domingo, 27 de julio de 2008

LA PULGA













Observa, pues, esta pulga, y observa en ella
Cuan poco es lo que me niegas;
Primero me succionó a mí, y ahora a ti,
Y en esta pulga están mezcladas nuestras sangres;
Tú sabes que a esto no puede llamársele un pecado,
Ni una vergüenza, ni una pérdida de virginidad.
Sin embargo, ella goza antes de cortejar,

Y se hincha, bien alimentada, con una sangre compuesta de dos,
Y eso, ay, es más de lo que nosotros haríamos.
Oh, quédate, conserva tres vidas en una pulga,
Donde casi somos un matrimonio y aun más que eso;
Esta pulga es tú y yo, y éste
Es nuestro tálamo, y nuestro templo nupcial.
Aunque a los padres, y aun a ti, les pese, estamos unidos,
Y enclaustrados en estos muros de azabache.

Aunque el hábito te haga capaz de matarme
No permitas que a ese delito se agregue el suicidio,
Y el sacrilegio, tres pecados en un triple crimen.
¿Cruel e impaciente, has, pues,
Empurpurado tu uña con la sangre de la inocencia? '
¿De qué pudo ser culpable esta pulga
Sino por la gota que succionó de ti?
Sin embargo triunfas, y dices
Que no sientes que tú o yo seamos ahora más débiles;

Eso es verdad, aprende entonces qué falsos son los temores;
Cuando te entregues a mí se habrá perdido exactamente
Tanto honor como vida te sustrajo la muerte de esta pulga.



John Donne (Inglaterra, Londres, 1572-id., 1631)

(Traducción de Alberto Girri)




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