Bajo un olmo frondoso que cuchichea
convirtiendo esta cafetería en cualquier lugar,
-como cualquier árbol, sea olmo o abedul-
puesto que el verdor nos sobrevivirá a todos,
yo, vale decir nadie –o un hombre cualquiera-
una pincelada medio seca de una pintura viva,
que pinta el Tiempo untando el pincel en la realidad
debido a que probablemente carece de mejor paleta.
Estoy sentado hojeando el diario,
pensando ¿cuál habrá sido el modelo
con que se pintó todo esto?
¿qué quietud sin nombre, sin dirección?
¿qué forma de inexistencia repetimos nosotros,
el olmo y yo, en esta tarde de verano?
Joseph Brodsky (Rusia, Leningrado, 1940-Nueva York, 1996)
(Traducción de Tatiana Zentsova
y Bernardo Subercaseaux)
y Bernardo Subercaseaux)
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