POETISAS
1.
Poetisa es una palabra dulce
que dejamos
de lado porque nos avergonzaba
y sin
embargo y sin embargo
ahora
vuelve en un pañuelo
que
nuestras antepasadas se ataron
a la
garganta de sus líricas roncas.
Si él me
llama le dices que he salido
había
pedido Alfonsina mientras se suicidaba
y eso nos
dio miedo.
Mejor
poetas que poetisas
acordamos
entonces entre nosotras
para
asegurarnos aunque sea un lugarcito
en los
anhelados bajofondos del canon.
Y sin
embargo y sin embargo
otra vez
nos quedamos afuera:
no sabíamos
que los poetas
gustan de
volverse vates
mientras a
las chicas en lenguaje inclusivo
la palabra
vata no nos suena
porque las
mujeres no escribimos
para
convencer a nadie.
Por eso la
poetisa que todas llevamos adentro
busca salir
del clóset ahora mismo
hacia un
destino nuevo que ya estaba escrito
y que al
borde de su propia historia revisitada
nunca se
cansó de esperarnos.
5
La palabra femicidio
no la teníamos
la palabra muso
no la teníamos
la palabra vata no la queremos.
Pero la palabra poetisa sí
aunque nos avergonzaba.
Yo no soy
poetisa soy poeta
me dije una
y mil veces a mí misma
a los 20
años
no soy Tamara soy Kamenszain
me quejé
siempre que alguien por escrito
aludía a mi
obra llamándome por el nombre.
Cuando las
poetisas uruguayas ya eran
puro nombre
cuando en
Argentina no había divorcio
cuando en
Argentina todavía ni hay aborto legal
Uruguay
pequeño paraíso vintage
se sigue
adelantando a nosotras
porque las
poetisas con nombre son
jóvenes
viejas que si las leemos a nuevo
nos
guiñarán el ojo más actual
para que la
poesía de amor
renazca
como renace
en unos
versos de Cecilia Pavón que dicen:
“cuando voy
en el colectivo, ex novio,
qué lindo
es recordarte”.
Alfonsina
volvió ex al suyo
en una
operación tan coloquial
que
anticipó a Pavón mientras escandalizaba
la
sobriedad borgiana:
“si él
llama nuevamente por teléfono
le dices
que no insista, que he salido”
escribió
con un pie en el mar
porque
parece ser que lo que empieza como poesía
está
destinado a terminar como novela.
12
Chicas es
una palabra dulce
que no
tenemos que dejar de lado
aunque
nuestra edad la desmienta.
“Si alguien
me llamara, me buscara
preguntaría
por una niña de mil años”
nos dice
Amelia Biagioni.
Sobre esa
chica vieja escribí hace mucho un ensayo
que titulé
“En el bosque de Amelia Biagioni”
porque ella
se describe a sí misma
como una
caperucita que arrastra por el bosque
la pesadez
de una pregunta milenaria:
“Con
saltitos de Martín cazador
llevo mi
caperuza de pelo blanco riente
cubreojos
perpetuos que ocultan el asombro
siempreverde
atavío de mítica palabra natural
botines que
saben andar sobre la hoguera
y en la
mano un lápiz azul —de mi sangre remota—
que me
sella los labios
mientras
inscribe en mí sin rima otra versión
de mi
pregunta milenaria”.
Amelia no
especifica de qué versión de su pregunta
[se trata
pero en un
bosque donde la infancia y la vejez se
[cruzan
lo más
lógico en mi caso sería preguntarme
qué camino
debo tomar para evitar el miedo.
Por eso pienso que si ella viviera hoy
seguramente
no se contagiaría
porque la
caperuza de pelo blanco riente
y los cubreojos que ocultan el asombro
la
transformarían en una chica más
de esas que
saben marear al lobo
con el
acertijo de la edad.
Y sin
embargo y sin embargo
lo que
empezó como poesía
tuvo que
virar hacia la novela.
Cuando
Amelia leyó mi ensayo
se incomodó
porque en varios tramos
llamé nena
a la niña y las nenas,
según ella
me escribió después en una carta,
“no tienen
libertad ni el don de recibir aleteos de la
milenaria
sabiduría”.
Yo que por
esa época estaba montada
p-
en mi tonta pretensión de ser Kamenszain y no
[Tamara
le pregunté
enojada a la poetisa
si acaso tenía miedo de que sus lectores más
pacatos
se
escandalizaran por el uso de una palabra tan
[coloquial.
Y sin
embargo y sin embargo Amelia
no era
ninguna estrella del mainstream literario
sino que su
críptica rareza asustaba
mucho más
que la palabra nena.
Así fue
como en un acto de magisterio extremo
la rara usó
a vuelta de correo un oxímoron
del que
aprendí que si una palabra molesta en una
[época
puede
hacernos revivir en otra.
Me explicó
que lo que yo había escrito sobre ella
le producía
“un feliz desgarro que hace volar”.
Ella no
solo no se había contagiado
de los
prejuicios de su generación
sino que se
desgarró para poder volar hasta la mía
con una
generosidad que la puso por encima
y a
resguardo de cualquier estereotipo.
(Marzo-Diciembre 2020)
(Del libro: Chicas en tiempos suspendidos, Eterna Cadencia, 2021)
Tamara Kamenszain
(Del libro: Chicas en tiempos suspendidos,
Tamara Kamenszain. Nació en Buenos Aires, en 1947. Poeta y
ensayista. Premio Konex de Platino 2014. Premio Konex 2004. Sus nueve libros de
poemas están recopilados en el tomo de su Obra Reunida, La novela de la poesía
(2012). También fueron publicados sus ensayos El texto silencioso (1983), La
edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000)
y La boca del testimonio (2007). Sus libros fueron total o parcialmente
traducidos al inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Ha Impartido cursos,
seminarios, talleres y conferencias en universidades de Latinoamérica, Europa y
Estados Unidos. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio de la Crítica
de la Feria del Libro, el Primer Premio de Poesía Festival de la Lira, el
Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca de la Fundación John Simon
Guggenheim y la Medalla de Honor Pablo Neruda del Gobierno de Chile. Pertenece
a los neobarrocos de la generación del 70, junto a Néstor Perlongher y Arturo
Carrera. Falleció en 2021.
Tamara Kamenszain. Nació en Buenos Aires, en 1947. Poeta y
ensayista. Premio Konex de Platino 2014. Premio Konex 2004. Sus nueve libros de
poemas están recopilados en el tomo de su Obra Reunida, La novela de la poesía
(2012). También fueron publicados sus ensayos El texto silencioso (1983), La
edad de la poesía (1996), Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000)
y La boca del testimonio (2007). Sus libros fueron total o parcialmente
traducidos al inglés, francés, portugués, alemán e italiano. Ha Impartido cursos,
seminarios, talleres y conferencias en universidades de Latinoamérica, Europa y
Estados Unidos. Recibió, entre otros reconocimientos, el Premio de la Crítica
de la Feria del Libro, el Primer Premio de Poesía Festival de la Lira, el
Primer Premio Municipal de Ensayo, la beca de la Fundación John Simon
Guggenheim y la Medalla de Honor Pablo Neruda del Gobierno de Chile. Pertenece
a los neobarrocos de la generación del 70, junto a Néstor Perlongher y Arturo
Carrera. Falleció en 2021.
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