martes, 23 de septiembre de 2025

EL ÚLTIMO HOMBRE y otros poemas terrenales

CINEFILIA

Yo era Mickey Rourke y vos eras Kim Basinger.
Durante 9 semanas y media fuimos felices.
Después, nos quedamos sin argumento y el guion fracasó.
(Lo de siempre: la vida, el amor, esas cosas...)
Esta mañana, mientras tomaba el desayuno,
volví a recordar nuestra película.
Eras tan linda entonces como una estrella de cine.



DURACIÓN

Según estimaciones científicas,
la esperanza de vida humana
ronda, en la actualidad, las siete décadas.
Algunos ejemplares de la especie
consiguen, bien o mal, superar dicho límite.
El más longevo hasta ahora,
si se excluyen los personajes bíblicos,
fue un ejemplar de sexo femenino,
cuyo nombre era Jeanne Calment.
Esta mujer, que nació en la ciudad de Arlés,
vivió exactamente 122 años.
Clara demostración de que la muerte es sabia:
¿quién podría soportar más tiempo el peso de la luz?



EL ÚLTIMO HOMBRE

Cuando la Tierra se deshaga
del último hombre,
le habrá ganado
la batalla a Dios.



LIBRO DE POESÍA

Leo el primer poema
y no hallo una muchacha
dispuesta a seducirme.
Leo el segundo poema
y no hallo un taxi que me lleve
hasta el Paseo del Bosque.
Leo el tercer poema
y no hallo una pistola
para apuntarle al autor a la cabeza.
De manera que cierro el libro
y me pongo a mirar por la ventana:
afuera, la poesía de la calle
escribe su espléndida página diurna.



LOS HOMBRES DE MI GENERACIÓN

Los hombres de mi generación están muriendo.
Los que eran jóvenes cuando los jóvenes franceses
hicieron de mayo un mes contestatario,
los que leían a Neruda y García Márquez,
los que escuchaban a Elvis y los Beatles,
los que eligieron ser libres a pesar de todo,
mis amigos del barrio, mis camaradas de estudio,
mis compañeros de ruta en la poesía están muriendo ahora.
Leo la noticia de su muerte en los diarios,
me la transmiten por teléfono o la escucho, a menudo,
mientras hago las compras en los comercios habituales.
Los hombres de mi generación están muriendo ahora,
a esta hora, cuando el reloj marca las seis de la mañana
y yo me levanto impunemente a inaugurar el día,
sin otro mérito en mi haber que un cuerpo saludable,
hábil para sortear las balas, los accidentes domésticos,
las temerarias condiciones de la época.
Los hombres de mi generación están muriendo
al cabo de años complejos y difíciles,
después de haber intentado la vida a cara descubierta,
de haber enfrentado a la muerte cara a cara,
de haber creído en Dios o de no haber creído,
pero movidos igualmente por una fe absoluta.
Los hombres de mi generación, los que nacieron
ni demasiado pronto ni demasiado tarde,
los que parieron sueños imposibles,
los que empuñaron la esperanza en días desesperanzados,
los que partieron el pan y bebieron el vino
están muriendo ahora, uno tras otro.
Están muriendo de la piel hacia dentro,
como mueren, en las ramas más altas,
la frutas maduras al final del verano
 (¡Y qué rápido pasó el verano! ¡Ayer, nomás,
parecía que no iba a llegar nunca!),
mientras el sol y la tierra empiezan a enfriarse
y el árbol, fiel testigo del tiempo, va quedándose sin hojas.
Los hombres de mi generación están cediendo el paso
a las generaciones que empujan desde atrás,
a aquéllos que llegan, briosos de vida, hasta el presente,
con los sueños intactos y la palabra nueva,
dispuestos, como los hombres de mi generación,
a transformar el mundo –lo que queda del mundo,
lo que, involuntariamente, por torpeza,
por error o pasión desmedida les dejamos–,
la dura realidad, el paisaje común de cada día.
Sí, los hombres de mi generación están muriendo,
como muere la tarde al tramontar el sol,
como mueren las olas exhaustas sobre la playa,
como muere la llama al consumir el leño que la anima,
naturalmente, inexorablemente,
llevándose consigo su niñez, la promisoria juventud,
el futuro que, entonces, tenían por delante,
los años fatales que se precipitaron.
Los hombres de mi generación están muriendo ahora,
con la última palabra en la punta de la lengua,
la palabra que, acaso, les faltó decir,
la que hubiera cerrado bellamente el poema no escrito;
están muriendo al término de todo, cerca de mí
–como estuvieron siempre, del mismo modo
que yo estuve cerca de ellos–, en lugar de mí,
legándome sus latidos y su aire.
Uno tras otro, están muriendo ahora, están muriendo ahora...

(del libro homónimo,
Proyecto Hybris Edic.
2025,
Gentileza del autor)
César Cantoni


César Cantoni nació en La Plata en 1951. Publicó once libros de poesía: Confluencias (1978), Los días habitados (1982),Linaje humano (1984), La experiencia concreta (1990), Continuidad de la noche (1993), Cuaderno de fin de siglo (1996), Triunfo de lo real (2001), La salud de los condenados (2004), Diario de paso (2008), El fin ya tuvo lugar (2012) y Un arte invisible (2016). En 2023, Proyecto Hybris Ediciones dio a conocer Música continua, una antología personal que reúne poemas éditos e inéditos.Su obra publicada incluye, además, el libro de aforismos Pensar no cuesta nada (2020) y dos cuadernillos: Intemperie y otros poemas (2006) y Latencia: poesía y dictadura (crónica literaria, 2013). Figura en más de treinta antologías poéticas, entre ellas: Antología de la Nueva Poesía Argentina (1980), Poesía entre Dos Épocas. Argentina 1976-1983 / Inglaterra 1930-1939 (1985), Años de Ceniza y Escombros. Nueva Poesía de los Años 80 (1988),Poetas Argentinos Contemporáneos, Tomo VI (1997), Entre la Utopía y el Compromiso. 16 Poetas Argentinos (1997), Una antología de poesía argentina (2015), Poesía Argentina Contemporánea, volumen XXII. Fundación Argentina para la Poesía (2016), Islas al Sur.  Antología de poetas argentinos (2019). Algunos de sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, italiano, portugués, catalán, griego, ruso y albanés. Colabora con diarios, revistas y páginas virtuales de Argentina y del exterior. Administra el blog de poesía platense Los poetas no van al cielo. Reside en su ciudad natal.


Pueden LEER más poemas en entradas anteriores.






 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Conmovedor poema, fuerte realidad que se asume, gracias...

Anónimo dijo...

Miguel Lohlé

Anónimo dijo...

Muy buena tu publicación César. Héctor Chari Ghidini