domingo, 12 de octubre de 2008

AUTORRETRATO DE ESPALDAS CON MI PADRE DE LA MANO


























Hacia el golf
de la mano
de mi padre.


Vamos


él con la mano

que deja
su impresión
en mi mano pequeña.

Vistos así
de espaldas
a una distancia
de media cuadra


tomando como punto
de mira
la vereda
de casa


no es difícil saber
que estoy a la derecha
de mi padre


que en el autorretrato

ocupa
el eje vertical
de más altura.

Vamos

mi padre y yo
de la mano

hacia el golf.


¿Estamos de pequeños,
como quien dice de un barco
en medio de una tormenta,


en medio de la noche
del agua
ebria del mar


apartados


de tierra firme
la lengua afuera

estamos

quiero decir,
de pequeños,
en la mano de un dios?


Habla poco mi padre
pero su mano
es fuerte.


Ha dejado por un rato
la carpintería
para llevarme
al golf.


Por eso tengo ahora
visto de espalda


¿se ve?


mi mano
dentro del hueco


de su mano
como la boca


de una ballena
que traga
la parte líquida
el mundo,
mi mano
dentro del hueco


de su mano
tremenda.


Es domingo

en el autorretrato

¿se ve?


es temprano

y seguimos caminando

hacia el golf.


Los domingos,
cuando mi padre deja
por un rato
la carpintería


vamos,


yo a su derecha
con mi mano
en el hueco


con mi mano
en la boca
del leviatán.


¿Será mi padre
de mi mano
hacia el golf
el hombre
más fuerte
del mundo?


¿Podrá

con su mano terrible
derribar
de un solo golpe
el árbol más alto
del golf,

el árbol
hacia el cual
nos dirigimos?


¿Podría

con el revés
o el puño
mandar al otro mundo
a los villanos
que me quitan el sueño?

¿podría,
como el Zorro,
convertir a su mano
en instrumento
de justicia?


No le suelto
la mano
a mi padre.


Le pido

que a la vuelta
del golf
me deje que lo mire
trabajar
en silencio.

Estamos por cruzar


aún sujetos
mano con mano


mi padre y yo.


Mi padre se detiene
y lo sigo
y me paro
en seco,


pasan dos autos

que no reconozco
salvo
por el color.

Ahora


dice mi padre
y cruzamos
firmes
las manos

como agua

mi mano
pequeña
dentro de su gran mano

y el leviatán
que ya me suelta


y entonces sí,
me suelto


¿se ve?


y entonces corro


ahora sí

corro hacia el árbol
y mi padre me mira

sin hablar
en silencio


me mira
correr
como loco


las manos libres


y el viento
que mueve
mi remera
de Astroboy
el viento
como un cometa a máxima
velocidad

¿se ve?


el viento en la cara
me despeina


me hace cerrar los ojos
un poco


y corro desparejo
como loco
sin garbo


como Emil Zatopek


en los juegos olímpicos
de la era moderna
que vi
en un documental


donde le daban

una medalla
por los cinco mil
y otra por los diez mil
y otra más
por el maratón

oro puro del barón Pierre de Coubertin


corro


como la locomotora checa


corro sin darme vuelta
para llegar
al árbol


antes

que mi padre.



Sandro Barella (Buenos Aires, 1967)




2 comentarios:

Bruno Di Benedetto dijo...

Excelente, conmovedor poema. Gracias Sandro y gracias Marcelo. Me llevo por un rato esta joya:

"mi mano
dentro del hueco

de su mano
como la boca

de una ballena
que traga
la parte líquida
el mundo"

Marcelo dijo...

Gracias, Bruno, por pasar. Un abrazo.