Benteveo en Bloomsday
Hoy a la mañana vimos un benteveo
en el ciruelo, exactamente un siglo después
del Bloomsday (Leopoldo Bloom
saliendo de farra a festejar con cerveza negra
fuera de las páginas del Ulises, las sombras
de Jim y de Nora a su lado).
Acá nunca se vieron benteveos, pero ahora
que llegó el cambio climático un benteveo
es un acontecimiento.
Estaba incómodo en el lugar equivocado,
había perdido el sentido de la orientación
o algo le impedía volar como había llegado,
se lo veía exuberante, el plumaje amarillo,
la franja negra que le envuelve los ojos
y se continúa hasta el pico, una especie
de antifaz, los ojos escondidos en el negro,
en el copete otra franja negra rematando
la cabeza a la vez que matando el amarillo
luminoso: los verbos no son casuales
y a veces son necesarios para tensar
la cuerda entre la cosa y la lengua.
Lo dijo Ricardo Zelarayán, si la realidad
está en algún lugar está en el lenguaje.
Estaba atento el benteveo, vería en nosotros
una forma de amenaza, tenía dudas y al mismo
tiempo quería quedarse, tuvo paciencia
para decidirlo: de esa densidad incierta
que es un minuto o un segundo estamos hechos.
El benteveo se movió hacia el Oeste, volvió
a moverse hacia el Este, subió a tres ramas
distintas deteniéndose en cada una hasta llegar
a la copa desnuda del ciruelo, y después
se fue. No lo vimos más.
La duración de ese momento, como el soplo
de una epifanía, admite la descripción de un mundo
completo, donde sólo algunas veces
hay opciones para la excepción.
(16-6-2004)
(Del libro: "El viento que hay acá afuera"
La Carta de Oliver, 2021)
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Provincia de Chubut, Argentina,1954)
IMAGEN: Benteveo común (Del pinterest, sin créditos)
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