I
Quisiera enviarte una respuesta
precisa y leve.
Algo semejante a la flor de filigrana
en el jarrón antiguo
O tal vez un ideograma
que signifique lo extraordinario, lo intenso;
o un recuerdo fugaz,
trepanando los vientos del olvido,
para llevarte hasta el punto donde el tiempo
se replegó en un instante.
IV
Recorro la floresta hacia atrás,
nuestra única marca
es un pétalo rojo
sobre el pasto, y el cielo
que alcanza en ese punto
su máxima altura.
El agua se distingue apenas de la luz
La tierra abraza en los rincones
El fuego, de repente, fluye.
VI
Recuerdo ese filo soberano
de lo que no se comprende
El brillo del brillo, sus ojos
saltando hasta que el sol me enciende
cristales sobre los hombros.
A la noche estuvimos sentados,
cerca del fuego
esperando un eclipse.
Un verano que se ríe y ruge
Todavía, durante este invierno
Tendidos somos dos cielos en el agua
y la palabra es nuestra sola ausencia.
X
Y de repente nuestras voces desparramadas
en el piso de la noche, lingotes
de fosforescencia temblorosa, y en el centro
las briznas de una llama, todavía viva.
Yo, la enamorada de la escalera de incendios
Cuando hay demasiado calor en el aire
y los pasillos angostos se prolongan
como un argumento tedioso,
mientras reconocemos azares en las nubes
que se van oscureciendo
y el sonido de todas las palabras
se arremolina en un sofoco.
Pero siempre que la luna se entreabre
de tormentas en cámara lenta
Vamos hasta el final, y la mente
no es sino un tonto viento.
Ahora el giro
y lo que era un camino
se vuelve un círculo
con nada detrás.
XI
Al alba me extingo contemplando
deletreos primitivos
"La poesía es inútil -escribe-
en vez de pensar en la angustia de la vida, chateá".
Quién podría asegurar mañana si tuvo lugar,
o fue una fantasía del insomnio: una línea de puntos
titilante, que intentaba nombrar
la soledad que se mastica y nada.
Quién podría contar la ansiedad
en esta madrugada repleta de voces.
Dónde sino habría un espejo
para nuestra triste transparencia.
Para nuestro desvelo.
"Tanto dolor, ay, en la obviedad de la palabra obvia".
Nuestros mundos se prenden y se apagan
con un parpadeo.
XIII
El corazón sólo tiene el tamaño de un puño
Nunca termino de interpretar esa frase,
ni de escucharla con un tono tuyo
Te veo, durante este invierno,
entre gestos absurdos de tomarme y perder
el carnet de conducir por el camino
Cada tanto -una isla en el museo-
alguna melodía te devuelve a la baranda
de aquel mirados
Donde me envuelven los cielos más profundos
y las estrellas más brillantes.
...
¿Corazones o diamantes?
pregunté con la boca cerrada,
como se canta en sueños
Y la respuesta se estiraba mucho
La copa, la sombra de la copa,
y así infinitamente...
Cuánto lenguaje soporta
el cuerpo. Ajado
pero sin sonar a roto,
al galope de un ritmo que desprecia
la edad de nuestros hábitos
Mientras el agua se va cerrando en círculos
como una partida
La misma imagen calcada a través de interminables mañanas
dejando en el aire unas tenues decenas de archivos
con tu voz.
XIV
El sol araña más que alumbra, estos días
En la floresta ya crecen otras flores
silvestres, como si nada.
El miedo es un murmullo, lejano,
una música vieja; la canción del apego.
¿Será también la nostalgia un paraíso
de los que ya no se dan?
...
Sobrevivimos al amor, como a todo lo otro
y lo guardamos en un cajón,
hasta que nos parece una moda medio antigua
como ciertos trajes.
Pensamos: Nunca hubo plenitud que fuera a ser.
Ya hicimos cola para muchas cosas.
XXVII
¿La realidad? Un ojo ciego
que nos enseñó a mirar. Una lágrima invertida.
Una película donde nuestra actuación
parece una falacia. El estribillo
que te deja convertido en una estalactita.
Ya no importa lo que diga, por lo menos
que las noches sean diáfanas. Que las estrellas
pasen en silencio. Del otro lado de la ventana.
Y que pueda traerte del sueño:
El corazón sin suspicacia.
Florencia Abbate
Florencia Abbate nació en Buenos Aires el 24 de diciembre de 1976. Ha publicado las novelas El grito (Emecé-Planeta, 2004; Veracruzana, México, 2011) y Magic Resort (Emecé-Planeta, 2007; Deriva, Portugal, 2010), los libros de poesía Los transparentes, con dibujos de Adolfo Nigro (Libros del Rojas, 2000) y Puntos de fuga (Tantalia, 1996), el libro-objeto Shhh…lamentables documentos (2001), con fotos de Hernán Reig, el volumen de cuentos para niños Las siete maravillas del mundo (Estrada, 2005), los trabajos de divulgación Deleuze para principiantes (Era Naciente, 2001) y Literatura latinoamericana para principiantes (Era Naciente, 2003) y los ensayos El espesor del presente. Tiempo e historia en las novelas de Juan José Saer (Eduvim, 2014) y El, ella, ¿Ella? Sobre transexualidad (Perfil, 1998). También realizó la selección y el prólogo de Una terraza propia. Nuevas narradoras argentinas (Norma, 2006; Estruendo mudo, Perú, 2007) y compiló Homenaje a Cortázar (Eudeba, 2005) y Homenaje a Edward Said (Eudeba, 2005). Sus poemas y cuentos han sido incluidos en numerosas antologías de la Argentina y del exterior. Es Doctora en Letras, investigadora, periodista y dicta un taller de producción literaria.