"Agredidos" (2020).
Entrevista de Eduardo Villar al artista Luis Felipe Noé (*)--Fuente:
Revista Ñ – 31-10-2020
Son muchos –al menos seis– los
títulos que acompañan las horas de Luis Felipe Noé en los días previos a sus
tres inauguraciones en la primera semana de noviembre, detallados en estas
páginas. A los de las tres exhibiciones, se suma “Menage à trois”, el proyecto/homenaje
común de las galerías involucradas, y los de dos libros. Uno, El arte
entre la tecnología y la rebelión, que escribió hace 50 años y se publicó
hace semanas. Otro, La asunción del caos, que ahora mismo Noé
procura terminar y que considera su “legado de pensamiento profundo”. Así de
intensa es la rutina creativa de este artista de 87 años que hace semanas
superó –con estoicismo y máxima discreción– la experiencia personal de
atravesar el Covid-19. Continúa pintando y escribiendo en su casa-taller de San
Telmo como si nada hubiera ocurrido.
Allí mismo, donde trabaja con sus
asistentes en los últimos detalles de las muestras y en el embalado de las
obras que se exhibirán en tres puntos de Buenos Aires, “Yuyo” Noé hace una
pausa para recibir a Ñ. Apenas iniciada la charla, protesta levemente por la
multiplicidad de títulos, que le parece un exceso de entusiasmo, y prefiere
poner el foco en uno, 2020. El virus reina, el que reúne en Rubbers sus obras
más recientes, realizadas todas este año, salvo una, durante la cuarentena.
Dice: “Todo el mundo se queja del aislamiento pero yo lo he aprovechado para
concentrarme y trabajar como nunca”.
–Me da la impresión de que las
obras nuevas, pintadas en este este año tan dramático y oscuro, son
paradójicamente muy luminosas, más que lo habitual en tu obra. Tienen un brillo
especial, irradian luz…
–Mirá, ¿querés que te diga? (baja
la voz) Voy a hacerme un poco de propaganda a mí mismo, total… Yo ya tengo 87
años, soy muy consciente de que puedo morirme en cualquier instante…
–Eso nos pasa a todos, Yuyo…
–Pero a los 87, mucho más. No le
tengo ningún miedo a la muerte, más bien un poco de curiosidad: quiero ver qué
carajo pasa cuando uno muere. Pero lo que sí quiero es terminar lo que me
propuse escribir, quiero terminar mis proyectos. En cuanto a la pintura, no
tengo proyectos sino que simplemente ya me sale. Y siento que ahora me sale…
como un gran juego. Siempre he jugado en todo lo creativo. Mi texto del
catálogo comienza con una frase de Goethe que me encantó, con la que me siento
totalmente identificado, que decía: “Todo lo que yo pueda, quiero hacerlo
jugando, sea lo que sea y mientras me dure la afición. Así jugué en mi
juventud, inconscientemente, así quiero proseguir deliberadamente durante el
resto de mi vida”. Bueno, yo también… En ese juego me siento cada vez más
libre. Para no aburrirme… Yo nunca he entendido a los artistas que confunden
personalidad con el repetirse siempre en lo mismo. Para mí, la personalidad es
algo tan esencial… Es como vivir. Veo una foto mía de hace 30 o 50 años y parece
otro tipo; no soy yo. Pero soy yo. Y lo mismo me pasa con mi obra. Alguno podrá
creer que la de Rubbers es una exposición colectiva. Parece una colectiva,
porque tengo variantes de juego…
“Soy. No sos”, una de las obras
de los años 70 que se exhiben en la Galería Jacques Martínez.
–Es que en estas tres muestras
está esa simultaneidad de momentos diferentes que sos vos y no sos vos. Porque
es cierto, la persona que eras en los 70 no es quien sos hoy y al mismo tiempo
sí.
