(Algunos poemas)
PRIMAVERA
Todavía hay polvo en el aire. La semana pasada arrancó una demolición al lado del edificio. Un grupo de hombres trabajó dos semanas para borrar de la faz de la tierra eso que algún otro grupo, hace cien años, trabajó para levantar.
José armó una valija y se fue. Dos valijas, para ser precisa. Dos valijas y una mochila. Acto seguido, quité los restos de vida en común que encontré: una foto vieja, de un casamiento, en la que éramos más jóvenes y mi reserva ovárica considerablemente superior. Rompí la comanda que trajimos de un almuerzo en Valizas. Cerré la puerta de su escritorio. No pienso abrirla. No es por tristeza. Hay que extirpar y combatir.
Madrugada. Desvelo. El insomnio es un fenómeno primaveral.
Hoy, el cielo estaba lleno de nubes rosas. Y el jazmín paraguayo del patio del edificio, en flor, azul y blanco. El aire vibraba alrededor. Dan ganas de meter la cara ahí, de lleno. Salir otra.
Temor y temblor, fue el dictamen del I Ching. “Todo trepida, todo se estremece.” Un tren en una pista de hielo.
Abro la puerta del edificio. Una chica corre entre las plantas, hacia el fondo. Su cuerpo largo, diez años, el short, el pelo. Corre y a los costados se multiplican las hortensias, los jazmines y muchas más plantas sin nombre. Es un fantasma de ella misma hace un instante. Se queda un segundo en mi retina, la niña inmaterial.
VERANO
Entre al consultorio de la psicologa: “Tengo una crisis on los vínculos . Salí del consultorio de la psicóloga-Tengo una crisis con el lenguaje”.
Cada mudanza, un acto de fe.
Paseo en auto. Manejo sola por primera vez en una autopista. A medida que cambio de marcha, se incrementa la sensación de poder y libertad. Al final, el secreto de manejar era ese. Dominar una máquina, otra especie, un instrumento dócil, que trepida y se estremece.
En la hamaca, a mediodía, bajo la santa rita. Seducida por el brillo, siempre, el brillo.
Pienso en la melancolía. Bilis negra. Parece que hay quien dice que es motor de creación. Yo creo que es congelamiento. Una imagen que enamora solo porque se rompió.
Del sur viene una nube negra, avioletada. Parece pesar mil kilos. Se refleja en las ventanas, ahora color cielo tormenta. Del norte viene la luz solar, brillante, fuerte. El viento mueve las sábanas. El día vacila entre lo leve y lo ominoso.
Enero y la sensación de estar viviendo una vida equivocada. Aunque no recuerdo sentir alguna vez que vivía la correcta. El punto es que no existe, diría mi analista. Pero tanta literatura y tanto cine basura sobre la liberación y finalmente el “encontrarse a una misma”. Repito: el punto es que no existe.
Llevamos la novión de juventud todavía incrustada en el pecho.
OTOÑO
En los últimos diez años, las personas que crecieron conmigo no pararon de reproducirse y de escribir. Yo no hice ninguna.
Poder vivir en la luz de esta casa justifica el aislamiento.
El cielo está metalizado y las hojas a punto de caer. Es un instante De Chirico, el mundo radiante se recorta contra la tormenta.
Dos hombres de pulôveres raídos caminan hacia el Oeste. Contra el cielo hinchado, las hojas se desprenden y flotan. Los hombres se encorvan y dirigen sus pasos hacia un núcleo de fuerza desconocida.
INVIERNO
Un chico de la cuadra aprende a andar en bicicleta. Va enfundado en una campera amarilla. Las hojas de los liquidámbares, de los fresnos, se arremolinan y vuelan. Hay olor a frío (leña, aceite y suero).
Perder materialidad. Ganar velocidad. Volverse un fantasma-
De: "Un don sensacional",
Caleta Olivia, 2022
Eloísa Oliva
Eloísa Oliva (1978). Escritora y periodista. Nació en Buenos Aires, creció en Neuquén y ahora vive en Córdoba.
PUEDEN leer más datos biográficos (y poemas) en entrada anterior de la autora (N.del A.)
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