jueves, 11 de septiembre de 2025

PERRO NEGRO TALLADO EN LA NIEVE


El centro exacto                    
Esta es nuestra casa del Sur, 
la casa donde escribo el poema. 
Este punto en el piso 
es el centro de la casa,
la casa que es el centro del pueblo,
el pueblo que es el centro del país.                          
Para decirlo con claridad, medido
con la mayor precisión poética posible: 
este lugar es el centro mismo del mundo.
Me paro sobre el punto visible 
pero disimulado en el piso de la casa 
y sonrío: nadie más que nosotros 
tiene el privilegio de conocer 
este dato revelador



Los que se lanzan al camino                             

Después de haberles dado un respiro 
a las palabras saco el capuchón 
de la lapicera, abro la libreta de bolsillo 
y escribo de corrido: “Dichosos los que saben 
cómo son las cosas, con qué pormenores 
van a encontrarse cada mañana, y piedad 
para los que ignoran los detalles, 
los que se lanzan al camino”.

A veces nos perdemos en el camino,
a veces las palabras se pierden 
en el camino donde nos perdemos
y tenemos que aprender a hablar de nuevo.
¿Para qué? Para saber a quién le hablamos, 
para saber de qué hablamos y cómo lo hablamos, 
o para no saber, aunque hablemos. 
Hay palabras que no tienen opciones: 
ven una puerta abierta y quieren salir, 
ven una puerta cerrada y quieren salir.



Perro negro tallado en la nieve

Si al galgo negro le dijera que en estos días animados
es posible concebir la realidad con libre albedrío
me diría que los juegos de palabras no son lo mío.
No es necesario engañar a nadie con el lenguaje,
esa especie de conciencia crítica en la memoria. 
Las cosas tienen su maravilla y su complicación 
y los sueños no se pueden torcer en el sueño. 
Las palabras piden estar donde las cosas suceden: 
quieren seguir en escena, despiertas y fantasiosas, 
con sus ropas y sus historias para ponerse.
El poema se talla como a un perro negro en la nieve.



Trabalenguas

Mis hijos construían trabalenguas como poemas
con una música o sonoridad inesperadas.
Los poemas que yo escribía no les servían para leer, 
eran cerebrales y sesgados para la edad, 
se los daba para jugar y ellos los desarmaban 
como antes de haber sido escritos: 
recorrían un camino inverso pero equivalente. 
¿Y no era eso, también, un hecho 
al que pudiera llamarse poético



Calles donde vive gente

Llego a un pueblo, vuelvo a un pueblo.
Camino hasta detenerme ante una puerta blanca: 
ya no está mi padre, ya no está mi madre. 
Lo que veo es lo que veían en un final anticipado.
Hay otras casas y otras puertas: no llamo, para qué.
Es lo que ve y lo que le pasa al ojo que ve.

En cada uno de nosotros hay una realidad por hacer,
pero a veces al futuro lo sentimos en la espalda:
los pies van corriéndose de lugar y se deslizan 
por calles con demasiados recuerdos donde vive 
y habla gente que murió hace mucho tiempo.



Recuerdos                          

Theodore Sturgeon, sí, no debe de ser agradable 
descubrir que se tienen los recuerdos de otro. 
Lo leí en tu libro Más que humano
Hay personas que nos encontramos tan necesitadas 
de recuerdos como otras de olvidarlos.
Pero nunca se sabe con el pasado. 



El cerro                           

Salvo en sueños, nunca subí al cerro; 
algún día voy a subirlo con mis pies reales. 
El cerro es de piedra negra en lo más alto 
y de tierra en la cuesta, donde hay matas 
con flores silvstres y agua que brota clara. 
El cerro es imponente, elevado 
sobre el caserío y las calles arboladas, 
y es orgulloso, silba con el aire y se aturde 
cuando el temporal lo pone de mal humor. 

Cada uno tiene su cerro personal, 
toda una vida al pie del cerro.
Un día se vuelve una tentación caminar 
por esa cuesta empinada para llegar a la cima. 
Pero la gracia, la verdadera gracia, 
no consiste en tenerlo solo de compañía 
sino en saltarlo como a una valla 
que interrumpe la vista o el camino. 

Digo que lo haré, que debo hacerlo. 
¿Quién puede olvidar un cerro? 
¿Quién puede negarlo? 
Solo es necesario saber, exactamente, 
dónde se encuentra el cerro.

(Del libro homónimo,
La Carta de Oliver, 2025
Gentileza del autor)
Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954). 



Pueden LEER la biografía y más poemas en entradas anteriores.




 

5 comentarios:

Alberto Pipini dijo...

Gracias Marcelo, quedo gratamente sorprendido. Los copio para reelerlos.

Marcelo dijo...

Gracias por comentar, Alberto. Copie nomás. Los poemas están para compartir.

ricardo daniel piña dijo...

"El centro exacto". Me parece que entiendo tu amistad con Cristian. Excelentes poemas. Abrazo grande!!

ricardo daniel piña dijo...

Uy... Marcelo. En un rapto de belleza le respondí a Juan Carlos. Pero bravísima tarea la tuya, de andar por la poesía, resaltando.

Marcelo dijo...

Gracias por comentar, Ricardo.