jueves, 30 de enero de 2014

Retrato del artista con Hart Crane
















Finales de agosto en Venecia, afuera, después de almorzar, Hart
Apaga la colilla de su cigarro en un vaso de vino,
El semblante humedecido y aséptico,
Encierra la palidez de la muerte o la suavidad de una nube.
El brillo líquido de su porvenir se adhiere aún a la pérgola.

El tema de la poesía es siempre el tiempo.
Pienso, las pequeñas manecillas, cada noche en nuestro pecho
Se desdoblan por la mañana, un dedo a la vez
Bajo el renovado peso del sol.
Un día más es un día menos.

Llevo varias semanas escribiendo este poema
Con un lápiz hecho de lluvia, que corre por mi cara
Y la de mi amigo, creando un lenguaje donde nada permanece.
La luz del sol no tiene tal deseo.
En los pequeños estanques de nuestras palabras, el fondo es el brillo.


Charles Wright
(Traducción: Jeannette L.Clariond)

Portrait of the Artist with Hart Crane


It's Venice, late August, outside after lunch, and Hart
Is stubbing his cigarette butt in a wineglass,
The look on his face pre-moistened and antiseptic,
A little like death or a smooth cloud.
The watery light of his future still clings in the pergola.

The subject of all poems is the clock.
I think, those tiny, untouchable hands that fold across our chests
Each night and unfold each morning, finger by ringer
Under the new weight of the sun.
One day more is one day less.

I've been writing this poem for weeks now
With a pencil made of rain, smudging my face
And my friend's face, making a language where nothing stays.
The sunlight has no such desire.
In the small pools of our words, its business is radiance.




Charles Wright. Poeta norteamericano, nacido en 1935, en Tennessee. Traductor de los italianos Eugenio Montale (Premio Nobel 1975) y Dino Campana, Wright es autor de una obra extensa y compleja que ocupa catorce colecciones de poesía. Obtuvo numerosas distinciones, entre ellas el National Book Award en 1983. Una de sus principales obras "Zodiaco Negro" fue publicada en Estados Unidos en 1977 donde obtuvo el Pulitzer al año siguiente. Fue editado en Valencia, en 2002, por la editorial Pre-Textos con prólogo de Harold Bloom. 




martes, 28 de enero de 2014

El arte menor de la defensa personal






















El paisaje no es el tema sino la técnica, 
Un medio para la medida,
                   el andamio de la estructura. 
Me apropié de sus silencios, me demoré en su tono y su llanto.

El lenguaje es el tema, la idea de Dios
El fantasma que sobre mi pequeño mundo
Merodea, el breve balbuceo del significado,
                       mi garra es el brillo de mi pico.



Charles Wright (E.E. U.U., Tennesse, 1935)
(Traducción: Jeannette L.Clariond)

The Minor Art of Self-defense

Landscape was never a subject matter, it was a technique, 
A method of measure,
              a scaffold for structuring. 
I stole its silences. I stepped to its hue and cry.

Language was always the subject matter, the idea of God 
The ghost that over my little world 
Hovered, my mouthpiece for meaning,
                     my claw and bright beak.




domingo, 26 de enero de 2014

SOBRE EL MAR

























Guarda eternos susurros alrededor
de desoladas playas, y con su 
poderoso oleaje
sacia dos veces diez mil Grutas, 
hasta que el hechizo
de Hécate las abandona con su 
sonido sombrío.
A menudo es tan suave su temperamento,
que un pequeño caracol apenas
se moverá por días desde el lugar 
en que alguna vez cayó
cuando al final los vientos del Cielo 
se desaten.
¡Oh tú! que tienes las pupilas 
irritadas y cansadas,
deléitalas con la amplitud del Mar;
¡Oh tú! que tus oídos se alimentan 
del estrépito del tosco tumulto,
o con demasiadas melodías empalagosas
siéntate cerca de la boca 
de alguna antigua Gruta y medita,
hasta que te estremezcas, ¡como 
si las ninfas del mar cantaran!


