Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.
Día tras día,
año tras año
pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.
Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos con zapatos apretados.
Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.
De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.
Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente de su hora de consulta.
Es muy escrupulosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.
La alegría y la tristeza
no son para ella sentimientos distintos.
Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.
Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.
De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan afanosos
aunque no mire nadie.
No dice de dónde viene
ni cuándo se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.
Según parece
así como ella a nosotros,
nosotros a ella
también le servimos de algo.
Wislawa Szymborska (Polonia; Kórnik, 1923; Cracovia, 2012)
(Traducción de Gerardo Beltrán)
IMAGEN: Pintura de Bridget Riley.
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