Mirad hacia Domsaar.
Miradlo a Pijg, el gigantón, que agoniza, que se
nos muere, que se nos va y no se nos va. Miradlo yacer, allí, inestable, en esa improbable camilla
rodante detenida en Domsaar: paraje perdido, abandonado.
Miradlo a Pijg
tan fantasmal como
verídico,
bajo ese cruel
sol
que, a su vez, desde el
azur lo mira
creyendo y descreyendo de sí mismo / en sí mismo,
aunque no por ello deja de quemar.
Mirad
a esa raída y vacilante camilla, perpleja,
estacionada
frente a la Casa del Herrero, miradla:
no tiene estribos
ni capota
pero luce un sinnúmero
de monitores.
Y mirad esos monitores: registran hasta el sin
cansancio los signos vitales (aunque extremadamente débiles) de Pijg,
repitiéndolos una y otra vez. Miradlos.
Mirad hacia Domsaar.
Mirad ese sol:
Es un chancro ardiente, una llaga que irradia
perversidad en el azur, una pústula hirviente -criatura de lo monstruoso—
que devora a Domsaar
que lo postra en el polvo, ese polvo extraña y
extraña-
damente frío a pesar del calor, frío, sin
embargo, pol-
vo polvoriento a que ha venido quedando reducido.
Domsaar, este paraje. Miradlo.
Domsaar:
polvo-sudario, ceniza blanquecina: miradla
extendida,
miradla extendiéndose, a pesar.
Miradla, no hay más que mirar.
Mirad ese polvo blanquecino
y en éste, hundidas, las
patas enclenques, raquíticas de
[cromo
de
esa camilla
(aunque con
poderosas ruedas
a
rulemanes)
Mirad esos rulemanes: son de una especie inteligente y, por tanto,
cabría suponer que en ningún momento cesaron de sopesar las dificultades que se
pudieran presentar -dada la situación- en el momento crítico del arranque y,
aún, con posterioridad, sobre la marcha.
Camilla,
entonces, cuya desvalidez cuenta con esa muy estimable compensación
aunque (también es cierto) no tiene motor.
Miradla
en medio
del
polvo, a pesar,
miradla,
así, tal vez,
más
improbable que nunca
pero, por eso mismo, más concentrada, si se quiere, que
nunca
en el
deseo de ser mirada.
Mirémosla,
miradla.
Mata,
la sureña, la torva esposa de Pijg
la del fiero entreojo,
(capelina
blanca, túnica negra,
rojos
coturnos)
dará la señal del sospechoso y sospechado viaje; viaje a través de
Domsaar, viaje sin destino declarado (¿viaje a la deriva?) del que, en todo
caso, sólo Mata, la que lo dispuso, ha de conocer con certeza (si es que lo
conoce).
Miradla
yendo de aca
para allá
de una punta a
la otra
del
convoy,
disponiendo, torva, todos los detalles con vistas a la partida.
Miradla
y
mirad esos rulemanes
nunca más atentos, podría
[asegurarse,
nunca más decididamente
esféricos,
esperando la señal
de
Mata.
Miradlos
y miradla a Mata
desafiante
subiendo
al pescante
de la improbable camilla.
Miradla,
allí, dominadora,
dominando, desde allí,
todo el
panorama:
es decir, la infinita extensión del polvo-sudario extendiéndose ante sus
ojos. Mirad en los ojos de Mata
el
entreojo:
el entreojo temible de Mata, lo torvo de Mata. Miradlo
y mirad
al no
emasculado
buey que, entre las varas,
golpeando
con sus manos
en el polvo,
moviendo
hacia arriba
y hacia abajo
su testa calcinada
por el
sol de Domsaar
—pústula
hirviente—
tironeando,
le ruega
rienda:
atento a la
espera de su señal
tanto
o más, es verdad,
que lo que la
esperan
los propios
rulemanes
Mirad ahora a
Betty,
la brava: miradla,
de tan menuda como
portentosa
humanidad.
Miradla prodigar
sus amorosas caricias a Pijg, y miradla desempeñando su otra especialidad: la
lectura de monitores. Miradla tomar nota -experta, aplicada— de cada uno de
los registros de cada uno de los innumerables monitores en los que aparecen los
signos de Pijg: signos débiles (aunque extremadamente vitales) cuyo verdadero significado
ella sola sabría y sabe descifrar.
Miradla,
miradla
valerosa
mirar,
sin inmutarse,
el fiero
entreojo
de Mata
que la mira
desdeñosa.