John Keats (Inglaterra, Londres, 1795-Italia, Roma, 1821)
(Versión: Marina Kohon)


On the Sea

It keeps eternal whisperings around 
    Desolate shores, and with its mighty swell 
    Gluts twice ten thousand Caverns, till the spell 
Of Hecate leaves them their old shadowy sound. 
Often 'tis in such gentle temper found, 
    That scarcely will the very smallest shell 
    Be moved for days from where it sometime fell. 
When last the winds of Heaven were unbound. 
Oh, ye! who have your eyeballs vexed and tired, 
    Feast them upon the wideness of the Sea; 
        Oh ye! whose ears are dinned with uproar rude, 
    Or fed too much with cloying melody
        Sit ye near some old Cavern's Mouth and brood, 
Until ye start, as if the sea nymphs quired!





viernes, 24 de enero de 2014

NOSTALGIA




















A menudo en el zoom de la música
días o noches sepia del más adherente 
y centrífugo invierno, vuelvo algo borracho, 
resbalo como un zueco en la trinchera, 
cansado y cansado, pero más todavía de trucos 
cetrerías, pájaros adiestrados por algún brujo 
medio zahorí, stalker o impostor a secas.

Y cómo cuesta reconciliarse con la claridad 
de la mañana, cuesta pensar en la estepa 
sin pensar en algo imposible, 
por ejemplo en la paz, la arena, el sol, las rocas, 
todo eso para lo cual también fuimos hechos.

Y cuesta eludir el pozo subterráneo, 
el tambor -ya agrietado seguramente-
con que el niño se calienta las yemas, 
y el ermitaño se duerme en su caverna.



Vi desplomarse una estrella
y cinco minutos después el cielo
abierto en el que Natacha se lavaba el pelo
con el agua milenaria que juntó en un bol.
Igual de triste, el peso molecular
de cada palabra rumiada entre dientes.
No se calma esta fiebre apretando
una aguja de pino contra el vendaval.



Vi bosques calcinados, lagos color turquesa
-montañas colosales me quitaron el aliento-,
vi formas y gestos que nunca llegaré a descifrar,
aquí, donde la única palabra adecuada es Nostalgia.
Y como la figura embalsamada de un puma
en una tienda de reliquias o baratijas,
la sombra que fui, a veces, me hace sonreír.


Walter Cassara (Argentina, Buenos Aires, 1971)




IMAGEN: Fotograma del film Nostalghia (1983) de Andrei Tarkovsky.

miércoles, 22 de enero de 2014

NARRACIÓN






El viento

Hace siglos el viento atraviesa el lugar: ni los árboles del monte han podido detener las horas acumuladas como en un tonel. Dos, tres niños juegan en la plaza del ferrocarril y se hacen señas duraderas. Pasea la tierra por alguna calle lateral, y miro con cierta fascinación cómo el aire puede hacer del tiempo un pedazo de materia.


Búfalos

Pesado como las piedras de este lugar en Invierno, el Mar del Sur parece el último puerto del Atlántico. Un Domingo a la mañana, por junio, alguien oficia misa, y mecemos las olas, juntos, en derredor, como un conjunto de búfalos atribulados por el viento y los cazadores de hace 1000 años. La línea de la playa fagocita todos nuestros días, los pasados y los que están por venir, y en ese presente pleno comulgan los oriundos del lugar, como lo hacen los árboles, o las plantas, o nuestra pequeña voluntad


Una pieza

Toco a mi mujer. Nos besamos, rastreamos en la piel el punto ignorado de la felicidad. Hallamos tramos de la infancia en la saliva, en la oscura ternura de nuestro abrazo, y el deseo se circunscribe a tomarnos de la mano como dos personas que se acarician amorosamente, que comprenden el lapso pequeño que los días les han asignado. Como una guerra perdida, miramos el sol del sur, vamos en busca de un pozo al que llamamos nuestra intimidad.


El aire

Miro en las horas de esta estación la región más escasa y la más transparente. Como si la energía de mi hijo no tuviera espacio, detengo el aire que respiro. Entonces, miro a mi otra hija, mi hijita de dolor, de amor, y pregunto ¿con quién dialoga? ¿con quién dialogará? Busco en mis bolsillos monedas, papeles, pequeños ramos…Pregunto al aire por sus signos difusos, por su plumaje suave, y algo, tan siquiera una piedra pequeña, responde por los hijos que no tuve…Qué debilidad la de administrar las horas, silenciosamente. Si compruebo la falta de algo, me digo ¿qué hice de la vida que falta?