–Es cierto eso cuando hablamos de
obras de diferentes épocas. Pero otra cosa son las obras últimas, sobre todo
las de este año, que también tienen variación entre sí. Me siento… No sé, puede
parecer vanidoso… En este momento me estoy reconciliando conmigo mismo. En el
sentido de que ahora veo mi trabajo y me digo… no está mal, no está mal…
–Antes te censurabas más…Ahora
trabajás con más descontrol…
–Sí. Y además hay otra cosa… He
perdido eso de sentirme un poco resentido por no tener un eco internacional muy
grande… Ahora me importa tres carajos. Porque otra idea de Goethe con la que me
identifiqué es que, más que su propia obra, le importaba estimular la obra de
los demás y los procesos culturales. Tanto, que se me ocurrió en el Centro
Cultural Borges iniciar esa serie que después se terminó porque era costosa,
“Ojo al país”, y después el espacio “La línea piensa”, que yo propuse y ahora
dirige Eduardo Stupía… Creo en el estímulo a los procesos culturales. Por
ejemplo, el grupo al que yo pertenecí (Nueva Figuración, con Rómulo Macció,
Jorge de la Vega y Ernesto Deira)…Bueno, fue un invento mío, no es para
mandarme la parte pero es cierto. Si no se me hubiese ocurrido a mí proponerlo,
no hubiera existido. Pero creo que los procesos no son individuales sino
colectivos… No es lo mismo, cuando uno es joven, aparecer con una obra distinta
con la que te tenés que enfrentar con los leones… Pero si te presentás en
grupo, el que se va es el león. Se asusta. Siempre creí que era necesario
decir: “esta es una nueva posición”. Y si aparecés solo, joven, con una nueva
posición, te hacen mierda.
–Contanos del libro que estás
escribiendo, La asunción del caos. ¿Es en el sentido de asumir?
–Sí, asumir el caos que todos
constituimos. Yo había publicado un folletito cuando fue la exposición “Mirada
prospectiva”, en el Museo de Bellas Artes. Fue un libro que no estaba en venta
porque estaba hecho por el Ministerio de Cultura; no se podía vender. Entonces
es un libro un poco como que no existió. La primera parte, que quedará bastante
igual, se titulaba precisamente “Asunción del caos”. La segunda parte, que
estoy reescribiendo con mucho trabajo, era “El caos como estructura”, lo que
parece paradójico pero no quiere decir que el caos tuviera estructura sino como
estructura de sí mismo, del que la asume. En eso estoy, concentrado
escribiendo. Creo que va a ser mi legado de pensamiento profundo.
–¿Cómo manejas en tu rutina el
tiempo para la pintura y el tiempo para la escritura?
–Mirá, diría que una me descansa
de la otra… Aunque, la verdad, la pintura nunca me cansa, es siempre un
descanso para mí. La escritura es otra cosa… Hay que precisar conceptos, tengo
que leer mucho, dar referencias, es otro tipo de trabajo. En cuanto a la
rutina, no tengo horarios pero alterno en el día, más o menos. Por lo general
en la mañana trato de escribir y en la tarde pinto. Pero ahora la pintura la
terminé.
–¿Qué dirías de tus pinturas
nuevas, cómo las describirías, qué ves de nuevo en ellas?
–Cada vez más comienzo las obras
como si fuesen obras abstractas. Comienzo y a mitad del cuadro –siempre me ha
pasado eso, pero cada vez más–, me pregunto qué carajo estoy haciendo. Y ahí es
como si el cuadro me hablase a mí y me dijera “yo quiero ser algo”. Entonces
tengo que escuchar lo que quiere ser el cuadro. Y en la mitad de la obra me
llega el título, que es más bien como un título de poesía, amplio, de juego. Y
eso es una flecha para seguir adelante y se me va armando la consciencia de qué
es lo que estoy haciendo. No digo que siempre, pero en el 99 por ciento de los
casos es así.
–¿Qué es lo novedoso del
proceso creativo, entonces?