Sí, mirad a Mata,
mirarla así a Betty, la brava, desde el pescante.
Y mirad
a Betty, la
brava,
carne morena
(cubierta
sólo
por un
pequeño,
blanco y
satinado
taparrabos)
mirar, ahora,
desafiante
a Mata.
Miradla a
Betty esperando tensa,
ella también, (como no podría haber sido de otra manera) la señal de partida
sin dejar por ello de vigilar ni uno solo de los innúmeros monitores, de
disminuir ni por un instante la frecuencia de sus caricias a Pijg. Miradla, no
hay más que mirar.
Y mirad su
pequeño
blanco
y satinado
taparrabos:
mirad,
miradlo.
Mirad
el tórax
de
Pijg, miradlo
cubierto
hasta los hombros
por
esa sábana
de la
neumonía.
Sábana pálida,
sábana transpirada por la Muerte y por ese sol infernal de Domsaar. Miradlo. Y
mirad el borde superior de la sábana, mirad allí, justo por debajo de la
barbilla de Pijg
esa coronita
bordada primorosamente
con fino hilo
de oro.
Miradla: bien se
la podría tener como un emblema real si no fuera lo que en verdad es: la marca
de una mercancía. El gigantón sigue dormido en su coma, tal vez semidormido.
Respira con la amplitud de un atleta luego de haber rendido un gran esfuerzo,
aunque se trata, es cierto, de respiración asistida, respiración de un artificio
de pulmón, respiración de terapia intensiva bajo el sol-chancro de Domsaar: respiración,
entonces, en el interior de un delirio. Mirad ese tórax. Miradlo expandiéndose
hasta donde ese delirio lo permite y contrayéndose hasta el límite que permite
ese delirio para volverse a expandir siempre rítmico, y mecánico, y
maquinal, empecinado todavía en dar respiro, por así decirlo, al agonizante.
Mirad al agonizante,
mirad al yacente:
por su boca abierta
de
par en par penetra una oruga
de inusual tamaño-,
una oruga con
apariencia de tubo que se pierde en su garganta, en las profundidades de la garganta de Pijg, de donde proviene ese
estertor, ese quejido patético de Pijg cuyos ojos se entreabren (“tengo miedo,
tengo miedo”)
para
volverse
a
cerrar nuevamente:
miradlo.
Y
miradla a Mata
la
sureña,
torva
esposa de Pijg,
la de fiero
entreojo:
ha descendido
intempestiva del pescante, ha cubierto la distancia hasta la otra punta en un
par de zancadas, ha apartado a Betty, la
brava, y le está gritando a Pijg, al oído:
-¡Aguantá, ché mierda!
¡Aguantá!
¡Te estoy
mirando!
¡Te miro!
Y, por lo bajo:
—De esta no te salvás.
Mirad
ahora a ese pájaro,
el pájaro de la especie
Pájero,
pájaro
de la depresión
allí, posado, en la frente
de Pijg,
pájaro
fatal,
pájaro
extraño:
miradlo,
pájaro
Pájero
tan fatal, para el
caso, como la neumonía que ha puesto al borde de la Muerte al yacente, y como
la emasculación de la que fuera víctima.
Mucha agua ha
corrido y, quizás, ha de seguir y seguirá corriendo bajo los puentes
pero este paraje
está seco.
Miradlo: seco. Por
eso no podría, en absoluto, haber barro en la esquina del Herrero cuya Casa,
efectivamente, forma esquina; no podría haberlo en absoluto. Paraje cuya
sequedad hasta podría ponerse en duda, aunque no por ello esa duda prevalecería
contra la certeza de que ningún grano —por más fértil que fuera- hallaría el
modo de germinar en este no barro, en este polvo seco.
Miradlo
(ensimismado
en su ser
infértil)
confundido
en su
esterilidad.
“-A pesar
de todo
te llamamos
nuestro:
nuestro
embaucador,
nuestro
seductor,
nuestro
amigo,
a pesar de todo
te seguimos
adorando,
postradas
en adoración”
Enjambre de
vocecitas revoloteando alrededor de Pijg yacente. Mirad a Mata. Miradla
tapándose los oídos, tratando de espantar a manotazos a esas invisibles libélulas
cantantes. Miradla imponente, a los biandazos, persiguiéndolas con saña, a
ciegas y, de pronto, al detenerse para tomar algún resuello, anunciar con voz
cansada, resignada:
- La sua passion
predominante
eranno
le giovine
principianti.