Cenas

Es diciembre. Los almuerzos y las cenas comienzan a abundar. Saludan todos el año que se va, y como un film antiguo, recordamos que el presente nos sostiene en un cielo blanco. Los gestos, las ínfimas sonrisas, la escasa duración de estar juntos acompañan las horas, y los días. Procuramos estar bien, procuramos sonreír. Nos abrazamos, como se abrazan las plantas y los árboles. Decimos adiós, hablamos con palabras, movemos las manos, recordamos que el pasado fue una piedra dura de roer. Aquí estamos, sin mayor éxito, desgastando los minutos, o los segundos, nuestras pequeñas horas doradas.



Carlos Battilana (Argentina, Corrientes, Paso de los Libres, 1964)




Ilustración: Fotograma de Los cuatrocientos golpes de François Truffaut (1959).






lunes, 20 de enero de 2014

LA VOLUNTAD

























NOVELISTA

¿Será posible entonces que todo cobre sentido de repente,
como si agarraras diez años de tu vida y batiéndolos rápido
los volcaras en el formato preexistente de una novela?
No es tan fácil, parecen repetir, una y otra vez,
hombres que miran desde la ventana de un bar.
Ellos también se hicieron la misma pregunta antes,
mucho antes de que en vos naciera el germen
de esta fuerza que te obliga a caminar en redondo.
Algunos, tras responder negativamente,
dedicaron otra década a amaestrar un perro,
cultivar tomates en el jardín de su casa o convertirse
en coleccionistas de un objeto antiguo y anodino.
Cuando más tarde volvieron con ímpetu a la carga
buscaban mentalmente moldes donde verter su vida:
diez años acá, cinco allá, veinte en una frontera.
Sin embargo, el problema no era de forma sino de fondo.
No estaba, como el vino, añejándose en una bodega profunda
la experiencia, esperando el momento del descorche;
había escapado, quién sabe cuándo y por qué orificio,
dejando en su lugar como un inmenso depósito
donde flota, sin llegar a evocar nada, un perfume familiar.


GORCH

Nada te impide decir mientras andas lento,
escuchando el ruido de los insectos al despertarse:
me gustaría vivir en un pueblo como este
donde cada tarde parece la víspera de un feriado
y esperar en el andén el único tren del día,
sentado en un banco con un trago cerca,
para volver sin nada que hacer al único bar
a ver caer el sol a través de los ventanales.
Nada te impide pensar esto o algo así,
e imaginarte asistiendo sin falta los domingos
a las citas del Club de Observadores de las Nubes.
Sin quemar las naves de forma drástica,
manteniendo en teoría la puerta entreabierta,
podrías ya mismo dar los pasos necesarios
enviando sin explicaciones, en un par de líneas,
un parte de ausencia por tiempo indefinido.
Para la invisible contabilidad que lleva el balance
de cada movimiento tu llegada contribuiría
a anular la resta de algún viejo recién fallecido,
o el éxodo de un joven estudiante hacia la ciudad,
como una pieza de repuesto enviada desde lejos.
Tal vez no llegues nunca a encajar en este lugar,
pero tal vez tampoco encajabas allá del todo,
y cuando, al tiempo, dejes de mandar y recibir cartas,
o de esperar un llamado para tu cumpleaños,
parecerá como haber empezado de cero otra vez,
sin antecedentes molestos ni anécdotas vergonzosas,
ni muertos esperando en el cementerio su tributo.
El último pedazo de la tarde se engancha como un vagón
a la locomotora que lleva el día a la rastra,
cuando al girar en una esquina reconoces la imagen
de una casa vieja con el cartel de EN VENTA,
y te das cuenta que volviste al punto de partida.
Ya completaste un círculo, ya tenes en la cabeza
un croquis o algo así, y cuando estás de nuevo en camino,
o en casa, hay algo tuyo que sigue acá dando vueltas,
una parte de vos, que se para en una esquina cualquiera
y mira unas nubes, una pala contra una pared, una ventana,
y se pone de nuevo en marcha, sin comentarios.


