Vendrá un tiempo
en que, con gran júbilo,
nos saludaremos a nosotros mismos
ante nuestra propia puerta, frente a nuestro propio espejo,
y con una sonrisa ambos agradeceremos la bienvenida del otro,
y diremos, siéntate. Come.
Volverás a amar al extraño que fue tu yo.
Ofrécele vino. Obséquiale con pan. Devuélvele tu corazón,
a ese otro yo, al extraño que te ha amado
toda la vida, al cual ignoraste
por otro, que te conoce desde el fondo del alma.
Toma las cartas de amor que guardas en la estantería,
las fotografías, las notas desesperadas,
arranca tu propia imagen del espejo.
Siéntate. Festeja tu vida.
Derek Walcott (Castries, isla de Santa Lucía, 1930)
(Sin mención del traductor)
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