Miradla a Betty, la brava, sin darse por enterada, dada por
completo a su misión de prodigarle caricias a Pijg y controlar los monitores.
Miradlo al no emasculado buey
seguir con la
vista (con sus enormes ojos) las evoluciones de Mata en pos de acallar al
enjambre de vocecitas.
Mirad al pájaro
Pájero
entreabrir su
afónico
pico.
Mirad al
Herrero
que
está mirando
—como siempre—
para el otro lado.
Pijg fue emasculado
en el Bosque de los Ombúes,
allá, donde crecen los ombúes, en ese
otro paraje
de allá que no es el
paraje de Domsaar, de acá.
Fue cazado con ayuda
de dardos psicotrópicos.
Así cayó. Y fue emasculado
cuando ya no había
nada que hacer para
dejar de hacer eso que
no podía dejar de hacer.
¿No otra cosa que
hablar con los ombúes?
¡Atrapen a la
Bestia! (Y él era la Bestia)
¡Atrapen a ese
Animal del Bosque!
(y él era ese Animal del Bosque)
“¿Qué estoy
haciendo? ¿Qué he estado haciendo?”
Me miro: ¡Me persiguen!
Me miro: ¡No hay escape!
Me miro: ¡Acorralado!
Me miro: ¡Estoy perdido!
Miradme: me duermo, me derumbo. Ya: me
cortan”.
Miradlo
emasculado.
Miradlo
a Pijg sangrante.
Mirad, ahora,
nuevamente, a la camilla:
Vacilante,
detenida en Domsaar, miradla a la espera de la Señal de arranque, de partida
(ella, como el buey, como Betty) tensa, no sabiendo muy bien a qué atenerse, dudando a momentos de si
podrá resistir el imposible viaje y, a momentos, convencida de que podrá.
Miradla, allí,
detenida,
frente a la esquina
del Herrero,
esquina y Casa
del Herrero,
y mirad
al Herrero
que la mira desde la puerta de soslayo, en
tanto mira (como siempre) para el otro
lado.
Miradlo: se trata
del úlltimo y único habitante poblador que le ha quedado a Domsaar: su fragua
se apagó cuando uno de los pobladores que se iban le apagó el fuego y él se
olvidó, o no supo, o no quiso volver a encenderlo adquiriendo, desde entonces,
la costumbre de mirar para el otro lado (si bien sin dejar de mirar de
soslayo); miradlo mirando de soslayo la camilla y a Mata y
a Betty, la brava, que no se da descanso
en su tarea de atenderlo a Pijg: de examinar el pis de Pijg, la caca de Pijg, además de leer los monitores y tomar nota de
cada uno de los innúmeros registros. Miradla a Betty, la brava,
la de carne fírme, morena,
la del blanco y satinado
pequeño
taparrabos:
miradla
besar
la coronita
bordada en fino
hilo de oro,
miradla
miradla
tomándole
la fiebre a Pijg
y, alarmada,
suministrándole
rapé
en sus fosas nasales,
pellizcándole -urgida-
las mejillas,
para evitar que Caiga en coma irreversible y
vaya a dar así al Reino del que no se vuelve.
Mirad esa Sombra (la única que permite el sol eterno de Domsaar)
discutir con Betty la brava: Reina Negra contra peona morena: avanza peona morena
y Reina Negra
-miradla— retrocede)
pero
queda al acecho:
Mirad hacia Domsaar
Mirad la calva del Herrero
Completamente calva.
Miradla: completamente
enrojecida, sanguinea;
miradla y mirad
esa hendidura que la divide y de la que mana ese líquido blancuzco, gomoso, que vuestros ojos miran,
están mirando. Mirad al Herrero inclinar su cabeza hasta que del todo desagote: esta es la enfermedad que lo
abofetea, que lo humilla. Mirad esa congestionada calva alumbrar como un ascua,
tal como si quisiera competir con el sol de Domsaar.
Ya desagotó.
**************************CORTE
Mirad.
Miradlas.
La
negra y tupida
cabellera
de Mata
(de nuevo en el pescante)
La
rubia y larga
cabellera
de Betty, la
brava:
miradlas,
y mirad
el
sombrero aludo
achambergado
gaucho
que cubre la cabeza
de
Pijg yacente:
elementos
de protección,
de
alguna
protección,
contra
el rabioso
sol de Domsaar
que la
calva supurante
del
Herrero
no
tiene.
********************************************CORTE
Mucha agua corre, ha corrido y seguirá corriendo
bajo los puentes pero no ya en este paraje.