LA LECCIÓN

Porque escribo desde el locutorio de la vuelta,
un chino como los que allá hay en cualquier parte,
me siento más en casa que en la habitación 22
en cuyo techo la humedad dibuja sobre mi cabeza
la figura de un ratón de larga cola.
No es que me despierte pensando: dónde estoy.
Sé bien dónde me encuentro y adonde llegué
tras casi diez años de esfuerzos inútiles.
Cada uno inventa, como dijo alguien,
una manera de ser joven, pero yo cuando conocí la tuya
odié de repente la mía. ¿No es esa bisagra
la única que importa? Podría exagerar, ahora,
decir: nada de lo que dijiste desde entonces
se me ha olvidado. La verdad, sin embargo,
es que mi memoria falla, mi atención es despareja,
y tu charla dista de ser tan interesante
todo el tiempo. Pero recuerdo aun tu latigazo
la primera vez que leíste mis poemas:
"Son correctos". Esas dos palabras estuvieron
presentes a lo largo de todo este tiempo.
Incluso cuando en tus juicios posteriores
mostraras un entusiasmo mayor, habías dado ahí
en el blanco: eran correctos. El talento, a veces,
no lo es todo, pero el esfuerzo casi siempre no es nada.
Yo corregía, corregía, pero cada corrección
me parecía un paso que me alejaba
de lo que buscaba, y escribir era borrar
las huellas de la vergonzosa corrección.
Practicaba a la vez la escritura automática,
con la secreta esperanza de que saliera,
de un lugar donde había estado gestándose,
el poema entero de un tirón.
Qué extraña superstición parece por momentos
esta del verso: ninguna fe más ridícula que la del poeta
hachando y hachando en el bosque de su prosa
para tender después estos durmientes, sobre los que a veces
no pasa nunca el tren de de la poesía. Lo que me enseñaste
es más que lo que todos mis maestros juntos pudieron darme
y no soy en el fondo más que un alumno mediocre
que vuelve ahora a rever la primera lección.
Tendríamos, al llegar a esta edad, el oficio ganado,
sino la certeza, que buscábamos en cada poema,
de nuestro talento. No tenemos nada de eso.
Es como haber estado tomando carrera mucho tiempo
para un salto que no termina nunca de producirse.
Cuando me despierto en medio de la noche
la constelación del ratón sigue fija en el techo.



Miguel Ángel Petrecca




Miguel Angel Petrecca. (Buenos Aires, 1979), escribe, traduce, edita. Publicó los libros de poesía: El gran furcio (Gog y Magog, 2005) y El maldonado (Gog y Magog, 2007), más una plaqueta en la editorial Crudo en 2005. Codirige el sello editorial Gog y Maggog junto a Julia Sarachu, Vanina Colagiovanni y Laura Lobov. Obtuvo una beca que le permitió vivir un año en Beijing, donde afianzó sus conocimientos del idioma chino. Tanto como para hacer sus propias traducciones, directas del chino al castellano, que pueden leerse en la antología que publicó: Un país mental, 100 poemas chinos contemporáneos (Gog y Magog, 2011; Lom, 2013); como también en su blog: Como una mosca de largas zancas. Actualmente trabaja como periodista cultural y traductor.Los poemas que publicamos pertenecen a su libro "La voluntad", Bajo la luna, 2013.




sábado, 18 de enero de 2014

FIEL A UNA SOMBRA



EL ESPECTRO

Helado cuerpo muerto, Hamlet, 
mi hijo, déjame partir; el descanso 
que pido no puede ser compensado 
con el abandono, pero ya ves, no 
me fui, sigo fiel a la sombra que 
habitamos los dos, y no hay lugar para 
ambos, y alguien debe partir. No sé 
por qué, pero la muerte hace todo 
más real. ¿Seré yo el que te absorbe? 
¿El que vivo o muerto contamina 
tu corazón y tus pensamientos con estas 
formas inútiles, y espera la noche 
para verte, para estar con vos? Lo único 
real es mi cuerpo, y ya no lo tengo.



