AL PADRE EN EL HADES
Vengo a
desdecir mis maldiciones
y pedirte
que te bajes
de mis hombros.
Vengo para
alejarme de ti.
Padre, tu
bendición.
ENEAS I
Perdí patria
y toda
posesión
cuando te
perdí.
Tendré que
poblar
el mundo
de fantasmas
y con ellos
por tu
ofensa
y en tu
honor
fundar el
imperio
de seguir
viviendo.
EL PERVERTIDOR DE ANCIANOS
El primer anciano
a quien
me animé
a entregar
mi pasión
era un hombrecito
pegado día y noche
a una gran máquina de coser
en un taller de tapicería.
Lo descubrí
detrás de una vidriera sucia
una siesta del peor calor santafesino
sudando sobre cuerinas
-pero a sus pies descalzados
bailaban como serpientes
sedas y gobelinos
brillando en esa cueva
que también fue nuestra casa.
Mi inexperiencia
demoró un año de artificios
en abrirle la cabeza y el corazón,
arrebatárselo a la muerte,
ingresarlo al nuevo mundo
que lo había desalojado
y oírle al fin con entusiasmo
una queja: “Ahora ya tengo
por qué vivir en ansias".
Soy joven,
reprochan mi comportamiento
alegando que podría conseguir
cualquier belleza de mi edad.
Lo que llaman mi perversión
en verdad más se acerca
a esa infamia que llaman filantropía.
Véanme enfermero
en el campo de batalla
inclinado a olvidarlos de sus huesos
en el hueco que escarbaron
para echarse a perder,
véanme inclinado a parirlos como fuera,
festines danzantes mediante, serenatas,
velorios de noches enteras
en vela a la hora del lobo,
sexo, droga o arte conceptual mediante.
Arropados,
arrullados,
en cunas
deberían estar,
eso siento
mientras
sigo por la calle
sus
traicionados destinos
de héroes,
soberanas, donjuanes o novicias.
Los sigo,
los filmo,
estudio sus
tropiezos,
me aseguro
del éxito al embestir: “Escuche,
gané algo
en la lotería
y no tengo
con quién festejar,
soy nuevo
en la ciudad, ¿no me acompaña?
lo invito,
una copa, un café, lo que quiera”.
“Perdone,
nos vimos en el cine,
¿se
acuerda, Perdidos en la nieve?”.
Sí me
permite, le recomiendo
esos niños
envueltos en repollo”.
Me acusan
de que los abandono
después de
volcarlos al precipicio
de la
ruina, la locura o el suicidio.
Es que
suelen pedir siempre más.
No se
resignan al esplendor.
Se
supondría que uno envejece
dos o tres
vidas para aprender,
aprovechar
las oportunidades.
Pero no se
resignan y reclaman,
¿y hasta
cuándo
otra vez
asistirlos,
y otra vez
enseñarles a caminar
para que
insistan
en llegar
gateando y en trepar
a la silla
ante la gran máquina
de algún
taller de tapicería?
(Del libro:
Antífonas -Amor se fue-Apuntes
sobre Proust; Editorial Palabrava,
2019)
Enrique Butti
Enrique Butti nació en Santa Fe, Argentina, en 1949. Algunas
de sus novelas: Aiaiay, Sudamericana 1986; Indi, Losada, 1998; El
novio, El Cuenco de Plata, 2007; No me digan que no, Carnavalito, El
Fantasma del Teatro Municipal, Sin cabeza y encapuchados, y Cada
casa, un mundo, novelas de aventuras editadas por Colihue, y El centro
de la gravedad, primera edición Palabrava y
posteriores Colihue.
Cuentos: Solfeo,
Ed. Eco, México, 1990; La daga latente, Colihue 2006; Santos y
desacrosantos, Fundación Ross, 2012, y El
diablo mete la cola, Homo Sapiens, 2006.
Obras de teatro: Espina
de diamante, Colmegna, 1987, y La fruta de la perdición, Ed. de la
Cortada, 1993.
Ha recibido
premios nacionales e internacionales, y algunos de sus textos fueron traducidos
al italiano y al inglés. Escribió ensayos y libros infantiles y tradujo obras
del inglés e italiano. Algunos de sus poemas aparecieron en antologías y
plaquetas. Éste es su primer libro de poesía.
IMAGEN: Enrique Butti -Foto- JC Ramírez
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