Miradlo seco, reseco, abandonado, sepultado bajo ese polvo blanquecino. Mirad y miradlos jugar a las
estatuas, a Mata, la sureña, brazos en alto, Betty, la brava en posición de pelea, al Herrero que mira siempre para el
otro lado: inmóviles, típicos/arquetípicos, como estatuas vivientes, anticipándose, acaso, a su propia
inmortalidad, tan ajenos al tiempo (al parecer)
como el tiempo lo es de sí mismo;
hasta que la polvareda amaina
hasta que deja de soplar
permitiendo
que se sacudan ese polvo que petrifica y
permitiendo que Betty
acuda a Pijg que ya de por sí se ha ido
petrificando (la
neumonía avanza
alveolo por alveolo
hacia la piedra).
Pijg el gigantón, se nos muere,
se
nos va: miradlo. Y mirad
al no
emasculado buey
que barre
cuidadosamente ese
/polvo de su lomo
con el
móvil,
bien
articulado,
pompón
en que termina
su
larga cola. Miradlo
mirad
el piloso
pompón:
miradlo.
Y
mirad al pájaro Pájero:
sigue posado
en la frente del
yacente.
Miradlo:
no parece
preocuparlo
ese
polvo
ni nada que no sea
otra
cosa
que
anidar
en la frente de Pijg,
es
cierto.
—“A pesar de todo, a pesar de
todo”...
******************************************CORTE
Miradla
a Mata
en lo alto
del pescante
a un tris de dar
la señal
Miradla, ella que tanto ha.
Miradla, ella que tanto ha
querido a Pijg, ahora también lo quiere aunque muerto de una buena vez. Y está
dispuesta a afrontar todas las sospechas, está dispuesta a.
**************************************CORTE
Mirad
A Betty, la
brava
Junto a Pijg yacente del que no se despega. No ha disminuido
en lo más mínimo la frecuencia de sus caricias vigilando, a la vez, la danza de
los signos de Pijg en los monitores. Miradla dada a su tarea, tan firme de
carácter como de carnes, acomodándole el chambergo y volviéndoselo a acomodar
todas las veces que el Pájaro Pájero se lo desacomoda.
************************************CORTE
Allá arriba
en lo
alto del pescante
Mata,
la sureña la torva esposa de Pijg, la
del fiero entreojo- miradla: ensaya un equívoco discurso de despedida en
homenaje a Pijg, declamando con voz y tono altisonantes:
-¡Amadísimo esposo, mi
mi maestro, mi todo; Pijg
querido, noble amigo!
(Y
por lo bajo: —Canalla,
canalla,.canalla).
Miradla en el pescante con su
capelina blanca, con su toga negra y con sus rojos coturnos, sosteniendo en una
mano el talero de plata y con la otra, la derecha, apuntando alternativamente
hacia Pijgy hacia el azur. Y mirad al no emasculado buey, por un instante confundido,
cree que su Ama está dando la señal de partida siendo que, si ha de hacerlo
alguna vez,- lo hará con su lengua-flecha cuando ésta asome de su boca- carcaj,
como él mejor que nadie lo sabe.
*****************************CORTE
Mirad
Mirad a Mata, allá, todavía en
lo alto
del pescante,
sin saber si sacar o, no la lengua,
ocasión
que las invisibles libélulas
cantantes;
aprovechan para rodearla
con sus voces: voces, endechas,
dedicadas a Pijg, el gigantón, su yacente esposo (y a ella, para desafiar su
ira).
“Donde quieras que vayas
seguiremos
siendo
tuyas, tuyas,
seguiremos
siendo tuyas,
somos
tus amorcitos
tus amorcitos
tus amorcitos.”
Es entonces
que se escucha el alarido de Mata desde lo alto del pescante, empinada en sus
rojos coturnos, talero en mano, levantando los ojos al azur y manteniéndolos abiertos,
abiertos como si se los ofreciera
al quemante
sol, a ese Fuego:
grito
desgarrado y desgarrador
que resuena
en este paraje hueco-polvoriento
es entonces
en este
paraje que existe
en la
medida que no existe
que es
en la
medida que no es,
es, entonces,
que se escucha de su boca
aquel
anuncio de la resignación, del cansancio,
pero
cambiado
a
imprecación, a furia demencial
un grito
—es entonces—
de criatura
del infierno, de criatura
privada de
esperanza, es entonces que se oyó otra vez:
—¡La sua passion
predominante
eranno le giovine principiante!