BASTA DE PAZ, BASTA DE AMOR


No voy al trabajo,
pierdo las horas al lado tuyo
como quien se tira en el pasto
boca arriba
a mirar las estrellas.
                        Nubes negras, pesadas
amenazan abrirse
para dejar caer masas compactas
de granizo y destrucción.
Por suerte, no encendiste la radio.
Abrís una cerveza y te quedás, desnundo
mirando por la ventana
el avance inexorable
de los acontecimientos.
Desde la cama, todo es hermoso
como en un cuadro: Muchacho en la ventana
cigarrillo en una mano, botella
de cerveza en la otra, mirando la noche.
Porque de golpe
se hizo la noche. Un rayo cruza
de lado a lado la ciudad.
La lluvia golpea la ventana
como si fuera el último día.
                                   Son piedras, digo
mientras me acerco a mirar yo también
un poco asustado, el cielo
que se desguaza.
            Pero este chico no se asusta, se ríe
de la tormenta. Le divierte
el estrépito que se armó.
Las calles inundadas,
el tránsito congestionado,
la gente que corre, corre
a refugiarse de la lluvia impiadosa,
pero inútilmente.
                   Traete otra cerveza, Os, me dice.
                   Mirá el cachengue que se armó.
Y yo me río
porque en mi vida
voy a encontrar otra palabra
más precisa que esa
para definir ese momento
de furia.
Como si Dios bajara del cielo
(basta de paz, basta de amor)
y se pusiera a patear tachos de basura
y a golpear sus cadenas
sobre los techos de los autos.


(De: Chicos malos)
Osvaldo Bossi




Osvaldo Bossi. Poeta argentino. Nació en la provincia de Buenos Aires en 1963. Libros publicados: Tres (Bajo la luna, 1997), Fiel a una sombra (Siesta, 2001), El muchacho de los helados y otros poemas (Bajo la luna, 2006) y Ruego por el tornado (Sigamos enamoradas, 2006),Del Coyote al correcaminos (2007), Esto no puede seguir así (2010), Casa de viento, antología personal (2011), Ni la noche ni el frío (fines de julio de 2012), Chicos malos (2013) y su novela Adoro (2009). Forma parte de diversas antologías de poesía argentina y latinoamericana. Colabora como crítico en distintos medios especializados. Desde hace años coordina talleres de escritura en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en forma particular.Su blog es www.muchachodeloshelados.blogspot.com


Leer el viento, aquí.



jueves, 16 de enero de 2014

LOS PÁJAROS






El hombre entra al departamento de una mujer de la que cree estar enamorado. Hace tiempo que intenta abandonar sus hábitos periféricos. La mujer lo mira por encima de la taza mientras bebe. Podría poner música, en cambio, deja la taza sobre una mesa baja y va a abrir el ventanal que da a la terraza. Cuando el hombre la mira de espaldas y ve la pollera de jean, la mujer levanta los brazos -blusa sin mangas- para descorrer la cortina. El ojo masculino congela la imagen. El hombre del ojo enamorado dice para sí, -¡Pájaros!



Un pájaro chino sentado en su pupitre escribe cartas sobre un papel finísimo. Su caligrafía no es torpe, el maestro la aprueba, aunque a juzgar por los manchones violáceos a mitad de cada renglón, cabe pensar que ha olvidado el secante en casa.



En la Enciclopedia Estudiantil Superior, publicación semanal ilustrada del conocimiento humano para la juventud (Fratelli Fabbri Edítori S.R.L. Milán, Italia, año 1964), se habla de un pájaro de plumaje vidriado descubierto por el naturalista holandés Johannes Richter en un viaje a Paraguay. Señala el artículo redactado a tal fin: "el Verbatim se encandila con la luz que refleja el sol en los cuerpos de los miembros de su bandada. Esto hace que unos y otros vivan cegados la mayor parte del día, en estado de mutuo desconocimiento, haciendo del ritual del apareamiento cuando llega la época del año, un espectáculo torpe, de una pobreza visual evidente, aunque no desprovisto de ternura". Sobre el final añade: "no está en peligro de extinción".



Sandro Barrella



Sandro Barrella. Poeta argentino. Nació en Buenos Aires en 1967. Publicó El álbum de Pascal (Último reino, Bs.As.,1996),  "El Golf" (2005), Editorial Alción; "Los pájaros", Editorial Bajo la luna, 2010 y "Los italianos a la guerra", Ed. en danza, 2013. También es crítico literario del suplemento cultural ADN del Diario La Nación.



