Prosas de atura…87
sobre Mi libro enterrado, Mauro Libertella (Mansalva, 2013)
El gen literario
La
muerte de un padre no solo es el momento del ajuste de cuentas o de la
redención, es quizás, llegada cierta edad, una oportunidad única para
constituir el propio territorio. Siempre será mi padre, se podría decir, pero a
partir de ahora, yo dejo de ser hijo. Aquí nos separamos. Su muerte es como el
último empujón. Pero,
¿cómo lidiar con un legado, cómo constituirse a partir de un sustrato que
mezcla prescripciones, dotes, y lo que nunca hubo, lo que ya nunca habrá? Mi
libro enterrado, el debut literario de Mauro Libertella, se interna en esa
tierra ambigua, a ratos dolorosa,
abierta a epifanías
que son la transfiguración de ese dolor. El
caso es el de un padre que es a la vez un escritor de culto — Héctor
Libertella, fallecido en 2006- cuya obra gravita en el canon excéntrico de
nuestras letras, y el hijo que creció a la sombra del árbol de su literatura, y
que en algún momento se propone escribir. En
la página diecinueve Mauro cita un párrafo de La arquitectura del fantasma,
novela autobiográfica de Héctor editada poco después de su muerte. El gesto no
es menor: en su primer libro —también autobiográfico— el hijo da cabida a la
escritura del padre, y selecciona un párrafo donde este justamente habla de sus
inicios como escritor. Este juego de cajas chinas, de imbricación de una
escritura en otra —como las fotos del padre en las que el hijo se busca— son el
juego mediante el cual se construye el escritor. Apropiarse de un nombre y una
herencia, también como una forma de neutralizarlos. “Desde su muerte, entonces,
el apellido Libertella vuelve a cero. Yo tendré que encontrar el modo de
inventarle un nuevo origen, un relato”. El
libro comienza la tarde en que Héctor Libertella muere en el departamento al
que hacía unos años se había retirado a escribir. El enigma de aquella reclusión,
de su alcoholismo, la elección más o menos consciente de dejarse morir, quedan
intactos. El narrador no pide explicaciones. Separación, mudanzas, el paso por
Alcohólicos Anónimos, el deterioro físico, las visitas del hijo al hospital y
luego al departamento son incisos del veloz —o lento, según cómo se mire—
camino hacia el final. Dentro de esa debacle que va
eclipsando todo, hay idas y venidas a tiempos más felices, buscados con ahínco
por el hijo: las charlas con su padre “signadas por el humor y los juegos
retóricos”, la lectura de un cuento de Borges que
sella el vínculo de ambos con la literatura, entre otros. Desde
el arranque, lo que resalta en la escritura de Mauro Libertella es su claridad
y su precisión sintáctica; eso, y el tratamiento sobrio, contenido, de un
material de alto voltaje emocional. Un libro valiente, donde la pose irónica o
maldita —tan bien pagadas en la literatura— quedan a un lado para exhibir esa
desolación y esa belleza que tan solo a partir ciertas experiencias y de mucho
talento pueden volverse literatura. de aceite”; Borde perdido editora,2020)Mario Nosotti (San Fernando,
provincia de Buenos Aires, 1966)
En
la página diecinueve Mauro cita un párrafo de La arquitectura del fantasma,
novela autobiográfica de Héctor editada poco después de su muerte. El gesto no
es menor: en su primer libro —también autobiográfico— el hijo da cabida a la
escritura del padre, y selecciona un párrafo donde este justamente habla de sus
inicios como escritor. Este juego de cajas chinas, de imbricación de una
escritura en otra —como las fotos del padre en las que el hijo se busca— son el
juego mediante el cual se construye el escritor. Apropiarse de un nombre y una
herencia, también como una forma de neutralizarlos. “Desde su muerte, entonces,
el apellido Libertella vuelve a cero. Yo tendré que encontrar el modo de
inventarle un nuevo origen, un relato”.
Mauro Libertella (Ciudad de México, 5 de enero de 1983). Vive en Buenos Aires y es considerado un escritor argentino.
Imagen: Mauro Libertella.
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