, Baltra, Rábida,
Seymur o Pinzón.
 
Por amor dejamos de tener miedo a la muerte.
A veces después de tantas jóvenes hurgaciones
quedamos satisfechos.
Hoy con los silencios de ambos
y sus roces gemirá una música.
¿Cómo será arder en la sangre?
Y hay en el aire dulzones sonidos de marimbas,
cununos, pincullos, rondadores y tundulis...
 
(Pese a que el dolor siempre tironea
desde lo más profundo de América.
Llegué huyendo de los totorales del Lago San Pablo.
Con los brazos abiertos como los ponchos o las alas
de Otavalo. Llegué con la tibieza del Pululahua en
los pies, llegué descalzo y me detuve sobre esta
sequedad de sol y pena y pastizales. Una lluvia de
pétalos siempre nos moja y perfuma por dentro).
 
Los corales se prenden
y apagan como los cocuyos.
 
La marea depositó el trozo de música
de un latido sobre la negra lava petrificada.
Era un spondylus. Una llamarada
o quizás una señal, toda una leyenda y su peso.
 


 XII
 
En 1832 Ecuador anexó las Islas a su territorio.
En 1892 les asignó a cada isla
un nombre en español
y al conjunto "Archipiélago de Colón"
 
Uno es dueño de lo que calla
y esclavo de lo que habla.
La mitad del mundo tiene algo que decir,
pero no puede;
la otra mitad no tiene nada que decir,
pero no calla.
Las palabras que no van seguidas de hechos,
no valen nada.
Es fácil hablar claro
cuando no va a decirse toda la verdad.
Se necesitan dos años para aprender a hablar
y sesenta para aprender a callar.
 
Empequeñecido
por la magnificencia de la naturaleza,
hicimos silencio.
 
 
Luis Alberto Salvarezza


 
Luis Alberto Salvarezza. Nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1957. Agrónomo Nacional y Prof. Universitario de Literatura. Realizó cursos de perfeccionamiento en el país y el exterior. Se desempeñó como Rector de la Escuela Provincial de Técnicos Viales "Héctor Buenaventura Sauret" y Vicerrector del Colegio del Uruguay "Justo José de Urquiza" y dictó cátedras en el nivel medio, superior y universitario. Ex becario del Fondo Nacional de las Artes (Investigación) y del Instituto Hispánico (perfeccionamiento). Faja de Honor de la SADE en poesía (1991) y ensayo (2008). Integra 72 antologías locales, provinciales, nacionales y del exterior. Ha colaborado en revistas como "Ser", "El Mirador", "Borrón y Cuenta Nueva", "El Barco Ebrio" (Buenos Aires) y en el Diario "La Prensa" durante doce años y en el Diario "La Nación" esporádicamente, entre otras publicaciones y ha asistidos a números encuentros literarios dentro y fuera del país. Es Miembro de Número del Instituto de Genealogía de Entre Ríos en cuya Revista ha publicado 12 trabajos sobre la especialidad. De su vasta obra (unos 25 libros), poesía, plástica (de la cual ha realizado importantes exposiciones) fotografía y ensayos, podemos citar: "DE LOS ORÍGENES ARDIENTES", Ediciones Baha'i, Buenos Aires, 1985, 50 p. (Primer Premio Nacional "Rubén Darío", 1985  y  Primer Premio "Palas Atenea", Buenos Aires, 1984).
."KATHERINE MANSFIELD Y OTROS POEMAS" (30 tarjetones ilustrados, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1987). "NO ES UN CASTILLO", Ediciones Eduner, Concepción del Uruguay, Entre  Ríos, 1994 (Mención Nacional Ediciones "La Piedra Movediza", Tandil, Buenos Aires, 1994).
"ENTRE EL AMOR Y LA MUERTE", Ediciones "El Mirador" del Colegio Superior del Uruguay "Justo José de Urquiza", Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1997..Ensayo "EL ÁLBUM FAMILIAR", Memoria 9no. Congreso de la Fotografía, Historia de la Fotografía, Sociedad Iberoamericana de la Historia de la Fotografía, Rosario, Santa Fe, 2006. "DE CRUCES, ALAS Y MÁRMOLES" - Cementerios, ensayos y poesías-, Eduner, Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 2007, 92 p. Segunda Edición Ampliada, 2012, 216 p. / Faja de Honor de la SADE, Buenos Aires, 2008. .Plaqueta "POEMA ECUATORIAL", Buenos Aires, 2015, ."JUAN L. ORTIZ - AL VILLAGUAY Y OTROS POEMAS", Colección "Villaguay, los nuestros", Ediciones del Clé, Nogoyá, Entre Ríos, 2015 y el ensayo: "JUAN CARLOS GHIANO", Editorial Dunken, Buenos Aires, 2020, 320 p., entre muchos otros trabajos.
 

Fotografía tomada del sitio Autores de Concordia, donde pueden leer más poemas del autor. Salvarezza


viernes, 22 de abril de 2022

CHICAS EN TIEMPOS SUSPENDIDOS


 








POETISAS

1.

