jueves, 24 de julio de 2008

TEATRO DEL VACÍO



I.


Remoto,
en la serie de los niños.

Ni cerrado ni abierto

ni extenso,

y sólo
desconocido de repetir:

Que las imágenes no se ausenten
Que me recuerdes todavía
Y que en ese alimentarme
haya el mismo derroche
en que todo se pierde.

Y el mismo en que con bienes celestes
una muerte súbita
te lame y te disuelve:

¿viajes?, ¿tickets?, ¿libros lujosos?

Pero en la parte genética
unas lentísimas asas, los niños,
te aproximan.

Grandes héroes chocan entre sí

y deciden con tu horror
sus querellas;

otros mellan la llave de la lengua

Otros siembran cascabeles
como antaño bufones
y cerezas.
¿Y a vos? ¿Y a ti?

Mi realidad como fuego explorado;
mi lujo de entrever su falsedad
ostentosa: ¿pescan los niños?

(...)

Pesca no lejos de aquí
Y yo aquí miro.
Y en todo lo que decido mirar
la pesca es mi señuelo.

mi lugar,

y más que lugares,
sitiadas transparencias
que se estrellan

formas

que se
piensan.

"Sólo se piensa lo que es."
(dijo Séneca). Y sólo se desea
en lo que miras vivir;

Lo que especies de alegrías
de lo corpóreo a lo incorpóreo
como "cosas" que son y no son,

Misma naturaleza.

Por un falso pensamiento
como estertor,
y por su excelencia lo
real como incierto:

y acaso niños
porque después no tengan
forma. Y después.

"la naturaleza es su forma"

y en ella se ocupan de traer hacia sí
una guerra de palabras: y águilas,
anguilas, viejas del agua, mojarras
¿Qué diferentes líneas
por lo que volverá hacia él como esa forma
que no pudo extraer del colador del agua?
Y allí quedó (estamos) como una naturaleza
o ilusión duradera
que se movía...

reía.

Y lo que pesca
se va. O apenas como la muerte vence
la inocencia o la dicha,
la forma nuestra certeza,
en la fragilidad.

llámesele naturaleza:

Como el vacío
Como el tiempo
Como la exaltación de catástrofes
en la cúspide
el dolor.

Ternura de esperarnos:
pequeños padres e hijos,
amores y razones que obscenamente
lo impidan.
Pero el agua, ya pasó. Se seca.
Se enfría el vacío el tiempo el dolor.

Admiro ahora la pequeña locura de la tarde
que está cambiando de motivos, color.
Que está desapareciendo
en lo que va a permanecer. Oh,
la forma de nuestro idílico secreto
vano.

¡Los animales y las cosas van a respirar!
¡A ésta la hace su debilidad! ¡A ésta la besará
su apariencia!

Pero sólo en lo intangible
está

su pesca.

(...)

La pesca como plegaria
(acaso ignorándolo)
¿No ésta inclinado
sobre el mapa acuático del cielo
donde un hombre vio
otro cielo revertido?

La pez que viene a la traición
de otra mente velada
ligera y penosamente lo apresa
y adhiere
y raspa

Y después,
de un tirón lo libera
a otro cielo imantado, a otra orilla
intocada,
a otra presencia,
a otro corazón:

la tierra o el agua
pero en las diferentes noches del oído,
apenas iluminado por el ajetreo de dormir
lo enorme,

ciego,
como bajo
un colibrí.
En esa nata nocturna

Amor que no tiene
a ese amor —soplo entregado-
a la meditación de la muerte,
a la respiración.

Pícara escena trabada
en el señuelo del sueño:
el agua interrogada, su alerta, su asma,
su cóncavo movimiento,

y el sospechoso desatarse del cuerpo
en el aire
en los contrarios elementos en discordia,

el deseo. Pues sólo su manita
que sostiene la caña,
unos ojitos vivaces

y el hilo que se pierde

en el sentido.



Arturo Carrera (Argentina, Pringles, Provincia de Bs.As., 1948)




2 comentarios:

Anónimo dijo...

ha sido un gusto conocer tu espacio al que llego por azar. Bajo este poema de AC te dejo un saludo y mi gratitud.

Marcelo dijo...

Muchas gracias Ángel.