En pintura es necesario atender al valor
de los contrastes y los claroscuros,
cuando una mano los pone en la superficie
lisa del papel o rugosa de la tela para decir
o mostrar algo, y aun puede quedar un
tiempo quieta, expuesta, para que podamos
ver sin urgencias cada tono y color,
hasta acomodar nuestras retinas a una
nueva clase de verdad que conmueva
o incomode, y a veces darnos la chance
de revisar la imperfección de la mirada,
cuando una pintura está hecha para eso.
El artista organiza los elementos
que los sentidos tienen a su disposición
para hacer reflexionar al ojo inexperto
y también al otro, como asimismo puede
tendernos una trampa estética que siempre
nos veremos en la necesidad de resolver
con alguna exigencia de ejercicio visual.
El resultado no será más, ni menos,
que pintura, materia coloreada o, en contraste,
una gama de grises como el Guernica de Picasso
que desde hace varias décadas criminales
expresa lo inexpresable sin necesidad de ver
sangre chorrear de los cuerpos mutilados.
Porque se hay una paradoja es que toda risa tiene
su mueva complementaria, su pincelada atroz.
Lo pienso en invierno , de noche y en martes
trece cuando acabo de ver a un gato blanco
dando pasos cautelosos en la nieve acumulada.
Había comenzado a nevar desde la mañana.
Estuve mirando a través de la ventana
lo que llega, lo que cambia en el jardín,
sobre las ramas de pino, bajo el alumbrado
público de la calle, hasta la aparición
inesperada del gato blanco sobre la nieve.
Blanco sobre blanco, puede tener una explicación
estética. La variante conceptual nos lleva a
pensar en la obra del mismo nombre, de Cazimir
Malévich, artista ruso, de vanguardia, creador
del suprematismo. La noche y el martes trece,
(Negro sobre negro, Alexander Rodchenko,
artista ruso, ismo similar), se compadecen
de la interpretación plástica y pueden sugerir
alguna que otra pregunta menos para el arte
que para la superstición, de la que el arte hace
muchas veces un oxímoron sin atenuantes.
Obsesión es la palabra con la que Fernando
Kofman, escritor argentino, hurga con mirada
agreste en los límites de esos tópicos verticales
de fe social en el libro Los valores que nos dejaron
las teologías políticas (Buenos Aires, 2013).
No un viaje; un tránsito de ida y vuelta
entre el día y la noche del pensamiento,
La noche, todo lo que abarca esta oscuridad de
junio en el hemisferio sur (Negro sobre blanco,
también Cazimir Malévich), sigue ahí, la veo,
como una nueva intimidación de la que el ojo
abierto tiene que hacerse cargo. Marcel Proust
lo dijo en sencillo: la tarea del escritor no es
imaginar sino percibir. Motivos tuvo para
"creerlo", y no porque la imaginación se haya
ensañado con tantos y tan buenos creyentes
que no han abandonado la costumbre de cruzar
los dedos ante las amenazas de la adversidad.
Me retiro sólo unos pasos de la ventana.
Todavía es martes trece, por algunas horas más.
La nieve sigue acumulándose capullo tras
capullo y el gato blanco no regresó al jardín
para ofrecer una nueva oportunidad a mi mirada.
Muchas veces, quiera o no quiera que sea algo
conocido, lo real cede a la tentación de cambiar,
por un momento o para siempre, su rol ordinario.
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954)
IMÁGENES: Pinturas del artista ruso Kazimir Malevich : Blanco sobre blanco (1918) y Negro sobre blanco (1915).
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