lunes, 4 de abril de 2022

Y SIN EMBARGO EL SOL y otros poemarios


 










 

Y SIN EMBARGO EL SOL
 
III
 
A pesar de la soledad que se defiende como a una
hermana pronta a ser violada
pero a la que se quisiera violar
con hábiles dedos de lesbiana
y lenguas bifurcadas
y herramientas en gancho, puntiagudas
hasta verla desangrarse.
A pesar de negar el amor
de enjaularlo y dejar la jaula colgada en
acantilados
borrascosos.
El amor construido sobre arenas movedizas por
los arquitectos de laberintos y galerías tortuosas
con gallos de riña espejismos rituales.
 
A pesar del miedo que precede a los
alumbramientos y a la muerte;
el sol.
 
 
Soles y más soles
germinándome como a la
primera mujer
el primer hombre.
 
 
IV
 
No soy el perdido.
Soy el que ha vuelto de la agonía la ignominia
la locura.
Porque cuando abrí la última puerta del infierno
estaba el sol de mediodía esperándome
como a su amante.
 
 
 
DEL AMOR (1986)
 
Fue en octubre hace miles de años, cuando aún no
había nacido, que dejaste caer en mis entrañas el
sortilegio de la síntesis:
Los hombres que había amado fueron tan sólo el
anuncio de tu llegada
¡Oh, Mi Señor!
 
 
Enséñanos, ¡Oh, Amor! Los límites, puesto que por naturaleza nos pareciera
que los límites son un castigo y que la libertad sólo se da sin fronteras.
Y enséñanos a recorrer la locura, pues es sabido
cómo puede engañarse con ella, empujar al precipicio.
Y enséñanos, finalmente, a aferrarnos tan
fuertemente de tus manos que imposible sea el desasirse.
 
 
DE LLUVIAS (1988)
 
Y fueron las lluvias sobre la tierra, sobre el
basalto y los grajeros
sobre el maíz, los tréboles las hiedras,
las glorietas de glicinas, los girasoles
sobre las catedrales de lapislázuli y las piedras
milenarias, rectangulares. Sobre los ranchos de
adobe y los edificios de ciento diecisiete pisos.
Sobre el corazón del puma, del cóndor,
de las serpientes y de las gallinas de once cabezas.
Sobre el blanco esternón de los muertos y el
esternón apretujado por alacranes de acero del
hombre que a diario lucha por la vida.
 
Y fue que apagaron los ardimientos y las furias
en el vasto recinto de la tierra.
Y que salimos las mujeres con nuestras jícaras a
recoger su rostro para con su fresco óleo ungir a
nuestros hijos.
Tiempo de calma.
Barcos anclados en bahía segura.
 
 (Del libro: Poesía inédita reunida, 
Ed. Las nuestras, Córdoba, 2011)
 
Glauce Baldovin (Río Cuarto, Pcia. de Córdoba, Argentina, 1928 y murió en Córdoba, en 1995).
 
PUEDEN leer La biografía completa en una entrada anterior de la autora.


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