–Antes partía de la mancha, luego me ha interesado más la relación de la línea con el color, la pintura. Después el acto pictórico en sí mismo, el color… Pero a partir de este siglo volví a darle mucha importancia a la línea. No la línea como en la época de Ingres y Delacroix, cuando el enfrentamiento era entre la línea representativa y el color. En la actualidad, cuando digo la línea no es la línea que representa algo, sino la línea que cada vez se ve más en los dibujos de los jóvenes, que es una línea abstracta. Ahora, es una línea también de color vibratoria y demás. De eso tomé conciencia clara a partir de mi retorno a la pintura en los 70. Pero más aun a partir del siglo XXI. Después de un accidente que tuve ya no pude levantar el brazo derecho, de manera que no podía pintar vertical. Partía mucho del dibujo, pero del dibujo libre, y eso
me fue cambiando. Así como antes para
mí había que superar la diferencia entre lo figurativo y lo abstracto, ahora
había que superar la diferencia entre la línea y el color, y mezclarlos. Creo
que en el último tiempo es como una actitud de juego, cómo se juega la línea
con el color. Es como el jugador de póker, que va entendiendo cada vez más en
qué consiste la cosa. Y creo que en ese sentido he madurado, en mi propia
libertad. Solía asociar la expresión ser maduro con dejar de hacer pendejadas,
y ahora creo que nunca fui más pendejo que ahora.
–La madurez te da soltura y
libertad. Es lo que te permite dejar de censurarte.
–Sí. Además ya soy reviejo, un
súper anciano, pero no me siento así. He oído muchas veces que los pintores son
mejores cuanto más viejos. Siempre se cita los casos de Monet, Tiziano, Okusai
y varios más. Veo a qué edades murieron ellos y eran unos pendejos al lado mío.
Goya es otro caso, al final murió a los 82.
–Decís que empezás las
pinturas como si fueran pinturas abstractas. Pero me parece ver que estas de
2020 son más figurativas que lo habitual en vos.
–Algunas sí, otras no. Hay
cuadros de los que algunos me dicen “no parece tuyo” porque son más abstractos.
El titulado “La teoría del color es teología” es una reflexión sobre la teoría
del color. Otro viene de una frase de Novalis, “Juego de palabras, juego mágico
de colores” que, salvo las partes escritas, es totalmente abstracto. Hay otro
que se llama “Sin fonía”. Son tres cuadros claramente abstractos. Hay otros
mucho más figurativos… Ya ves, entonces, por qué digo que parece una exposición
colectiva.
(*) Luis Felipe Noé, nació en
Buenos Aires en 1933. Pintor neo expresionista que en 1961 formó parte de la
corriente llamada: Nueva figuración argentina. Estudió leyes en la Universidad
de Buenos Aires e integró, durante un tiempo, el taller de pintura de Horacio
Butler, donde comenzó su carrera artística.Su pintura es considerada fragosa,
ornamentada y exuberante, donde el caos es una de las temáticas germinales y
favoritas. Ha realizado más de 40 exposiciones individuales en prestigiosos
museos y galerías nacionales e internacionales como: Museo Nacional de Bellas
Artes, Caracas (1968); Centro de Arte y Comunicación, Buenos Aires (1992);
Museo del Palacio Nacional de Bellas Artes, México (1996) y Centro Cultural
Borges, Buenos Aires (1998). Noé ha recibido numerosos galardones, algunos de
ellos son: Premio Nacional Di Tella (1963), Beca Guggenheim (1965 y 1966),
Premio a la trayectoria artística de la Asociación Argentina de Críticos de
Arte (1984), Gran Premio Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires (1997) y
Premio Rosario a la trayectoria, Argentina (2000). Además de su dedicación a la
pintura, realizó trabajos como crítico y teórico de arte en diversos diarios y
revistas. Su obra forma parte de importantes museos y colecciones privadas de
Argentina y del extranjero.
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