Archivo A
Sábado, 10 de octubre de 2015
5
¿Dónde, cuándo comienza el sendero que lleva a la abubilla
en la nieve?
Si no has sabido separar una gota de frío de una flor de abubilla.
Si el secreto estaba en el intercambio de los sentidos.
Si fuimos más livianos que un algoritmo
y a la vez más estúpidos.
Era un Portal y no sabías
pero ahí te reclinaste alelada
y el cansancio fue de resultas
de haber orado sin orar,
de haber atravesado como una onda
el tiempo en un incierto espacio:
la niña en la camilla, dormida.
Y vos con el morral sensible
apagando y prendiendo
luces para que ciertas manos
cortaran lo que debían cortar
y con dulzura luego se apartaran
en un sistema de todos modos vivo
sin saber, pero hilando, constelando
Archivo B
Jueves, 18 de julio de 2013
5
Cuando todas las puertas están cerradas
y ladran los fantasmas de la canción.
“Malena”
Homero Manzi; Lucio Demare, 1941.
No preguntaré
como Alejandra
Pizarnik: “Si digo agua,
¿beberé?
Si digo pan, ¿comeré?”.
El abrazo confuso donde
amor es causa de amor
pertenece ¡tan solo!
a una cierta sintaxis.
Cuerpos a la medida
de una erótica
en íntima alteridad.
“Nunca sabrás cuánto
fuiste amado por mí”,
dedica un varón a una mujer
su lapsus.
Fue un pobre hombre,
Jacques Marie Émile Lacan,
en una carta
a la mujer amada.
Lo que enciende
no es la voz que pronuncia,
es el oído.
Archivo C
Miércoles 12 de septiembre de 2012
2
Nunca me fugué.
Cambiaba los muebles de lugar, las plantas de lugar, los niños
de lugar.
Cerraba y abría la llave del gas.
Me echaba en un rinconcito a tramar una huida.
Como quien aspira una sustancia poderosa antes de arrojarse
al vacío.
Soñaba ligera de culpa en tercera persona.
Miniaturas, bibelots, cajitas musicales.
Esos juguetes de clausura brotaban de un lugar
que escarbaba con cuchara de fierro.
Debo reconocer que nunca me fui, nunca.
Una fuerte vinculación con el deber me lo impedía.
Así hacíamos las mujeres de entonces.
Conservábamos las crías
vivas
y en pelo.
6
¿Por qué caer así en tus fotos?
Parecés lanzado, a propósito
echado a rodar: esa grulla de plumas largas de satén
parece húmeda y retrocedida
contra el magenta de la piedra.
La rueda de los chicos tomando fernet-cola,
la cámara los ha puesto de lado como ovejas,
nada más que tus ojos palpitan
en la visión de la carne juvenil, biselada.
Y las piezas del cristalero,
falsas lúdicas,
se golpean, criaturas vivas, entre sí.
Les doy mi mano,
ruedo
con ellas,
pruebo una intemperie de aromas sepia, rastros, apareamientos,
fugas, cuerpos ahogados en porcelana azul, cierro los ojos.
(Del libro homónimo,
Barnacle, 2025, Envío
de Alberto Cisnero)
Alicia Silva Rey
Alicia Silva Rey (Quilmes, provincia de Buenos Aires,1950).Publicó: “La solitudine” (CILC, Buenos Aires, 2009), “(circa)” (AñosLuz, Buenos Aires, 2014), “Partes del campo” (Ediciones de la Eterna, San Miguel de Tucumán-Buenos Aires, 2015), “La mujercita del espejo” (Ediciones de la Eterna, San Miguel de Tucumán-Buenos Aires, 2015); “Orillos” (Barnacle, Buenos Aires, 2015), “El poder de unos límites” (Barnacle, Buenos Aires, 2019) y “En las vísperas del fin del verano” (Colección Poetas Argentinas, Biblioteca de las Grandes Naciones, País Vasco, España, 2016. E-Book: https://acortar.link/OgMl2U).Sus poemas han sido traducidos parcialmente al coreano, al italiano y al portugués. Reseñas bibliográficas suyas sobre poesía argentina contemporánea circulan por distintos medios gráficos y digitales. Coguionista de cine.
Pueden LEER más poemas en entradas anteriores.

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