PALABRAS (TRAS EL ÉXODO) DEL ULTIMO DE MOGLIA
Quien haya sido el primero,
no se sabe. Le siguió un segundo. Un tercero.
Luego, uno tras otro, todos
tomaron el mismo camino.
Ahora no queda nadie.
La mía
es la única casa
habitada.
Soy viejo.
¿Qué hago yo aquí
arriba, donde dentro de poco
ni siquiera yo estaré
para hacerme compañía?
Mejor -lo sé- es que parta
antes de que me vaya yo.
Y sin embargo, no me decido. Me quedo.
Me ata la hierba. El bosque.
El río. Aunque el río es un rumor
apenas y un frescor
tras las hojas.
De noche
me siento en esta piedra, y espero.
Espero no sé qué, pero espero.
El sueño. La muerte, diría, si también ésa
-desde hace mucho- no se hubiera ido
de estos parajes.
Espero
y escucho.
(El agua,
¿hace cuántos millones de años que el agua
tiene este mismo sonido
sobre las piedras?)
Me siento
perdido en el tiempo.
Fuera
del tiempo, quizás.
Pero estoy
conmigo mismo. No quiero
dejarme a mí mismo -salir
de mí mismo como,
por la noche,
el alacrán en busca
de otra oscuridad.
El trébol
de la ciudad es demasiado
denso. Y yo estoy ya ciego.
Pero aquí veo. Hablo.
Aquí dialogo. Yo
aquí me respondo y tengo
a mi interlocutor. No quiero
tapiarlo en el silencio sordo
de un bullicio sin sombra
de alma. De palabras
sin más alma.
Claro que
(es el viento de los años que entra
en la mente y turba
las hojas) a veces
el corazón se me sube a la garganta si pienso
en cuánto he perdido. En toda
la alegre camarilla
de ayer. En los abrazos. Las bofetadas.
En las risas locas,
la noche, en la hostería
tras las mujeres. Altas
hasta quebrar los cristales.
Pero yo no me rindo. Aún
no me he perdido.
No estoy del todo solo
cuando estoy conmigo.
Y sólo
cuando esté tan solo
que ni siquiera a mí me tenga
como compañía,
tomaré, también yo,
mi decisión.
Descolgaré
la lámpara del muro
una madrugada, y diré adiós
al vacío.
Paso a paso
bajaré hasta el valle.
Y entonces, ¿en nombre
de qué, y dónde
encontraré un sentido (que otros,
parece, no han encontrado)
si dejo este peñasco mío?
Giorgio Caproni
(Traducción: Juan Carlos Reche y Juan Antonio Bernier)
PAROLE (DOPO L'ESODO) DELL'ULTIMO DELLA MOGLIA
Chi sia stato il primo, non
è certo. Lo seguì un secondo. Un terzo.
Poi, uno dopo l'altro, tutti
lian preso la stessa via.
Ora non c'è più nessuno.
La mia
casa è la sola
abitata.
Son vecchio.
Che cosa mi tratengo a fare,
quassù, dove tra breve forse
nemmeno ci sarò più io
a farmi compagnia?
Meglio - lo so - è ch'io vada
prima che me ne vada anch'io.
Eppure, non mi risolvo. Resto.
Mi lega l'erba. Il bosco.
Il fiume. Anche se il fiume è appena
un rumore ed un fresco
dietro le foglie.
La sera
siedo su questo sasso, e aspetto.
Aspetto non so che cosa, ma aspetto.
Il sonno. La morte direi, se anch'essa
- da un pezzo - già non se ne fosse andata
da questi luoghi.
Aspetto
e ascolto.
(L'acqua,
da quanti milioni d'armi, l'acqua,
ha questo suo stesso suono
sulle sue pietre?)
Mi sento
perso nel tempo.
Fuori
del tempo, forse.
Ma sono
con me stesso. Non voglio
lasciar me stesso - uscire
da me stesso come,
la notte, dal sotterraneo
il grillotalpa in cerca
d'altro buio.
Il trifoglio
della città è troppo
fitto. Io son già cieco.
Ma qui vedo. Parlo.
Qui dialogo. Io
qui mi rispondo e ho il mio
interlocutore. Non voglio
murarlo nel silenzio sordo
d'un frastuono senz'ombra
d'anima. Di parole
senza più anima.
Certo
(è il vento degli anni ch'entra
nella mente e ne turba
le foglie) a volte
il cuore mi balza in gola se penso
a quant'ho perso. A tutta
la gaia consorteria
di ieri. Agli abbracci. Gli schiaffi.
Alle matte risate,
la sera, all'osteria
dietro le donne. Alte
da spaccar le vetrate.
Ma non m'arrendo. Ancora
non ho perso me stesso.
Non sono, con me stesso,
ancora solo.
E solo
quando sarò così solo
da non aver più nemmeno
me stesso per compagnia,
allora prenderò anch'io la mia
decisione.
Staccherò
dal muro la lanterna
un'alba, e dirò addio
al vuoto.
A passo a passo
scenderò nel vallone.
Ma anche allora, in nome
di che, e dove
troverò un senso (che altri,
pare, non han trovato),
lasciato questo mio sasso?
Giorgio Caproni, poeta, crítico literario y poeta italiano. Nació en Livorno en 1912. En marzo de 1922 la familia se trasladó a Génova, donde el joven terminó sus estudios y asistió a la Facultad de Educación, al mismo tiempo dedicándose al estudio del violín y siguiendo las lecciones de filosofía de Giuseppe Rensi. En 1936 publicó su primera colección de poesie. Fue empleado, y, finalmente, maestro de escuela primaria, en 1938 se trasladó con su esposa Rina, a Roma, donde continuó ejerciendo el magisterio hasta 1973, manteniéndose alejado del ambiente literario. Después de la guerra y la resistencia, también empujado por la necesidad económica, colaboró en numerosas revistas como "La Unidad", "Trabajador Mundial", "Next!", "Socialista italiano", etc., con artículos, cuentos, traducciones. Intenso fue también su trabajo como traductor de prosa y poesía, especialmente de los franceses, traduciendo, entre otras: "El tiempo recobrado" de Proust; "Las flores del mal" de Baudelaire, y obras de Celine, Maupassant, Genet y Apollinaire. En 1984 recibió un título honorario en Literatura y Filosofía en la Universidad de Urbino, y en 1985, fue declarado ciudadano de honor de Génova, una ciudad que influyó profundamente en su espíritu y su producción poética. Obtuvo numerosas distinciones a lo largo de su vida. Murió en Roma, en 1990. Su estética se mantiene en un punto equidistante entre el hermetismo y el neorrealismo. Publicó: Come un'allegoria, 1936; Ballo a Fontanigorda, 1938; Finzioni, 1941; Cronistoria, 1943; Il passaggio d'Enea, 1956; Il seme del piangere, 1959; Congedo del viaggiatore cerimonioso, 1965; Il muro della terra, 1975; Il franco cacciatore, 1982; Il Conte di Kevenhuller, 1986; Res Amissa, 1991; Poesie (1932-1991), 1995.
(Daniela Manzini)