IMAGEN: Fotograma de "Los pájaros" de Alfred Hitchcock.





martes, 14 de enero de 2014

Terreno




El alma es una región sin fronteras definidas:
      no es seguro que una pradera 
pueda abarcarla
      o que una cordillera pueda contenerla: 
flota por sí misma como la masa continental,
      que cuanta más altura alcanza 
más profundamente extiende sus cimientos
      (de modo proporcional): 
no todo se da de la misma manera: hay ramificaciones:
      sistemas fluviales como sombras de árboles invernales 
contra las colinas: ramas, paseos, altos lagos: 
      pantanos plagados de lirios:

su clima es variable: inundaciones
      destruyen su interior, alteran 
la distribución del peso, la naturaleza del contenido;
      por él se desplazan los remolinos 
o giran quietos como formas aisladas: viene la luna:
      hay espacios muertos: ciénagas, surgidas 
de sí mismas, del crecimiento de la destrucción
      del crecimiento, 
cambio de papeles,
      el álamo y el roble invadidos por la turba: piedras 

semipreciosas y preciosos metales se asientan en el lodo:

es un área de equilibrio, de veras, estabilizada,
      oscura agua salvaje, feroces anguilas, contracorrientes: 
un habitat, la ecología precisa de las formas 
      hasta cierto grado tolerantes
entre sí, no son del todo autodestructivas: una corteza a flote:
      escoria, espuma de lo profundo y naturaleza diversa: 
pero más hondo que la profundidad, y también: torbellino y vacío:

puede ser esférico, luz y conocimiento apenas
      iris y pupila abriéndose 
a los oscuros métodos de la vista: vaivén,
      rupturas y cicatrices, 
remolinos y quietud: viene la luna: terreno





Archie Randolph Ammons (E.E.U.U., Carolina del Norte,1926-2001)

(Traducción: Jeannette L. Clariond)


TERRAIN

The soul is a region without definite boundaries:
     it is not certain a prairie 
can exhaust it
     or a range enclose it: 
it floats (self-adjusting) like the continental mass,
     where it towers most 
extending its deepest mantling base
     (exactly proportional): 
does not flow all one way: there is a divide:
      river systems thrown like winter tree-shadows 
against the hills: branches, runs, high lakes: 
stagnant lily-marshes:

is variable, has weather: floods unbalancing
      gut it, silt altering the 
distribution of weight, the nature of content:
      whirlwinds move through it 
or stand spinning like separate orders: the moon comes:
there are barren spots: bogs, rising 
by self-accretion from themselves, a growth into
      destruction of growth, 
change of character,
invasion of peat by poplar and oak: semi-precious 
stones and precious metals drop from muddy water into mud:

it is an area of poise, really, held from tipping,
       dark wild water, fierce eels, countercurrents: 
a habitat, precise ecology of forms 
       mutually to some extent
tolerable, not entirely self-destroying: a crust afloat:
       a scum, foam to the deep and other-natured: 
but deeper than depth, too: a vacancy and swirl:

it may be spherical, light and knowledge merely
       the iris and opening 
to the dark methods of its sight: how it comes and goes,
       ruptures and heals, 
whirls and stands still: the moon comes: terrain.





domingo, 12 de enero de 2014

Días de 1964



Casas, una embajada, el hospital,
El gastado barrio que, de existir, temblaría
En las charcas nocturnas de la lluvia...
Frente a la calle que conduce al centro
La abrupta colina hacía que algunos se quedaran en el camino
O se la podía ascender en veinte minutos
Para contemplar los paisajes que te dejan sin aliento.
Los pinos creaban un marco para el mar y la ciudad.
A nuestros pies, resplandecían el ciclamen y el crocus
Como finas gotas de sudor entre las reliquias
De los viejos tiempos. Si no el Olimpo,
Una suave delicia que era nuestra todo el año.

De mis caminatas traía a casa algunas flores.
Kyria Kleo, quien hacía la limpieza,
Las ponía en agua mientras suspiraba Virgen, Virgen.
Padecía de sus piernas. Vestido marrón, gorda, y con 50 años,
Parecía una matrona de Palmira,
Una réplica al óleo y pincel. ¡Cuánto te quiso, a ti,
A mí, a todos, al pájaro y al gato!
Ahora creo que ella era el amor. Suspiraba y resplandecía
El día entero, fuera por dolor, por amor o ambos.
(Entre nosotros no había mucha comunicación.)
Vivía cerca, con su madre devota
Y el haragán de su hijo. Sentía que yo era su hijo.

