Y SIN EMBARGO EL SOL
III
A pesar de la soledad que se defiende como a una
hermana pronta a ser violada
pero a la que se quisiera violar
con hábiles dedos de lesbiana
y lenguas bifurcadas
y herramientas en gancho,
puntiagudas
hasta verla desangrarse.
A pesar de negar el amor
de enjaularlo y dejar la jaula
colgada en
acantilados
borrascosos.
El amor construido sobre arenas
movedizas por
los arquitectos de laberintos y
galerías tortuosas
con gallos de riña espejismos
rituales.
A pesar del miedo que precede a
los
alumbramientos y a la muerte;
el sol.
Soles y más soles
germinándome como a la
primera mujer
el primer hombre.
IV
No soy el perdido.
Soy el que ha vuelto de la agonía la ignominia
la locura.
Porque cuando abrí la última puerta del infierno
estaba el sol de mediodía esperándome
como a su amante.
DEL AMOR (1986)
Fue en
octubre hace miles de años, cuando aún no
había
nacido, que dejaste caer en mis entrañas el
sortilegio
de la síntesis:
Los hombres
que había amado fueron tan sólo el
anuncio de
tu llegada
¡Oh, Mi
Señor!
Enséñanos,
¡Oh, Amor! Los límites, puesto que por naturaleza nos pareciera
que los
límites son un castigo y que la libertad sólo se da sin fronteras.
Y enséñanos
a recorrer la locura, pues es sabido
cómo puede
engañarse con ella, empujar al precipicio.
Y enséñanos,
finalmente, a aferrarnos tan
fuertemente
de tus manos que imposible sea el desasirse.
DE
LLUVIAS (1988)
Y fueron
las lluvias sobre la tierra, sobre el
basalto y
los grajeros
sobre el
maíz, los tréboles las hiedras,
las
glorietas de glicinas, los girasoles
sobre las
catedrales de lapislázuli y las piedras
milenarias,
rectangulares. Sobre los ranchos de
adobe y los
edificios de ciento diecisiete pisos.
Sobre el
corazón del puma, del cóndor,
de las
serpientes y de las gallinas de once cabezas.
Sobre el
blanco esternón de los muertos y el
esternón
apretujado por alacranes de acero del
hombre que
a diario lucha por la vida.
Y fue que
apagaron los ardimientos y las furias
en el vasto
recinto de la tierra.
Y que
salimos las mujeres con nuestras jícaras a
recoger su
rostro para con su fresco óleo ungir a
nuestros
hijos.
Tiempo de
calma.
Barcos
anclados en bahía segura.
(Del libro: Poesía inédita reunida, Ed. Las nuestras, Córdoba, 2011)
Glauce Baldovin (Río Cuarto, Pcia. de Córdoba, Argentina,
1928 y murió en Córdoba, en 1995).
PUEDEN leer La biografía completa en una entrada anterior de
la autora.
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