Para mi padre, por lo que pudimos.
Me acerco para darte un beso. Tu barba es un nido que
recibe mis labios como las ramas
secas hacen con los
gorriones. El beso no hace
ruido, es parecido a un secreto
que se guarda para siempre.
Te acompaño mientras esperamos
al cirujano. En la
habitación hay un olor dulce y
los rayos del sol atraviesan
los vidrios de las ventanas.
Afuera es de día otra vez. En
la clínica nadie ventila los
cuartos, o al menos no vi que
lo hicieran desde que llegamos.
El aire circula por tubos
adentro de las paredes y sale
por rejillas incrustadas en el
cielorraso. Te miro tapado con
una frazada de polar
azul. La sonda con escamas de
sangre sobre la piel seca
de la mano izquierda, la barba
canosa y muy suave, los
párpados aceitados por lagañas.
Llevás un monstruo
en el estómago que saltará en
cualquier momento a tu
garganta. No vas a gritar porque
siempre fuiste un niño
sumiso. También reconozco que
sos un lugar común, un
padre serio, un padre rígido. Te
destapo. Algo se desarma
debajo del polar azul. Músculos,
piel, huesos. Veo las
hilachas de flaccidez. Vomitás
de nuevo, escupís sopa
de anoche, flemas. La dentadura
postiza cae, irreversible,
en la palangana.
¿Que tenes ahora con vos que
casi lo has dado todo?
¿Las manos parecidas a flores
secas? Un ramillete sobre la
mesa se resquebraja cuando les
roza la cara a mis hijos y
deja en el aire esquirlas de
piel y hueso, pelusa violácea,
gusto a manzanilla.
Nadie duerme de verdad aquí. La
espera anula
cualquier movimiento vital, por
ejemplo el de las pestañas cayendo
por el peso del sueño.
En el armario del
baño guardás el bolso que usaste entre los 25 y los 50 para ir al Club Villa
Devoto. Algunas veces te acompañé, deambulaba solitaria por las instalaciones
vacías. Nunca vi a nadie, salvo a vos y a tus amigos en la cancha de tenis,
donde el sol les resaltaba las aureolas de polvo de ladrillo en la ropa blanca
de algodón. Ahora que lo pienso había algo de irreal en ese club abandonado con
solamente ocho o diez socios. Mientras te miraba jugar al tenis, arquear la
espalda hacia atrás para pegarle a la pelotita en un saque perfecto, imaginaba
que otros llegarían para usar la pileta capaz de irradiar cuerpos de bronce, la
confitería señorial, la cancha de bochas, el frontón, los corredores largos y
frescos con olor a cloro de la zona de los vestuarios. Hoy el bolso de cuero es
una boca desencajada donde se mezclan modelos antiguos de zapatillas Topper,
talco, muñequeras de
toalla, chombas vetustas, suspensores agujereados y pelotitas de tenis con un
dejo de perfume a pegamento.
Me gusta esta foto tuya que encontré
adentro de un libro. Sentado en un sillón de tapizado verde, una pierna cruzada
sobre la otra, mirás a cámara. Tus ojos son amables, con un poco de brillo.
Vestís jeans y
camisa leñadora a cuadros grandes. La cabeza apenas ladeada hacia abajo una
ceja levantada en contrapunto, el pelo negro peinado con gel, raya al
costado. No sos un padre escritor. Te imagino actor de cine, un joven cantante
de música country o
una promesa de las artes plásticas del futuro. En la imagen tus brazos acunan a
una muñeca de plastico con la cabeza excesivamente grande.
Limpio las comisuras de tus labios con la
servilleta de papel. La dentadura de plástico está fuera de control e imagino a
un autómata que por la noche tendré que refregar y enjuagar con mucho cuidado.
Tantos días, vos y yo acá encerrados, armaron un cúmulo de rituales: las
vainillas de “El Progreso", los libros de historia del arte abiertos sobre
el sillón del acompañante, la “Oda a la alegría" saliendo de mi teléfono.