Le respondí con generosidad, ahora lo pienso. 
El amor nos hace generosos. Míranos. Sabíamos tan poco 
Uno del otro, que pasábamos las noches sin dormir, 
Echados y atentos bajo la luz de la lámpara, 
Mirándonos o intercambiando historias.
Una hora regresa: tu entrecortado aliento entre mis brazos
Amorosa o sonriente, o las dos cosas,
Mientras yo recordaba y te hablaba
De lo que había visto al mediodía en mi camino al centro:

Pobre vieja Kleo, sus doloridas piernas
Adentrándose en los pinos. La llamé,
La llamé tres veces antes de que escuchara,
Desde su ajustado suéter azul cielo, su cara
Maquillada. Sí. Su cara blanqueada
Como un mimo, blanca como luna a la luz del día,
Incrustada de perlas, su boca, una hoja de flor de pascua,
Cómeme, págame —la máscara del erotismo
Por todos utilizada como una forma de ilusión
En nupcias con la simple necesidad—.

Absortos nos miramos. ¿Era el amor una ilusión?
Y cada quien tomó su rumbo. De pronto, yo cruzaba la plaza
Donde un mercado ambulante
Con verduras, pollos y alfarería se materializaba
En un sueño grabado por regateros, todos en el fondo
Suspicaces, no sea y los sorprendan y desplumen,
El ave, la flor de ese noviembre desvaído,
El yo perdido por caminos de arcilla, o hallado, firme,
Donde laten los capullos,
Lo mejor aún sin lastimar, el yo de rodillas en el barro.
Frío me detuve, por el bien de los dos.

Ya sereno, de regreso a casa, compré fruta para ambos.

Si llegas a leer esto, perdóname. (Y ojalá pueda Kyria Kleo,
Si alguien lo tradujera al griego
Y se lo leyera en voz alta, perdonarme también.)
Pasé tanto tiempo sin amar,
Que ni siquiera sabía en qué pensaba.

Donde escondí mi cara, tu caricia, pronta, misericorde, 
Vendó mis ojos. Un dios aspiró desde mis labios. 
Si eso fue ilusión, deseaba que durase; 
Que por su diaria dosis permaneciera con nosotros allí, 
Limpiando y regando, suspirando amorosa o dolorosa. 
Esperaba que subiera cuando fuese necesario, incluso 
A alturas de degradación, ya que me parecía 
Que aquellos días estaba siempre ascendiendo

A un mundo de silvestres
Flores, regocijo, lágrimas...¿o era yo quien caía, con las piernas
Dobladas, cumbres, profundidades,
En un charco de lluvia cada noche?
Pero tú estabas por todas partes, a mi lado, encubierta,
Como quien no está, en la risa, en el dolor, en el amor.


James Merrill
(Traducción: Jeannette L. Clariond)


Days of 1964

Houses, an embassy, the hospital, 
Our neighborhood sun-cured if trembling still 
In pools of the night's rain...
Across the street that led to the center of town 
A steep hill kept one company part way 
Or could be climbed in twenty minutes 
For some literally breathtaking views, 
Framed by umbrella pines, of city and sea. 
Underfoot, cyclamen, autumn crocus grew 
Spangled as with fine sweat among the relics 
Of good times had by all. If not Olympus, 
An out-of-earshot, year-round hillside revel.

I brought home flowers from my climbs.
Kyria Kleo who cleaned for us
Put them in water, sighing Virgin, Virgin.
Her legs hurt. She wore brown, was fat, past fifty,
And looked like a Palmyra matron
Copied in lard and horsehair. How she loved
You, me, loved us all, the bird, the cat!
I think now she was love. She sighed and glistened
All day with it, or pain, or both.
(We did not notably communicate.)
She lived nearby with her pious mother
And wastrel son. She called me her real son.

I paid her generously, I dare say. 
Love makes one generous. Look at us. We'd known 
Each other so briefly that instead of sleeping 
We lay whole nights, open, in the lamplight, 
And gazed, or traded stories.
One hour comes back —you gasping in my arms
With love, or laughter, or both,
I having just remembered and told you
What I'd looked up to see on my way downtown at noon:

Poor old Kleo, her aching legs,
Trudging into the pines. I called,
Called three times before she turned.
Above a tight, skyblue sweater, her face
Was painted. Yes. Her face was painted
Clown-white, white of the moon by daylight,
Lidded with pearl, mouth a poinsettia leaf,
Eat me, pay me —the erotic mask
Worn the world over by illusion
To weddings of itself and simple need.