Poetisa es una palabra dulce
que dejamos de lado porque nos avergonzaba
y sin embargo y sin embargo
ahora vuelve en un pañuelo
que nuestras antepasadas se ataron
a la garganta de sus líricas roncas.
Si él me llama le dices que he salido
había pedido Alfonsina mientras se suicidaba
y eso nos dio miedo.
Mejor poetas que poetisas
acordamos entonces entre nosotras
para asegurarnos aunque sea un lugarcito
en los anhelados bajofondos del canon.
Y sin embargo y sin embargo
otra vez nos quedamos afuera:
no sabíamos que los poetas
gustan de volverse vates
mientras a las chicas en lenguaje inclusivo
la palabra vata no nos suena
porque las mujeres no escribimos
para convencer a nadie.
Por eso la poetisa que todas llevamos adentro
busca salir del clóset ahora mismo
hacia un destino nuevo que ya estaba escrito
y que al borde de su propia historia revisitada
nunca se cansó de esperarnos.
 
 
 
5
 
La palabra femicidio
no la teníamos
la palabra muso
no la teníamos
la palabra vata no la queremos.
Pero la palabra poetisa sí
aunque nos avergonzaba.
Yo no soy poetisa soy poeta
me dije una y mil veces a mí misma
a los 20 años
no soy Tamara soy Kamenszain
me quejé siempre que alguien por escrito
aludía a mi obra llamándome por el nombre.
Cuando las poetisas uruguayas ya eran
puro nombre
cuando en Argentina no había divorcio
cuando en Argentina todavía ni hay aborto legal
Uruguay pequeño paraíso vintage
se sigue adelantando a nosotras
porque las poetisas con nombre son
jóvenes viejas que si las leemos a nuevo
nos guiñarán el ojo más actual
para que la poesía de amor
renazca como renace
en unos versos de Cecilia Pavón que dicen:
“cuando voy en el colectivo, ex novio,
qué lindo es recordarte”.
Alfonsina volvió ex al suyo
en una operación tan coloquial
que anticipó a Pavón mientras escandalizaba
la sobriedad borgiana:
“si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido”
escribió con un pie en el mar
porque parece ser que lo que empieza como poesía
está destinado a terminar como novela.
 
 
12
 
Chicas es una palabra dulce
que no tenemos que dejar de lado
aunque nuestra edad la desmienta.
“Si alguien me llamara, me buscara
preguntaría por una niña de mil años”
nos dice Amelia Biagioni.
Sobre esa chica vieja escribí hace mucho un ensayo
que titulé “En el bosque de Amelia Biagioni”
porque ella se describe a sí misma
como una caperucita que arrastra por el bosque
la pesadez de una pregunta milenaria:
“Con saltitos de Martín cazador
llevo mi caperuza de pelo blanco riente
cubreojos perpetuos que ocultan el asombro
siempreverde atavío de mítica palabra natural
botines que saben andar sobre la hoguera
y en la mano un lápiz azul —de mi sangre remota—
que me sella los labios
mientras inscribe en mí sin rima otra versión
de mi pregunta milenaria”.
Amelia no especifica de qué versión de su pregunta
                                                         [se trata
pero en un bosque donde la infancia y la vejez se
                                                        [cruzan
lo más lógico en mi caso sería preguntarme
qué camino debo tomar para evitar el miedo.
Por eso pienso que si ella viviera hoy
seguramente no se contagiaría
porque la caperuza de pelo blanco riente                  
y los cubreojos que ocultan el asombro
la transformarían en una chica más
de esas que saben marear al lobo
con el acertijo de la edad.
Y sin embargo y sin embargo
lo que empezó como poesía
tuvo que virar hacia la novela.
Cuando Amelia leyó mi ensayo
se incomodó porque en varios tramos
llamé nena a la niña y las nenas,
según ella me escribió después en una carta,
“no tienen libertad ni el don de recibir aleteos de la
milenaria sabiduría”.
Yo que por esa época estaba montada
p-
en mi tonta pretensión de ser Kamenszain y no
                                                         [Tamara
le pregunté enojada a la poetisa
si acaso tenía miedo de que sus lectores más pacatos
se escandalizaran por el uso de una palabra tan
                                                 [coloquial.
Y sin embargo y sin embargo Amelia
no era ninguna estrella del mainstream literario
sino que su críptica rareza asustaba
mucho más que la palabra nena.
Así fue como en un acto de magisterio extremo
la rara usó a vuelta de correo un oxímoron
del que aprendí que si una palabra molesta en una
                                                                     [época
puede hacernos revivir en otra.
Me explicó que lo que yo había escrito sobre ella
le producía “un feliz desgarro que hace volar”.
Ella no solo no se había contagiado
de los prejuicios de su generación
sino que se desgarró para poder volar hasta la mía
con una generosidad que la puso por encima
y a resguardo de cualquier estereotipo.
 (Marzo-Diciembre 2020)
 
 
(Del libro: Chicas en tiempos suspendidos,
Eterna Cadencia, 2021)
 
 
Tamara Kamenszain
 


 
Tamara Kamenszain. Nació en Buenos Aires, en 1947. Poeta y ensayista. Premio Konex de Platino 2014. Premio Konex 2004. Sus nueve libros de poemas están recopilados en el tomo de su Obra Reunida, La novela de la poesía (2012). También fueron publicados sus ensayos El texto silencioso (1983), La edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000) y La boca del testimonio (2007). Sus libros fueron total o parcialmente traducidos al inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Ha Impartido cursos, seminarios, talleres y conferencias en universidades de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio de la Crítica de la Feria del Libro, el Primer Premio de Poesía Festival de la Lira, el Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca de la Fundación John Simon Guggenheim y la Medalla de Honor Pablo Neruda del Gobierno de Chile. Pertenece a los neobarrocos de la generación del 70, junto a Néstor Perlongher y Arturo Carrera. Falleció en 2021.