CANCIONES DE
TROPEROS
AGUADAS
SOLITARIAS
Irremediablemente
solar,
me interno
en los palmares de las aguadas
solitarias,
para oír
cantar a los padrillos y potrancas
de las nuevas alboradas.
LLUVIA EN
LAS PIRQUITAS
Va a seguir siendo mía la lluvia
cuando yo
muera,
todo va a seguir siendo mío,
el trueno conservará intacto su
sonido casi
negro,
y el árbol a orillas del corral
gozará con ese
trueno,
mientras el olor a presencia de
la tierra en
la lluvia
será el mismo olor de mi
ausencia.
Así le sucede y le sucederá a
todo lo que es
pertenencia del planeta.
Entonces, a no gemir, mi lejano
palmar,
cuando yo muera,
porque somos un pormenor de
presencia de lo
inmortal.
A Leonardo Martínez
UN PALMAR
SIN ORILLAS
ha vuelto a florecer en mi
memoria.
Ha revuelto el rostro contra huellas,
y ha arrancado la raíz del maíz terrestre
y celestial,
crecido en los parajes de sangre
y
caballadas.
Para nada ni a nadie reconozco
en mi
memoria
un poder mayor que el agua del
País de la
Garza Real,
o sólo tal vez al color del
padre muerto
que vuelve a reclamar su derecho
a un palmar
sin orillas,
internándose en un desaparecido
mar.
CANCIÓN DE TROPERO
Entre una llamarada de naranjos silvestres
y caballos anaranjados por las
alas de las
aguas de las hadas,
yo, tambaleado por un tufo de
albardones y
de lagunas encadenadas,
escucho los tiroteos en los
esteros que se
beben a jinetes y a corrales.
Sin limosna de imágenes,
enlazador criollo
de las ánimas de los que siempre
trataron de exterminar a la poesía,
te he encontrado mi caballo,
mi caballo junto a un corral
llameante de
troperos de todo lo que canta.
LAS MISMAS CANCIONES
Canciones que he escuchado
cantadas bajo
la luna de otra gente,
muy lejos del país de la garza
real,
y que hoy otra luna entrega el
resplandor
del laurel
que
invadiendo el amarillo esteral,
una sonrisa morena trae a mi
memoria,
y arde el sueño en una estación
de trenes
deteniéndose junto al mar.
Francisco Madariaga
( del libro: "Contradegüellos" II:
Criollo del universo, Eduner, 2016)
Francisco Madariaga.
Poeta argentino. Nació en 1927 en la provincia de Corrientes. Durante su
infancia, y tiempo después por muchos años más, vivió en el norte de su
provincia natal: entre esteros milenarios, lagunas con arenas de color
oro-anaranjado, palmares salvajes y los gauchos más arcaicos que aún quedan en
la Cuenca del Plata. Nunca perdió contacto con esas bellísimas y aisladas
regiones. En Buenos Aires, en 1950, se vincula con los surrealistas. Esta
experiencia representa ante todo la apertura hacia una búsqueda personal que
implica una recuperación mítica de los paisajes arcaicos de su infancia. Así,
desde 1954, año en que aparece su primer libro de poesía El pequeño patíbulo,
construyó una obra cuya constante reside en el país natal, en los esteros
subtropicales de sus primeros años, donde redescubre el sentido de la
infinitud. Murió en Buenos Aires, en el año 2000. En el año 2005 recibe el
Premio Nacional de Poesía, por la obra correspondiente al período 1997-1999.
Libros publicados: Las jaulas del sol (1960), El delito natal (1963), Los
terrores de la suerte (1967), El asaltante veraniego (1967), Tembladerales de oro
(1973), Aguatrino (1976), Llegada de una jaguar a la tranquera (1980), Una acuarela
móvil (1985), Resplandor de mis bárbaras (1985). En 1988, reúne toda su la
producción poética publicada hasta ese momento bajo el título de El tren casi
fluvial. Algunos de sus títulos posteriores son: País garza real (1997), En la
tierra de nadie (1998) y Aroma de apariciones (1998). En 2016, Eduner, la
Universidad Nacional de Entre Ríos, publicó su obra completa, bajo el nombre de
Contradegüellos; un primer tomo con el título de “El tren casi fluvial”; y el
segundo, con el título de “Criollo del Universo”, aquí también se reúnen sus
textos en prosa (Sólo contra Dios no hay veneno); así como también numerosos ensayos
de poetas y críticos.
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