Startled mute, we had stared —was love illusion?—
And gone our ways. Next, I was crossing a square
In which a moveable outdoor market's
Vegetables, chickens, pottery kept materializing
Through a dream-press of hagglers each at heart
Leery lest he be taken, plucked,
The bird, the flower of that November mildness,
Self lost up soft clay paths, or found, foothold,
Where the bud throbs awake
The better to be nipped, self on its knees in mud—
Here I stopped cold, for both our sakes;

And calmer on my way home bought us fruit.

Forgive me if you read this. (And may Kyria Kleo, 
Should someone ever put it into Greek 
And read it aloud to her, forgive me, too.)
I had gone so long without loving, 
I hardly knew what I was thinking.

Where I hid my face, your touch, quick, merciful, 
Blindfolded me. A god breathed from my lips. 
If that was illusion, I wanted it to last long; 
To dwell, for its daily pittance, with us there, 
Cleaning and watering, sighing with love or pain. 
I hoped it would climb when it needed to the heights 
Even of degradation, as I for one 
Seemed, those days, to be always climbing

Into a world of wild
Flowers, feasting, tears —or was I falling, legs
Buckling, heights, depths,
Into a pool of each night's rain?
But you were everywhere beside me, masked,
As who was not, in laughter, pain, and love.




James Ingram Merrill, poeta norteamericano, Nació en Nueva York, en 1926 y murió en Tucson, Arizona, en 1995. Su poesía posee dos cuerpos distintos de trabajo: (si profundamente es emocional) poesía lírica pulida y formalista de su carrera temprana, y la narrativa épica de la comunicación oculta con alcoholes y ángeles, que dominó su última etapa, la del libro: "La luz que cambia en Sandover"Autor de una infinidad de volúmenes de poesía, uno de ensayos, dos novelas, dos obras de teatro y unas memorias, Merrill es uno de los grandes poetas que ha dado la lengua inglesa en el siglo XX. En los últimos años recibió dos National Awards por sus libros Nights and Days (1967), y Mirabell: Books of Number (1978); el Bollingen Price in Poetry por Braving the Elemente (1972); el Pulitzer Prize por Divine Comedies (1976), y el National Book Critics Circle Award por The Changing Light at Sandover (1982).






viernes, 10 de enero de 2014

Una gota en la sed del desierto



























Una gota en la sed del desierto.
Una boca que diga lo innombrable.
Un instinto, otro, al cotidiano de la queja
en el epicentro del insomnio.
Un descanso de pasto mal cortado,
de pasto crecido. Una tropilla,
a lo lejos, en el campo o en la infancia.
Un resonar de agrestes pájaros.
La flecha del ave que reza todo el horizonte.
Un pan amasado en la madera.
Un salmo, una teología, un dios,
el Dios que serene la estridencia.



(De: "Dos poemas")
THEOlogos

El amanuense sembraba girasoles
sobre templos abandonados.


POR QUÉ SOY CRISTIANO

En la terraza
el amanuense
escribe
cuidadosamente
los nombres secretos
que la civilización
no lee.


NATURALEZA PERENNE

Todo
árbol
es
una
corteza
profunda
arraigada
al centro
y origen
del mundo,

una
teología
que se esconde
en el paisaje.


ARTE POÉTICA

Ser
es
ceder
el poema.

La donación del siervo.



(De: "Teoría del amanuense")


ESTE ES MI POEMA

Sin embargo,
Quisiera
Que fuera tu poema,
Aunque prefieras los sábados por la noche
O el hastío del verano.

No hace
Falta que lo repita,
Más de una vez te he dicho
Que me gustan los manteles floreados
O las sobremesas en familia,
Pero hoy no hagas caso a mis gustos;
Me estoy dejando hablar por otros
Y no hay sirena — ni adentro, ni afuera-
Que los acalle por un momento, al menos.

Si el azar de este papel te influencia
A perseguir lo bello
Entre las cenizas azules de la tarde patricia,
No habrá entonces otro motivo
Para seguir manchando de garabatos
La hoja en blanco.

(De: "La fuerza de las horas")

Ezequiel Ambrustolo





Ezequiel Ambrustolo. Poeta argentino. Nació en Banfield, Lomas de Zamora, Buenos Aires, en 1983. Publicó “La fuerza de las horas” (Alción, 2008), "Teoría del amanuense", (Alción, 2011) y la plaquette "Dos poemas", 2013. Se ha desempeñado como corrector literario y librero.
 MÁS poemas en su blog El Amanuense.