Miradla
en su odio
hacia Pjg y en su amor
hacia Pijg,
retorciéndose,
digna:
riendo a
carcajadas.
****************************CORTE
Miradla a
Betty: se inclina ahora aún más sobre Pijg y le da un besito de fuerza (uno y
cien más y otros quinientos). Y mirad a esos signos recobrándose,
y
miradla a Betty:
reverbera.
Mirad el ojo de Pijg, el ojo
derecho de Pijg: se entreabre,
se abre, ya está
abierto.
Miradlo, al parecer,
(seguiremos siendo tuyas/ tuyas,
tuyas a pesar de todo/ a pesar de
todo
él puede verlas, él
las reconoce: con alegría
de
córnea, de iris, de pupila. Con
alegría de cuando jugaba
con
ellas en el Bosque de los
Ombués.
Un instante ha vuelto a cerrarse,
pero
se lo adivina tras el párpado
moviéndose agitado, como urgido
por
levantar otra vez el telón,
por salir nuevamente a escena.
Miradlo: una vez más abierto,
asomado a la sua passion
predominante
espiándolas-
-amándolas-
sosteniéndose, por un
momento, en su mirada y,
enseguida,
lacrimosos
culposo
vuelto, triste, a cerrarse.
*****************************************CORTE
“Ahora derecho”
“Ahora en zigzag”
“Ahora en zigzag”
Mirad a
Mata (en el pescante). Mirad a Betty y al
Herrero, a
pie, avanzar en el polvo frío, a pesar,
con el solo
pensamiento
de avanzar
un
centímetro más
un
milímetro más. Y
mirad esas
ruedas que se entierran
en el polvo,
que se
atascan
y logran
superar
inteligentemente
—un centímetro
más—
—un
milímetro más—
el escollo
y ruedan
medio
kilómetro más
un
kilómetro más.
Mirad esos cruces de vías
abandonados,
esos
cauces de agua abandonados,
esos
puentes abandonados, esos
aljibes
abandonados.
Mirad esos postes INRIcadores
abandonados.
Mirad esos espejismos
Abandonados
……………………..
“Ahora derecho”
“Ahora en zigzag”
“-A pesar de todo
te llamamos
nuestro
Pijg
a pesar de
todo
a pesar de
todo
te llamamos
nuestro
amigo
nuestro
seductor
nuestro embaucador
nuestro
amorcito
y somos
tuyas
tuyas
tuyas
a pesar de
todo a pesar de todo.”
Mirad hacia Domsaar
Y miradlo a
Pijg, el gigantón, (que agoniza, que se nos muere
y no se nos muere)
y posado
sobre su/frente al pájaro Pájero
que
entreabre su afónico
pico
por donde
sale
la palabra
de Pijg,
el ensayo
de/la palabra de Pijg:
—Edifi.,./can../al.../go.../
mu..,/y.../gran.../de...
que.../me.../per…/mi.../ta…/
ol.../vi.../darlo.../
to.../do...
Ab..:/
solu.../ta.../
de.../
ses.../pe.../
ra.../ción...
Va.../
cío.../co.../mo...
u.../na.../
val.../va...
de
cara.../
col
en
la
pla…/ya
que
es…pe.../ra
que
la
a.../plas...ten...
…………………………………..
…………………………………..
……………………………………….
“Ahora derecho
ahora
en zigzag”
……………………………………….
……………………………………….
……………………………………….
……………………………………….
“Ahora derecho
ahora
en zigzag”
(de: Mirad hacia Domsaar,
Paradiso, 2003)
Leónidas Lamborghini (Argentina, Buenos Aires, 1927-2009)
IMAGEN: Vladimiro y Stragon, los dos personajes protagónicos de la inmortal obra de Samuel Beckett, esperando a Godot, en una puesta inglesa del teatro de Strattford, dirigida por Jennifer Tarver. La inclusión de esta imagen para ilustrar el poema de Lamborghini se debe a una serie de coincidencias, cuya interpretación la dejo librada al lector.
Asimismo, valga la aclaración, se trata de un poema libro de 50 páginas, por lo cual me vi en la necesidad, dada la inmediatez de un blog, de hacerle algunas podas (que aparecen con una serie de puntos y la palabra CORTE; en cambio, cuando aparecen sólo puntos, estos fueron puestos por el autor. La diagramación del texto fue un dolor de cabeza, pero hice lo que pude, dadas las limitaciones de este formato.
(Nota del administrador)
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