miércoles, 16 de julio de 2008

NAVEGANDO A BIZANCIO



Este país no es para viejos. Jóvenes

abrazándose, pájaros en los árboles
-esas estirpes moribundas- cantando,
cascadas de salmones, mar prieto de caballas,
pez, carne o ave loan mientras dura el verano
aquello que se engendra, nace y muere.
Envuelto en esa música sensual, todo ignora
los monumentos del eterno intelecto.
Un hombre viejo es algo miserable,
una ropa harapienta sobre un bastón, a menos
que el alma bata palmas y cante, y aún más alto
cante por cada andrajo de su ropa mortal.
No hay allí más escuela de canto que estudiar
los monumentos de su magnificencia;
por eso he navegado los mares y llegado
a esta ciudad sagrada de Bizancio.
Oh sabios que moráis en el sagrado fuego
de Dios como en los áureos mosaicos de algún muro,
venid del sacro fuego, halcón girante,
sed los maestros cantores de mi alma.
Aniquilad mi corazón: enfermo de deseo
y atado a un animal agonizante
ya no sabe quién es; llevadme con vosotros
al artificio de la eternidad.
Fuera de la naturaleza, no tomaré jamás
otra forma corpórea de cosas naturales:
seré una de esas formas que orífices de Grecia
cincelaban en oro y esmaltaban con oro
para que un soñoliento emperador despertara;
o encima de una rama dorada cantaré
para los caballeros y damas de Bizancio
lo que ha pasado, o pasa, o vendrá un día.




W.B.Yeats (Irlanda, Dublín, 1865 - Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 1939)

(Traducción de Horacio Armani)

Sailing to Bizancio


I

That is no country for old men. The young
In one another's arms, birds in the trees
-Those dying generations - at their songs,
The salmon-falls, the mackerel-crowded seas,
Fish, flesh, or fowl, commend all summer long
Whatever is begotten, born, and dies.
Caught in that sensual music all neglect
Monuments of unageing intellect.

II

An aged man is but a paltry thing,
A tattered coat upon stick, unless
Soul clap its hands and sing, and louder sing
For every tatter in its mortal dress.
Nor is there singing school but studying
Monuments of its own magnificence;
And therefore I have sailed the seas and come
To the holy city of Bizantium.

III

O sages standing in God's holy fire
As in the gold mosaic of a wall,
Come from the holy fire, perne in a gyre,
And be the singing-masters of my soul.
Consume my heart away; sick with desire
And fastened to a dying animal
It knows not what it is; and gather me
Into the artifice of eternity.

IV

Once out of nature I shall never take
My bodily form from any natural think,
But such a form as Grecian goldsmiths make
Of hammered gold and gold enamelling
To keep a drowsy Emperor awake;
Or set upon a golden bough to sing
To lords and ladies of Bizantium
Of what is past, or passing, or to come.



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