EL APACIGUAMIENTO DE LAS COSAS
Todo está en
calma.
Doy una
última mirada al cuarto:
si muriera
esta noche
mínimas
serían las dificultades que siguieran.
No hay nadie
ya despierto
y he
concluido la última anotación
de lo que haré
mañana.
Todo está
encarpetado,
no hay
ningún ángulo que sobresalga.
Casi no hay
objetos redondos.
Los piolines
en su sitio
y los
suicidas sonriendo tras los vidrios.
Este poema
es lo único que da
la clave de
la madeja:
"Los
monstruos, bien peinados, por dentro".
ANTIPROVINCIA
Mi mano no
te evoca
porque en ti
no tuvo ademán ni caricia,
sólo alguna
vez la tierra
escurriéndose
entre los dedos.
Polvo y
barro, sustancia conocida.
Mis ojos no
te evocan
porque saben
que el espinillo
no es
privilegio de belleza
ni las lomas
o el agua
sitio
exclusivo para el canto.
Mis oídos
recogen
el cacareo
de la siesta,
cuerno del
heladero de la infancia,
petardo de
una moto a medianoche.
Mi boca es
el sabor y las recetas,
el paladar
que no la blanda puerta
donde el
beso acumula su prodigio.
Lo que de mí
retienes se alza solo,
fuera del tú
sin el que
nada somos.
Es el
perfume que me trae el aire
a través de
las rejas de una casa.
Así tras el
olfato en mí recobro
esa figura
de papel que he sido
en las
borrosas fotos de otro tiempo.
MUERTE DE
JUAN BAUTISTA
(Mateo
14,1)
Las mujeres
no asisten al banquete de los hombres
pero Salomé,
sí.
Porque ellas
no quieren sino el techo y las sedas
y Salomé
mira más allá de los muros.
Salomé
quiere el regalo del Bautista,
del hombre
extraño
cuya voz
“clama en el desierto”
anunciando
la llegada del dios.
Salomé
quiere a este único hombre esquivo
preso en la
casa del banquete.
He aquí que
Herodes le teme, pero desea verlo muerto.
He aquí que
su mujer le teme
porque Juan
ha dicho a Herodes:
“No te es
lícito tenerla a tu lado”.
He aquí que
Salomé, por el contrario, le ama
porque lo
sabe inmune a su belleza.
Ella no
busca la paz doméstica sino la sangre,
y danza.
Ella no
busca el mundo de los niños en su vientre
sino el
hombre erguido de la palabra de oro
cuya comida
estaba hecha de langosta y miel.
Por eso al
cabo de su danza, pide.
Y aquello
que pide le será concedido:
en una bandeja
de plata
la cabeza
del Bautista
no mirará ya
a nadie,
no hablará
con nadie,
no recostará
en ningún hombro su fatiga.
Salomé ahora
le cierra los párpados
y sonríe.
(Del libro: Poesías completas,
Ed. del Copista,2009)
IMAGEN: Salomé con la cabeza de Juan el Bautista (1515), pintura de Tiziano.
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