Tu forma de afecto: un brevísimo llamado telefónico para
invitarme a comer asado. “Te compré tira”. Pero yo oigo “conozco tus gustos”, “me gustaría verte el domingo”,
“te quiero, hija”.
No quiero olvidarme nada de lo que decís
cuando estás acá.
La palabra diálisis significa "separación de
las sustancias que están juntas o mezcladas en una misma disolución, a través
de una membrana que las filtra". El inventor de este procedimiento médico
fue un holandés que en 1943 durante la ocupación alemana recreó el
funcionamiento de un riñón verdadero con elementos de la vida cotidiana
holandesa. Pieles de salchichas, latas de cerveza y un lavarropas le sirvieron
en un comienzo para darle vida al órgano artificial capaz de eliminar de la
sangre humana todos los desechos, como el potasio, la creatinina y la urea. Te
miro conectado a la máquina de diálisis, venís en ambulancia tres veces a la
semana, cuatro horas cada vez: en un año vas a haber cumplido 624 horas de relación
con este aparato. Te cuento con entusiasmo que ciertas escrituras funcionan de
manera parecida a la máquina de diálisis: establecen un recorrido y corrigen a
través de la filtración y depuración para eliminar lo innecesario en un cuerpo
extenso particular. Sin embargo, con ella también es posible unir elementos en
apariencia contradictorios, por lo que vuelve vecinas palabras en fricción,
acumulando los desechos del lenguaje y transformándolos en algo novedoso e
inesperado.
¿Podrías morir ya mismo y no me importaría?
El cuerpo te destruye. Fallás y los errores no paran de
multiplicarse. Los músculos de las pantorrillas de tenista adoptan la
consistencia de dos pequeñas bolsas de agua. Neblina. Los ojos no clasifican,
todas las cosas te resultan extrañas. Preguntás: "Una mujer al lado mío
qué es".
Soy una desconocida para vos. Y vos lo sos para mí. Ahora
nos une la misma forma opaca.
La música te ablanda los músculos y los vuelve
tiernos. Puedo ver tu piel más tersa ahora. Pensás en tu madre cuando escuchás
Oda a la alegría", y sonreís muy levemente, como si la felicidad tuviera
un costo.
Padre sin órgano, padre purificado, padre nuestro, padre de agua, padre transparente, licuado, padre de mùsica, de piedra, dependiente, padre sólido, catatónico,
padre del miedo, de la espera, padre del hijo, carníivoro, proteico, padre lunático, mudo, fanático, fantasmático.
El agua cae en forma de arco, se mojan las
hortensias, el taco de reina, las alegrías del hogar, las rosas y las camelias.
El verde del pasto fosforesce en cámara lenta, luego vibra. Te encanta regar el
jardín y cuidarlo más que a nada en el mundo.
(Del libro:
Nadie duerme de verdad aquí, Caleta
Olivia, 2021)
Verónica Pérez Arango (Buenos Aires, 1976)
La palabra diálisis significa "separación de
las sustancias que están juntas o mezcladas en una misma disolución, a través
de una membrana que las filtra". El inventor de este procedimiento médico
fue un holandés que en 1943 durante la ocupación alemana recreó el
funcionamiento de un riñón verdadero con elementos de la vida cotidiana
holandesa. Pieles de salchichas, latas de cerveza y un lavarropas le sirvieron
en un comienzo para darle vida al órgano artificial capaz de eliminar de la
sangre humana todos los desechos, como el potasio, la creatinina y la urea. Te
miro conectado a la máquina de diálisis, venís en ambulancia tres veces a la
semana, cuatro horas cada vez: en un año vas a haber cumplido 624 horas de relación
con este aparato. Te cuento con entusiasmo que ciertas escrituras funcionan de
manera parecida a la máquina de diálisis: establecen un recorrido y corrigen a
través de la filtración y depuración para eliminar lo innecesario en un cuerpo
extenso particular. Sin embargo, con ella también es posible unir elementos en
apariencia contradictorios, por lo que vuelve vecinas palabras en fricción,
acumulando los desechos del lenguaje y transformándolos en algo novedoso e
inesperado.
(Del libro:
Nadie duerme de verdad aquí,
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