Ahora que Cortázar se ha salido del cuadro
y andan aquí sus piernas
tropezando mis libros
viaja esta carta por el mapa del
mundo
hasta encontrar los ojos de tus
ojos atriles.
Te cuento:
es la noche más fría de nuestro
sur agosto
en el país más bello y más
terrible,
donde aún nos acosa la maravilla
de pelearle a la vida hasta el
último golpe,
hasta caer noqueados en un libro
querido
o estaqueados a un compact
cuando la Sonata de Liszt
nos recuerda que tus manos
derrotaron la crueldad y el
oprobio.
Sabemos bien,
sabemos para siempre
que el agua y la tierra
escribieron la gran partitura
para la música del mundo
cuando recuperaste la túnica de
la libertad.
Sabemos bien,
sabemos para siempre
que la magia
es una costumbre de tus dedos.
Una brujería sagrada.
Un sortilegio inconjurable.
Una convocatoria a los ángeles
vencedores.
Una sabiduría.
Una fatalidad.
Un destino.
Un amor.
Un gloriam.
Cuando regresas a tu tierra,
la nuestra,
y Bach corre limpito
y Scarlatti sucede
y una lágrima de Chopin nos habita,
la Esperanza levita sobre la
Isla Puente
y muchísimos gurises
sonríen con zapatitos de colores
aquí en el Sur de América
donde el árbol dorado de la
utopía
florece en la casa de tus manos.
Porque con la ceniza de tu
muerte anunciada
encendiste la llama
la violenta agonía de vivir y
vivir
en el sueño despierto
que nunca tendrá fin.
A
Miguel Ángel Estrella
(del Libro: "Sólo de garzas y otras levitaciones",
Ediciones Ríos al mar, 1998)
IMAGEN: Fotografía del pianista argentino Miguel Angel Estrella (sin créditos),tomada de una entrevista realizada por el Diario “La Voz de San Justo”.
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